XII

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Entre miradas tímidas y discursos titubeantes, Max y yo conversamos. Me aclaró todo tipo de dudas que tenía y resultó que todo había sido un simple mal entendido. Escogí creerle. Ya sé lo que me van a decir, una relación que empieza con baches no tiene ningún futuro. Pero quería intentarlo, no me importó en el momento. Quería darnos una oportunidad de conocernos más y dejarnos llevar, sin importarme que falláramos.

El resto del día estuve mucho más tranquila, ya no estaba enojada con Max y sentí que un enorme peso se me quitaba de encima. Tal vez su comportamiento o actitud no había sido el mejor, pero quién era yo para juzgarlo. Yo había hecho cosas mucho peores en otras ocaciones. Nadie está exento de cometer errores. Además, había decidido, por primera vez en mucho tiempo, escuchar lo que quería mi corazón, cometer mis propios errores y tratar de embarcarme en mi primera relación amorosa. Sí, bien digo mi primera relación, porque las que había tenido hasta el momento no eran más que simples atracciones y aventuras inmaduras de algunas semanas. Y también porque Max me confesó sus sentimientos hacia mí. Al escucharlo decir que me amaba sentí que el corazón se me saldría del pecho, pero mantuve la compostura. Amar es una palabra muy fuerte y no quería hacerme ilusiones, al menos no en ese minuto. Por mi parte le expresé mis temores, de ir muy rápido, que no nos conocíamos del todo, y lo más importante, que había perdido parte importante de mi confianza al no ser honesto conmigo, y mucho más tras ocultarme información de cuando no estaba totalmente consciente. Lo entendió y respetó, dijo que no era necesaria una respuesta ni mucho menos, que solo quería decirme toda la verdad, que no quería seguir ocultando nada y que quizás de esa forma yo pudiera recuperar un poco la confianza que él quebrantó. Lo cierto es que no es fácil reparar el daño, pero no es imposible, y algo dentro de mí quería hacerlo. Acordamos que todo entre nosotros sería sin presiones y sin esperar nada el uno del otro, que de a poco nos volveríamos a acercar. Ninguno de los dos sabíamos lo que nos deparaba el destino...

Cuando se lo conté a Thais estaba gritando a los cuatro vientos que al fin nos habíamos espabilado y que era cuestión de tiempo para que estuviéramos de novios como ella y Andrés, y que había que celebrarlo. Por eso quedamos de ir a la heladería cerca del Liceo después de clases.

El día pasó igual que siempre, mi amiga y yo prestando cero atención a la clase para conversar del nuevo disco de algún cantante de los que le gustaban a Thais o de la película que había visto el fin de semana con mis padres. Ambas esperando el repicar de la campana con ansias para salir a divertirnos. Los minutos parecían no acabar nunca en la última hora, pero al terminar salimos lo antes posible, cada una en direcciones distintas: Thais para despedirse de su novio y yo para ir por mis cosas a mi casillero. Nos encontraríamos en la puerta, así que, después de buscar mis libros me dirigí a la salida del Liceo.

-¿Ya te vas?- me preguntó el chico que me había acompañado esa misma mañana mientras ponía uno de sus brazos alrededor de mis hombros.

-Sí, extraño- le respondí algo dura por su actitud tan misteriosa.

-¿Cómo que extraño? Somos amigos- se puso la mano en el pecho simulando estar dolido.

-Ya en serio, tú sabes todo sobre mí y yo sigo sin saber tu nombre. Es algo molesto.

-Es que quería conservar el misterio un tiempo más- lo miré muy seria, haciéndole notar la poca gracia que me hacía la situación, lo que hizo que se dejara de pesadeces, no sin dejar de lado esa actitud bromista tan de él-. Bueno, lamento mis modales preciosa. Me presento- hizo amago de una pomposa reverencia-, soy Noah Penz, encantado de conocerla señorita...

-Lea McCarthy. Un placer señor Penz- le extendí la mano para darle un apretón, pero para mi sorpresa la tomó y posó un beso en el dorso de mi mano, dirigiéndome esa mirada que podría ver dentro de mi alma.

-El placer es todo mío señorita McCarthy...- susurró con la voz tan ronca que me hizo tragar seco.

-Veo que estás en buena compañía, amiga- la agudeza de Thais me sacó de mis pensamientos, haciéndome pegar un pequeño salto.

-Thais....Él..él es N-Noah, mi...

-Tú amigo nuevo- completó la frase que no yo pude hilar con una sonrisa llena de picardía-. Hola Noah, yo soy Thais, la mejor amiga de Lea.

Por alguna inexplicable razón me sentía horriblemente nerviosa. Las palabras no salían de mi boca y sentía la necesidad de dar explicaciones a todo el mundo, aunque no hubiese nada que justificar. Solo quería salir de allí, ir con mi amiga por un helado y después volver a mi casa a ver mi serie favorita. Pero no, ahí estaba, plantada en la mitad de la calle alfastada del Liceo, con el sol marcando las primeras horas de la tarde sobre mi nuca y sintiendo la mirada azul de ese chico que tan nerviosa me ponía, quitándome las palabras y haciéndome sentir las piernas como gelatina.

-Nosotras vamos por un helado, ¿quisieras acompañarnos?- terminó por preguntar Thais después de sus respectivas presentaciones.

-Nada me gustaría más- le respondió sin dejar de mirarme un solo segundo, poniéndome todavía más nerviosa.

En el camino hablamos de cosas sinsentido, de lo que nos gustaba y de las clases. Y gracias a la avasalladora conversación, o mejor dicho interrogación, de mi amiga, pude saber más cosas sobre Noah. Se mudó al pueblo con su madre cuando se separó de su padre, es hijo único como yo y su familia es de origen alemán. De hecho, su abuela solo habla ese idioma, por lo que para entenderse con ella lo aprendió a hablar perfectamente durante su niñez. Fue interesante conocerlo más, me alivianó esa sensación de desconfianza que había tenido esa mañana al verlo frente a mi puerta. Pero lejos de ser un acosador, resultó ser muy amable, gracioso y galante. Thais me dijo cuando él fue por su helado que era todo un caballero.

Llevábamos cerca de dos horas conversando y conociéndonos más cuando mi amiga recibió una llamada.

-Es mi madre, quiere que vuelva a casa ahora. Lo siento mucho, no creo poder ir contigo amiga, quiere recogerme para ir a un sitio- nos explicó después de cortar la llamada.

-No hay problema, yo vuelvo a casa sola, todavía es temprano- le respondí para que se sintiera menos culpable. La conocía demasiado bien y sabía que se sentía así por esa mirada llena de preocupación por "romper" la promesa que nos habíamos hecho.

Hacía unos años que Thais y yo habíamos acordado caminar siempre juntas de vuelta a casa, porque cuando tenía como quince años un tipo me siguió sin que me diera cuenta y me acosó sexualmente. Nunca se lo conté a mis padres por miedo o porque en parte me sentía responsable de ello. Ese día llevaba una falda muy corta, eso fue lo que me dijo el tipo mientras pasaba sus asquerosas manos por mis senos. Es una experiencia que me marcó de por vida y que nunca olvidaré, totalmente distinto a cuando alguna que otra vez un pervertido rosaba su cuerpo con el mío en el transporte público. Me pasé unos días muy angustiada, sin saber qué hacer y sintiendo asco de mi propio cuerpo, Thais fue la única que supo ayudarme. Me suplicó que le contara lo que me tenía tan afligida y fue a la única que se lo confié. Insistió para que fuéramos a hacer una denuncia o que al menos se lo dijera a mis padres, pero tampoco podía obligarme, por lo que solo me apoyó. Con el tiempo fue pasando a un mal recuerdo, pero Thais siempre se sintió mal por no haberme acompañado ese día.

-¿Estas segura? En serio no quiero que vayas sola...Tal vez puedo pedirle a mamá que nos desviemos para llevarte- su aflicción era cada vez más grande, la tomé por las manos para apaciguar su inquietud, y le dije con la mirada que todo estaría bien.

-Quédate tranquila, Thais- nos interrumpió la voz de Noah, quien luego posó su mirada en mí-. Yo te acompaño a casa preciosa- se me acercó, pasó su brazo por mis hombros muy protector y pegó su boca a mi oreja para susurrarme-, yo te cuido, sé lo que es que te miren demasiado cuando vas sola.

Sin ti, no soy nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora