XIX

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-Lea...Lea...por favor responde.

Mi pecho subía y bajaba, se inflaba como si fuera a explotar por una respiración costosa, pesada e insostenible. Mi vista estaba nublada y no lograba identificar a mis padres nada mas que por sus difusas figuras frente a mí.

-¿Qué pasa querida?¿No te sientes bien?

Las voces, las luces, todo era tan lejano, tan ajeno en mi propia casa.

"Prométeme que tendrás cuidado con Max."

Gritos, golpes, Noah, Max. La entrada de mi casa. El árbol de enfrente. El uno acorralando al otro contra el tronco del frondoso castaño que empezaba a perder sus hojas. El ruido de una rama partiéndose. De una rama gruesa. Una que tarda semanas en sanar. Rota...

"Cuidado con Max..."

-Bebe un poco de agua, hija.

-¿Qué fue lo que ese muchacho te hizo? Parecía muy amable...

-¡Nada! Él no me ha hecho nada a mí. Jamás podría...- la exasperación salía por cada poro de mi piel. Max no era así. Noah estaba totalmente equivocado. Jamás podría.

-Está bien, solo recuéstate. Estás muy pálida- expresó con preocupación mi madre.

-Debe ser una baja de presión, estoy bien.

Me levanté de la mesa sin escuchar lo que seguían diciendo mis padres, no me interesaba. Ya hablaría con ellos mañana sobre su cena. Necesitaba estar un rato a solas. Digerir las ultimas palabras de mi visitante de esa tarde.

"Cuidado con Max..."

¿Cómo se atrevía a hablar así de él? No lo conocía. No tenia idea de cómo era él en realidad. Seguro había una buena razón para lo ocurrido esa mañana. Fue un accidente. Lo provocó. Cada quien cuenta las historias a su propia conveniencia, adecuando los hechos para quedar bien. No que Noah fuera mentiroso, solo que no se llevaba bien con Max. Eso era todo. Un accidente. Algo extraordinario. No, Max no era violento sin razón. Eso no podía ser. Él jamás podría. Jamás.

Fue cosa de verlos al día siguiente. Max estaba hecho un verdadero desastre. Tenía las manos llenas de moretones y heridas envueltos en vendajes, el ojo izquierdo morado e inflamado escondido tras unos lentes oscuros, rasguños por brazos, cuello y piernas. Sin dudas fue una pelea más fuerte de lo que podría haber imaginado. "Que bestias" recuerdo haber dicho en voz baja cuando los vi esa mañana. Pero fue ahí que Max mostró todo su carácter, su templanza, sus buenos modales. Max se mostró tal y como era, todo lo contrario a lo que había insinuado Noah.

-Siento mucho lo de tu brazo. Fue una verdadera canallada.

-Si que lo fue- soltó entre dientes Noah levantando las cejas en gesto de desaprobación.

-Prometo no volver a comportarme así, fue por celos. Por proteger a Lea- se justificó avergonzado Max-. ¿Borrón y cuenta nueva?- le extendió una mano.

-Borrón y cuenta nueva- repitió y estrechó su mano Noah. Luego se acercó a Max y le susurró algo que no pude oír, pero que no puso para nada contento al chico que me gustaba. A pesar de que se le notaba bastante irritado se limitó a ver al otro alejarse y desaparecer tras las puertas de algún salón de clases.

-Lea, también te debo una gran disculpa a ti. No estuvo nada bien comportarme así ayer en tu casa. De solo pensar que tus padres nos podrían haber visto o escuchado...yo...no sé qué habría hecho. Realmente lo siento.

- No pasa nada, ya está todo claro- lo tomé por el brazo y apoyé mi cabeza en su hombro-, ya no hay nada de qué preocuparse- luego lo miré totalmente enamorada.

Con una mano en mi cintura y la otra en mi mejilla me dio un beso que me hizo sentir en las nubes. Como si hubiésemos estado solos y dándome la impresión de que no había nadie más en el mundo. Nadie más que mirara como él lo hacía, que me buscara con sus ansias, que me quisiera así. Pero no estábamos solos, en absoluto. Era un beso hermoso opacado por un único inconveniente. Nuestro primer beso en público. Nuestro primer beso en el Liceo. Después de el espectáculo de la cachetada. Al darme cuenta de ese detalle, de que estábamos rodeados de chismosos, cizañeros y prejuiciosos, me separé con rapidez. La sangre se me heló ante la idea de que más de alguien nos pudiese haber visto. Todavía no quería que se enteraran nuestros compañeros. Ni siquiera mi mejor amiga sabía que estábamos juntos. Es decir, no que fuera nada oficial, era más bien un acuerda tácito: estábamos saliendo.

-¿Pasa algo?- preguntó con el ceño fruncido Max todavía tomándome por la cintura.

-No- me apresuré a responder-, ¿por qué pasaría algo?- traté de ocultar mi muy evidente deseo de mantener nuestra naciente relación en secreto.

-Porque te separaste de mi como si hubiese visto al diablo en persona- soltó una pequeña risa, como si...- su semblante se endureció y quitó lentamente su agarre de mi cintura-, ¿es que acaso te avergüenzas de estar conmigo?

Al ver que no me aprestaba a responder se puso blanco como un papel. Sus ojos perdieron cualquier brillo, tornándose totalmente oscuros y se distancio de algunos pasos de mí. Hasta casi pude oír su corazón romperse al considerar la idea de que me avergonzaba estar junto a él. No era eso en absoluto, no sabía cómo decirle que estar a su lado era mi mayor deseo día y noche, desde hacía tantos años. Después de todos esos años, al fin, estaba con quién más había amado en toda mi vida. Los sueños sí que se hacían realidad, no supe si con paciencia, perseverancia, suerte, o un poco de polvo de hadas. Simplemente no quería que eso desapareciera.

-Puedes entrar sola si así lo prefieres

-No es eso- lo detuve por el antebrazo-, no me apena en absoluto que me vean a tu lado, es solo que...

-¿Qué? ¿Es solo que no quieres que sepan que estamos juntos?- inquirió ofuscado.

-¿Acaso lo estamos?- no pude evitar soltar aquel ácido comentario.

-Creí que sí lo estábamos.

-Nunca hiciste una petición formal.

-¡No sabía que tenía que enviarle un comunicado oficial, su señoría!

-No se trata de eso, ¡sabes bien a lo que me refiero!

-Para serte sincero, ya no lo sé. ¡Cada vez que trato de acercarme a ti hay alguna clase de barrera! ¿Cuándo vas a dejar que llegue a ti en realidad?

-Tal vez cuando me lo pidas correctamente de una buena vez por todas. ¡Tal vez cuando dejes de ser tan bruto!

-¿Que yo soy bruto? Sabes perfectamente que quiero estar contigo. ¡Sabes con claridad que lo único que quiero en esta vida es que seas mi novia!- me tomó por los hombros con fuerza, lleno de desesperación. La conversación había ido subiendo tanto de ton como en volumen, pero estaba tan frustrada que ya nada me importaba que nos escucharan. Entonces, dentro de su desenfreno, Max bajó su voz, y dijo casi en un susurro- No deseo otra cosa más que hacerte feliz. Amarte...

Fue tal mi impresión que abrí la boca, atónita, y no pude evitar fruncir levemente mi ceño ante la sorpresa de sus palabras. Luego de lo que debieron ser los segundos más largos de mi vida mi corazón recobró el ritmo normal, al igual que mis pensamientos.

-Pues entonces hazlo- terminé por responder, y esta vez fui yo quien lo besó.

Sin ti, no soy nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora