XX

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-Pues entonces hazlo.

Siento sus labios sobre los míos. Son suaves, cálidos, delicados. Poso mis manos sobre sus mejillas y la acerco más a mí, porque no quiero que se vaya de mi lado. Nunca. Lea es sin duda la mujer de mi vida. La amo más que cualquier cosa en este mundo. Quiero que sea mi novia. Quiero hacerla feliz. Necesito hacerla feliz. Necesito que seamos los dos, solos, contra el mundo. Lea y yo. Mi Lea...

Se aparta lentamente de mí, con sus manos aún tras mi nuca, acariciando los cabellos cortos que hay en esa zona, causándome un leve cosquilleo. Está parada en la punta de sus pies y me mira con esos ojos que tanto me gustan, con ese brillo tan suyo. Verla mirarme así es como sentir el calor de mil amaneceres, el resplandor de centenares de constelaciones, como abrir las puertas del paraíso mismo. La puerta a su alma, pura e inocente. Se merece solo lo mejor del mundo, y quiero ser yo quién se lo dé. Darle todo lo que desee. Solo yo, nadie más que yo. Comprenderla como nadie más lo hace, como ella me comprende a mí. Como lo hizo aquel día en el lago, como lo hizo hace unos años en el funeral, como siempre lo ha hecho.

-¿Te queda alguna duda sobre lo que pienso de que nos vean juntos?

-La verdad...- hago una pausa para jugar un poco con ella- sí, tengo muchas dudas aún- con un puchero falso la tomo con más fuerza por la cintura, casi levantándola del piso. Es tan pequeña y liviana que podría cargarla sin problemas, por eso siempre es de las que están levantando en las coreografías de las porristas. Se ve tan linda cuando salta por los aires. No hay duda de que verla en eso me anima más que cualquier grito de aliento en los partidos-. Creo que con unos besos podrías iluminarme un poco al respecto.

Baja la mirada, ruborizada, y junta sus labios ocultando una sonrisa. Me ve de reojo y baja sus manos por mi espalda hasta mis hombros con lentitud. Besa mis mejillas, mi mentón, la punta de mi nariz, con ternura y paciencia.

-¿Qué tal ahora? ¿Sigues creyendo que me avergüenzo de estar contigo?- susurra contra mi cuello y el solo sentir su respiración hace que se me erice la piel. La abrazo con fuerza, apoyando mi cabeza en el hueco de su cuello y niego lentamente a modo de respuesta.

-Perdóname. Sé que he sido un poco bruto últimamente, y que tal vez no he sido del todo claro con mis sentimientos por ti.

-Nada de eso, has sido muy transparente. Tenías razón con lo que dijiste antes, soy yo la que pone limites donde no debería haberlos- me separo lo suficiente como para poder verla a los ojos y hago que levante el mentón para que no aparte la mirada.

-Si los pones es por algo. No quiero que te sientas pasada a llevar. Además, yo no te he pedido oficialmente que seas mi novia.

-Pero lo insinuaste.

-Eso no es suficiente. Nunca lo hablamos realmente, eso no estuvo bien.

Lea es especial, se merece una verdadera propuesta, con flores, chocolates, luna llena y velas. Algo bello, inolvidable. Nos queremos, ambos lo sabemos, y los demás también lo notan. Ni hablar cómo Andrés insistía en que le declarara que mis verdaderos sentimientos iban más allá que los de una simple amistad. Se confabulaban con Thais para dejarnos a solas, ahora lo noto. En ese entonces, antes de irme a Canadá, pensaba que ella no me veía de esa forma. Ya no seguiré posponiéndolo, voy a pedirle que sea mi novia, quiero que todos lo sepan, andar de la mano con Lea por la calle, acompañarla a su casa, que cene con mi familia, besarla, mimarla, cuidarla. Haría cualquier cosa por mi Lea. Lo que sea. Incluso protegerla de ese patán de Noah. Es un idiota.

- Nos debemos esa conversación, ¿no te parece?- asiente pesadamente. Algo le molesta, pero no logro descifrar qué es.

-¿Realmente pensaste que me avergonzaba de ti? Todo este tiempo creí que seguramente era al revés- responde con timidez a la pregunta que comenzaba a rondar mi cabeza.

-Lea, escúchame. Por mi, pondría un anuncio en el periódico para que todos supieran cuánto te adoro y cuánto quiero estar contigo. Así nadie más trataría de conquistarte- "en especial ese "amigo" tuyo", pienso para mis adentros.

-¿Te refieres a Noah?- levanta ambas cejas y junta sus labios en una fina línea. Siempre pone esa cara cuando la sacan de sus casillas, pone esa mirada como diciéndome "en serio".

-¿Por qué lo dices?¿A caso debería preocuparme por él?- siento los celos a flor de piel, como quemándome. No me gusta nada ese tipo, ni mucho menos como anda rondando a Lea.

-No lo sé, fuiste tú el que se estuvo peleando con él- aparta la mirada y adopta un tono algo más grave-, y él que le quebró el brazo si mal no recuerdo.

-¿Quién te dijo eso?- le pregunto con brusquedad, pero ya sé la respuesta. Es obvio que el niñito ese fue directo a su casa a llorar y pedir su consuelo, aprovecharse de ella, de su gentileza demasiado inocente-. No me digas, fue Noah, ¿no es así?.

-Sí...me dejó preocupada. Él...me..., me dijo que tuviera cuidado contigo.

-¿Y tú le creíste?- no responde, solo entreabre la boca con consternación-. Estás dudando de mí. ¿Me crees capaz de algo así? ¿Piensas que puedo hacerte daño?- no emite ni un solo sonido, solo me mira, con miedo. Trata de ocultarlo, pero los pequeños pasos que da para retroceder la delatan. Tiene miedo de mí.

-Yo...no lo sé. No creo que seas así, yo sé que no me harías daño. Es solo que Noah...

-¿Le vas a creer a ese desconocido? Me conoces bien, sabes cómo soy en realidad. Él te miente. Está acomodando los hechos para su beneficio.

-¿Por qué haría tal cosa? No tiene sentido.

-Quiere aprovecharse de ti. No ves que está interesado en ti. Y tú eres demasiado inocente como para notar sus segundas intensiones.

-Puede que tengas razón.

-Claro que la tengo- froto sus hombros para reconfortarla, porque la noto dudosa, con el ceño levemente fruncido-. Tal vez deberías tomar distancia de ese chico. No me da buena espina.

Está confundida y no puedo permitir que lo esté. Voy a dejar las cosas claras entre los dos. Voy a encargarme de que Noah no se acerque más de lo debido: evitar a toda costa que sigan siendo amigos. Se merecería sin dudas lo que recibió. Ayer, cuando nos peleamos, no paraba de decir que mis falsos modales de caballero no esconderían jamás lo que realmente soy, que él sabe perfectamente lo que escondo tras esa fachada de galán. Hubiese pasado por alto sus insultos de no ser por lo que dijo esta mañana: "No creas que por que me hayas roto un brazo voy a alejarme de Lea, mucho menos ahora. Te estaré vigilando". Como si sus pequeñas amenazas me intimidaran. Mis disculpas eran sinceras, pero él no las aceptó. Dejó muy en claro que no está conmigo; y si no está conmigo, está contra mí. Sin dudas se va a arrepentir de haber tomado esa decisión tan estúpida.

Voy a pedirle que sea mi novia, no le quedará más remedio que dejarnos tranquilos. Tal vez Lea tiene razón, más vale mantener lo nuestro un poco más en secreto. Una relación de bajo perfil, sin publicar fotos en las redes sociales o exponerse de más en el Liceo. Solo los dos, en nuestro universo. Sin ese "amigo" entre nosotros.

Sin ti, no soy nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora