11

593 75 8
                                    

El sol daba de lleno en mi cama, tomé los jeans y me los puse rápidamente, tenía una entrevista laboral en una escuela no muy lejana, acababa de llamar al taxi y fuera de mi habitación se escuchaba el ajetreo mañanero que era darle de comer a Harriet, me vi en el espejo y esa arizona con jeans de talle alto, tacones, blusa elegante y abrigo fancy me gustaba, acomodé mi cabello un poco y tras tomar mi bolso de mano salí.

-¿Vas tarde? -me miró April y sonreí.

-No, de milagro voy a tiempo -la abracé y luego besé la cabecita de Harriet- nos vemos al rato.

-Traes pizza -caturreó.

-Pitsaaaaa -gritó Harriet y reímos.

El traer a casa pizza luego de salir de trabajar en la pizzería era lo único que me quitaba un poco de alegría al pensar en la posibilidad de dejar ese trabajo. Bajé las escaleras cuando el taxi ya me estaba esperando, subí y en media hora estaba bajando frente a una pintoresca escuela, ni grande ni pequeña, repleta de árboles y flores que colgaban en maceteros de los altos postes de madera que desfilaban a lo largo de la fachada, se respiraba paz y se desprendía un aura mágica. Entré sin mucho drama a la sala de espera, rápidamente una mujer de mediana edad me abrió el portón y pasé.

-¿Tiene cita?

-Sí, el director me citó -le sonreí y me devolvió la sonrisa.

-¿La nueva psicóloga?

-Tengo fe -susurré y ella se carcajeo.

-Tenemos fe -la miré y me sonrió.

La oficina tenía una puerta de vidrio que pasé con mi corazón galopando, cerré la puerta a mis espaldas y vi tras aquél gran escritorio de madera a un rubio de ojos muy claros, barba bien cuidada, dueño de unos grandes brazos, le sonreí y me sonrió.

-Usted es Arizonna Robbins -se puso de pie y caminé hasta él.

-Y usted Mark Sloan -le tendí la mano y él tomó la mía.

-El mismo -sonrió y sonreí- un gusto verla, pero bueno, por favor, siéntese.

Una semana antes había recibido una llamada a una hora inhumana de la mañana un día lluvioso, en realidad estuve a punto de cortar la llamada pero no lo hice, luego de deslizar el dedo por la pantalla se ha soltado un sujeto con una lírica que casi me revienta el cerebro; el ministerio de educación me había asignado una entrevista laboral en una escuela de la zona que recientemente se había quedado sin psicóloga, en realidad no me parecía extraño, yo había ingresado mi currículum y esa noticia me había alegrado la mañana y lo que faltaba de la semana hasta el día de hoy, me faltaba muy poco para mi licenciatura y salí de aquella oficina realmente feliz, crucé la calle en busca de un taxi, la acera estaba despejada por lo tanto cuando escuché un par de tacones zapatear y detenerse a mi lado me pareció extraño y digno de una ojeada.

-Te lo juro que no te estoy persiguiendo -rodé los ojos.

-En todo caso sería espiar, porque de otra manera no veo cómo es que sabes a dónde estaría -voltee a ver hacia arriba de la calle y suspiré; no se veía ni un solo auto.

-Si esperas un taxi no va a pasar, no es una zona concurrida.

-¿Y por qué estás aquí de pie como si esperaras uno?

-Porque eso hago, pero a diferencia tuya yo llamé a uno -la miré y sonrió, solo veía su sonrisa pues sus ojos estaban cubiertos por unas grandes gafas negras.

-¿Entonces cómo tiende a irse la gente de aquí?

-En bus, auto o los taxis que llaman -sonrió- si quieres puedo llevarte.

-Lo había tomado por hecho -elevé una ceja.

-Es de mala educación autoinvitarse, señorita Robbins -volteó su vista al frente.

-Y un acto de cortesía el no dejar a una persona sin ayuda si puede ayudarle -la miré y ella asintió.

-¿Puedo invitarla a almorzar?

-No.

-¿Al café?

-No.

-¿Y a la cena?

-¿Por qué querría ir a ingerir alimentos en su compañía?

-La pregunta sería por qué no querrías.

-¡Oh cielos!

-Digo, yo aceptaría en agrradecimiento por el acto cortes que estoy haciéndole -un auto se dejó divisar y ella elevó su mano.

No le respondí y el auto se detuvo frente a ambas, subí atrás y ella adelante, tras darme un vistazo se volteo al chofer.

-Al centro comercial más cercano -le indicó y yo elevé una ceja para hablar- las dos vamos al mismo lugar.

-¡Calliope!

-Te estoy haciendo un favor -me sonrió por el espejo y suspiré.

Bajamos en el centro comercial y sin poner mayor oposición la seguí, pasamos un par de tiendas y nos detuvimos frente a un café demasiado lindo, tenía una pared de fondo llena de flores y había una mesa justo ahí.

-¿Entramos? -me miró y sonreí.

-¿Ahora sí tengo voz y voto?

-Si me dices que no quieres entrar y que de verdad odias demasiado la idea de tomar un café y almorzar conmigo, te dejo que te vayas ahora mismo.

Se había quitado sus gafas y sus encrespadas pestañas acompañadas de unas lindas cejas maquilladas le daban un toque demasiado especial a sus oscuros ojos.

-Vamos a entrar solo porque es demasiado lindo y se me antojó -pasé frente a ella y la escuché reír.

Un par de capuccinos de vainilla com torta de limón, escogimos una mesita para dos al lado de aquella pared y estuvimos en silencio un rato.

-Te vez preciosa hoy -me sonrojé y ella sonrió.

-Gracias, tú igual -le sonreí y ella tomó de su café.

-¿Puedo tomarte una foto?

-¿Qué? -me reí.

-¿Sí o no? -rodó los ojos riendo.

Asentí y de repente se puso de pie y luego de acomodarme sosteniendo mi taza de café y poner cara de quien es demasiado inocente me tomó una foto preciosa.

-¿No quieres una conmigo? -le dije y me volteo a ver sonriente.

-Creo que sería lo justo -le sonreí y se sentó en mis piernas, acto seguido, me reí y le rodee la cintura con mis manos.

-Te estás abusando -puse mi mentón en su hombro y ella pegó su cabeza a la mía.

-No parece molestarte -susurró y sonreí junto a ella y lo siguiente fue el "clic" de la captura.

"Hola, soy yo" -Calzona.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora