Conforme transcurría el día, la fiesta se fue transformando sutilmente en una tormentosa tortura que a duras penas podía soportar, en el peor de los calvarios jamás vividos. No supe de que manera llegue a convencer a Karen de que nos sentáramos en una de las mesas más retiradas, del centro del lugar, pero al fin ahí estábamos lejos de todo mundo, mamá parecía molesta de no poder disfrutar el espectáculo por completo, pero como siempre estaba a mí lado, hasta el final y es que alguna razón lógica debía haber tenido me dijo para haberlo decidido así.
Perrie sólo pasó por nuestra mesa dos ocasiones pero en ninguna estuvo mucho tiempo, la gente imploraba su presencia a cada instante así que debía atenderlas de una u otra manera, lo que agradecí enormemente; en aquellos momentos, lo que más necesitaba era pensar con la cabeza fría para planear una huida sutil, sin que se notara desplante alguno en mi salida de aquel lugar, pero ninguna idea coherente llego a mi cabeza, lo que realmente era frustrante, sumamente decepcionante, pero resignado lo acepté…
Por doquier había gente que conocía y me conocían, a muchas de ellas conocía escasamente por nombre pero cuando me dedicaban un educado saludo me limitaba a extenderles el brazo y sonreírles fingidamente. Debbie y Alexander, por su parte parecían felices de la vida con el regreso de su más grande tesoro y brindaban con todo el mundo por ello y Karen después de un largo rato se acostumbró al lugar donde estábamos, después de todo no estaba tan mal.
Zayn al igual que yo estaba sentado a lo lejos, sumido en sus propios pensamientos que no eran mejores que los míos eso a leguas se podía ver. Y es que sí, de alguna manera, el regreso de Emiliano como el de Karen a nuestras vidas habían venido complicar las cosas de sobremanera, el de Perrie era algo que de igual manera lo iba hacer y mucho más que los otros dos, no cabía duda. El problema que aquí radicaba era que nunca desde que todo empezó nos lo habíamos planteado como una verdad a la cual teníamos que hacer frente tarde o temprano, nos habíamos limitado a vivir el momento y que el mundo siguiera rodando como siempre, como si nada pasara o como si a nadie lastimáramos, un error del que ahora nos arrepentíamos enormemente como nunca en la vida.
Nuestras miradas se habían cruzado unas cuantas ocasiones en lo que iba del día, pero ninguna de las dos era ya ni siquiera un mero asomo de lo que un día llegaron a ser, en ellas la culpa y el remordimiento que a cada uno le torturaba sin piedad estaban ahí gravados, al rojo vivo, como un merecido castigo por nuestra negligente actitud, algo que ya no estaba en nuestras manos controlar, aunque así lo quisiéramos y deseáramos, ya no lo estaba… nos dimos cuenta demasiado tarde, para remediar las cosas.
Después de mirar que sería demasiado complicado formular una salida repentina sin llevar sospecha alguna, traté de sobrellevar las cosas, pero hubo un punto en el que mi paciencia y mi escasa fuerza que aún conservaba se agotaron y me hizo botar todo al diablo. Me levanté de la mesa con una furia contenida que no traté de disimular, arrojé la servilleta contra la mesa, mientras Karen, me miraba con el rostro inexpresivo cómo me alejaba de aquel lugar, mejor dicho de cómo huía cobardemente de aquel lugar, hasta que dejó de verme.
Crucé el jardín, con pasos presurosos, lo último que necesitaba en esos momentos es que alguien me detuviera y se pusiera entablar conmigo alguna absurda conversación que no llevaría a ningún lado, así que sin darles el más mínimo tiempo me perdí entre el gentío que caminaba de un lado a otro, hasta que llegué a un pasillo que estaba a un costado de la casa y que lleva a un pequeña terraza al otro lado del jardín.
Dirigí mis pasos hacia aquel lugar, con prisa, deseaba perderme de mi presente y nunca en la vida volver. Hasta que por fin llegué a aquél lugar, donde estaban dos pequeñas mesas, ambas bajo el abrigo de unas amplias sombrillas y sus respectivas sillas, cerca de ellas un desgastado barandal. Me acerqué a él y me recargué sobre la fría piedra, lanzando un largo y profundo suspiro desde la más profundo de mí ser y en donde por momentos sentí que el alma se me escapaba.
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