Capítulo XIX

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Pese a estar sumido en una inconsciencia aún alcance a percibir, tenue y débilmente las cuerdas de una bella melodía que tanto amaba... Strawberry Fields Forever de The Beatles; lejos, distante... como si fueran armoniosas gotas de lluvia retumbando al caer sobre el frío piso de baldosa.

Y ahí sumergiéndome más a cada instante en aquel estado, de una u otra manera posible toda cuanta idea absurda que concebía y creía sobre la muerte se esfumo repentinamente y dio paso al verdadero sentimiento de ésta. Un sentimiento ajeno, diferente, mil veces distinto a lo que realmente quería y esperaba, algo desconocido, incierto... desconcertante de pies a cabeza... que me turbo como nada lo había hecho en este mundo, hasta ese momento... algo para lo que no estaba completamente preparado pero que como pude lo supe sobrellevar y le hice frente de la mejor manera posible...

No era nada parecido a aquello que hace mucho, pero mucho tiempo había oído, no era nada comparado con todas y cada una de aquellas palabras, historias e ideas que la gente murmuraba a media voz, entre cuchicheos, ese íntimo secreto a voces del que todos hablan y del cual todos tienen miedo y que tratan de evadir de cualquier manera que este a su alcance...

No era nada que se le pareciera. Es más dude, por algunos momentos que parecían una eternidad, de que existiera algo igual e inclusive similar, en otros dudaba de mi propia existencia, de mi vida pasada, de todo lo vivido por que ahí ya nada oía, ya nada sentía... Todo era oscuridad, todo era un enorme abismo de sombras y sombras que se abrían paso frente a mí, como una inmensa boca de lobo que se apuraba en llevarme a sus fauces para devorarme lenta y dolorosamente... Era la mismísima nada que me abrazaba sutilmente, con cariño, amorosa, como una vieja y olvidada amiga que ha vuelto después de mucho, pero mucho tiempo a un encuentro del que sabía que pasaría de un momento a otro, pero del que ignoraba cuándo y cómo sucedería, pero que hoy ahí estaba, haciendo acto de presencia, por primera y única vez...

Todo era una sensación extraña, ajena totalmente a mí y a todo lo que tuviera que ver conmigo... Era algo nuevo, del que no encontré similitudes con algún otro hecho de mi vida, es más dudé de que así fuera...

Sentí miedo... pero de la misma forma que apareció se esfumo, repentinamente, como si jamás hubiese existido, ni siquiera aun, el haber dejado un mínimo rastro de su existencia en mi vida. Desapareció...

Intente mirar alguna imagen tras mis ojos, pero no había nada que ver, no había nada que contemplar, ni siquiera aún admirar.

Así que lo único que atine en hacer fue en dejarme llevar por esa sensación de adormecimiento que corría por mis venas y que ya no podía combatir. Me deje arrastrar por ese apacible torrente de tranquilidad que quien sabe cómo pero que ya estaba en mí interior... ganando terreno a toda costa...

Y justo en el momento en el que sentía perderme más aun en aquel estado de semiinconsciencia, oía claramente como unos ligeros toques llamaban a la puerta, con cierto nerviosismo en cada uno de ellos, con cierto temor que aunque no lo expresará completamente estaban ahí al acecho susurrando cosas terribles e inimaginables...

-¿Liam estás ahí?... ¿está todo bien mi amor?, ¿Liam?, ¿Liam, ¡¿Liam?!...-

¡Mamá!

Reaccione de inmediato, en lo que pudo ser casi un acto reflejo, pero ya era tarde, mi cuerpo no percibió ningún impulso que le mandara mi cerebro, la mitad de mi cuerpo estaba embotado debido al medicamento que hace algunas horas o minutos había injerido, la otra no quería hacerlo así de simple; se mantuvo quieto como si nada pasara, mientras Karen continuaba llamando sin parar un instante siquiera, en busca de una respuesta que calmara su receloso corazón que parecía que se le salía del pecho a cada latido que daba.

El Otro Rostro de la Vida (Ziam)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora