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Estaba sentada en una de esas cómodas sillas nuevas de recepción, tenía un café en mi mano izquierda y con la derecha sostenía a la altura de mis ojos una hoja en la que había resumido un tema para el examen que rendiría, April estaba sentada a mi lado esperando a que diera la hora de su cita; habíamos hablado el día anterior de su reingreso a la universidad y lo haría en la mía, en un horario diferente pero, a final de cuentas, lo haría; el reloj daba las cinco de la tarde recordándome que faltaban diez minutos para que diera inicio mi examen.

-Me voy, me escribes cualquier cosa, solo no me esperes, no creo salir rápido -le sonreí y me puse de pie.

-Todo va a salir genial, estoy segura -apretó mi mano y le sonreí.

-Eso espero porque si no, prepárate para verme llorar y quejarme durante unas largas horas esta noche.

-Estaré lista con el número del express para pedir helado y coca cola -sonrió y reí.

-¡Eres la mejor, Kepner!

-Lo sé -me guiñó un ojo y me di la vuelta.

Abrí la puerta de vidrio y salí, de camino a mi aula pensé en mil y una probabilidades de no aprobar, el pulso me temblaba y antes de girar la manilla suspiré profundo, no podía ponerme nerviosa, no podía salir mal, no podía reprobar, me lo repetí un par de veces y al fin la giré.

-Sí, voy a cuidarlos yo, es un favor al profesor.

Me quedé de pie frente a la puerta que se cerraba a mis espaldas, di un vistazo a las caras y sí, efectivamente estaba en el aula que me correspondía, levanté la mirada y ma vida, no me sonreía pero me veía, no sé cuánto estuve de pie en ese lugar pero en dado momento me obligué a moverme, me senté en una mesa alejada del escritorio y en segundos tenía su mano extendida a mí con un examen, lo tomé pero ella no lo soltó, lo halé pero seguía sin soltarlo, exasperada lo halé más fuerte y ella aún así no lo soltó, voltee a verla con una clara irritación y vi su sonrisa burlona.

-Te desearía suerte, pero sé que no la necesitas -soltó el examen y se volteo.

Me gusta Calliope y me molestaba que le fuera tan sencillo lograrlo, era como un talento, como un súper poder, pero ninguno tan grande como del que tuve que hacer mella en ese examen para concentrarme, era como una broma de mal gusto de mi profesor hacia mí, como si él supiera lo nuestro y hubiera actuado de esa manera para hacerme reprobar; lo cierto es que por mucho que me costó, lo logré, me centré en existir, pensar y hacer únicamente ese examen del que pendía la materia. Una hora y veinte minutos tardé en terminar, no fui la última, en el aula aún quedaba un chico más.

-¿Voy a dejarle el examen o viene usted por él? -le hable fuerte y claro, ella me miró.

-Venga.

Me levanté y caminé la distancia que nos separaba, puse el examen sobre la mesa y me giré para volver a mi asiento por mis cosas, en ese mismo instante el chico entregó su examen; salimos los tres a la vez, ella caminaba detrás y yo iba todo lo rápido que podía, estaba deseando salir de ahí y poder llegar a mi casa, o al menos eso me obligaba a pensar porque la realidad es que quería poner distancia entre Calliope y yo; estaba a punto de salir cuando vi el portón principal cerrado, miré a la caseta y el guarda no se veía, me acerqué pero no, nada, efectivamente no estaba.

-¿Por qué te urge? -su voz a mi espalda me hizo dar un salto.

-Necesito llegar -no me voltee a verla pero la sentí detenerse a mi lado.

-Ya -susurró.

Nos abrazó un silencio bastante cargado de significados variantes e innombrables, fuimos en aquellos minutos dos masas padeciendo frío de pie bajo los faroles de un portón familiar, era una noche helada cargada de neblina, el viento no soplaba y el pavimento mojado por la lluvia de horas atrás hacía que sonara cada que un auto pasaba, estaba harta, no sabría decir cuánto tiempo había pasado pero era el suficiente para sentirme enfrascada.

-¿Cómo te fue en el examen?

-Bien.

-Eso es bueno, a muchos les fue mal -susurró y asentí- ¿se puede saber por qué estás molesta, Arizona? -estaba molesta, se le notaba en la voz.

-Sólo quiero irme a casa -la miré y luego volví a mirar la caseta del guarda.

-¿Irte a casa o salir de mi compañía? ¡Arizona! -chilló mi nombre y voltee a verla.

-¡Ambas! -le grité- No molestes, Calliope, déjame estar molesta, no quiero hablarte, no hoy -rodé los ojos y en eso el guarda apareció.

-Buenas noches, señoritas -nos sonrió y le devolví la sonrisa.

Tardó unos minutos en abrir el portón, cuando por fin lo hizo salí rápido de camino a mi casa, estaba molesta de verla y no sabía bien por qué, aunque bueno, gran parte era la manera en la que había querido hacer referencia de mí en comparación a un objeto que un día se te antoja y lo quieres sí o sí.

-Perdona -dijo detrás de mí y apresuré el paso- ¡Arizona! ¡Hablo en serio! -chilló y me detuve en seco.

-Ya, te perdono, ahora déjame en paz, Calliope -volví a caminar y cuando pensé que se había rendido la escuché llegar a mi lado jadeando.

-¿Qué puedo hacer para que me hables bien de nuevo?

-Justo ahora sólo se me ocurre que dejes de molestar -arrugué mi rostro y ella suspiró.

-Yo quería invitarte a salir hoy y...

-No.

-Ya terminé con Jorge -cerré mis ojos y seguí caminando.

-Bien -la miré- ¡ya era hora! Ahora sólo falta que yo quiera regalarte de mi tiempo en una cita.

-No debes ser cruel, ¿lo sabes, no? -sus ojos brillaban.

-Mira, Callie -me detuve y la miré- vete a ti casa, déjame unos días, no te quiero tratar mal pero no me estás dejando desenfadarme sola. Vete a tu casa.

-Pero...

-¡Por favor, Calliope, que no te estoy pidiendo que me hagas invisible!

Costó pero se marchó y yo en minutos estaba tirada en mi cama, con los ojos cerrados y pensando, en ella, mi molestia, su ruptura y yo cuando mi celular vibró en anuncio de un correo.

De: Calliope Torres.
Para: Arizona Robbins
Asunto: Una última cosa.

Ten una bonita noche. Por favor piensa las cosas; con cariño, Callie.

"Hola, soy yo" -Calzona.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora