La sangre se me heló. Como partida por un rayo me senté en, ¿acaso estaba en una cama?
Oh, no, esto iba de mal en peor.-Te dejé un vaso de agua y una aspirina. De seguro la resaca te está matando- dijo la voz desde otra habitación.
A mi lado, el vaso y la aspirina desaparecieron rápidamente, la verdad es que sentía que se me reventaba la cabeza. El malestar me impedía pensar con claridad. Aún no sabía dónde estaba, y lo más importante, no sabía dónde estaba mi ropa, sinceramente, me preocupaba mucho. Al dejar el vaso en la mesita de noche detuve mi mirada en una cadena delgada. Esa fue pista suficiente para saber el lugar precioso dónde me encontraba.
-¿Dormiste bien?
A la habitación entró, nada más que en una diminuta toalla, Max. Quedé atónita. No podía dejar de ver su tonificado cuerpo. Mis hormonas se alteraron, fue como sentir una bomba explotar dentro de mí. Me dio la espalda para buscar algo en su armario, dejándome ver su cabello aún mojado y su amplia espalda. Estaba boquiabierta, no podía pronunciar una sola palabra.
-Am-m...¿sí...?- titubeé.
La verdad es que seguía muy desconcertada, y tenía que salir de la duda.
-Em-m...¿Max? Anoche, tú y yo...
-No, no pasó nada, si es lo que te preocupa- usó un tono muy frío.
-Oh, bien- asentí-. Creo que debería irme, de seguro están preocupados por mí en casa...
-Ya saben que estás aquí- hizo una pausa-. Tu madre llamó anoche a tu teléfono, quería saber dónde estabas. Yo contesté y le dije que te quedarías a dormir aquí, que no te encontrabas en... condiciones.
-Gracias, no tenías por qué hacerlo.
-No hay problema, somos amigos.
Esa palabra me mató. Muy borracha habré estado anoche, pero recordaba perfectamente que habíamos estado a punto de besarnos. Así como también me di cuanta de que estaba enojado conmigo. Quizás qué locura había hecho ayer.
Se acercó en mi dirección y se inclinó para tomar su cadena de la mesita de noche, no sin cargarse innecesariamente sobre mí. Era evidente que algo no andaba bien.
-Baja cuando estés lista, voy a preparar desayuno.
Me llevé las manos a la cabeza reprochándome por mi irresponsabilidad. Todavía tenía miles de dudas sobre anoche.
Fui al baño y me lavé la cara para despertar completamente. Desde ahí pude divisar mi teléfono. Al abrirlo encontré una serie de notificaciones de todas mis redes sociales. La mitad eran de Thais, diciéndome que se iría con Andrés más temprano de la fiesta y que lamentaba dejarme sola. La otra mitad, inexplicable. Cientos de fotos y vídeos míos circulando con el hashtag "el alma de la fiesta", junto con varios mensajes de chicos coqueteándome e invitaciones a fiestas. Sin duda tenía que saber qué había pasado, pero moría de hambre, y debía solucionar eso antes que nada.
No estaba del todo bien de mi resaca, la aspirina había ayudado mucho, pero al bajar las escaleras un horrible vértigo me golpeó. Los viente y tantos escalones me parecieron eternos y casi caigo al soltar el barandal.
Una vez en la cocina, me senté en uno de los taburetes que habían y me recosté sobre el meson; pude sentir mi piel tirante al contacto con el granito frío. Embobada vi cómo Max preparaba café y tostadas. Traía unos shorts que dejaban ver sus atléticas piernas, de las que no podía apartar mi mirada. Cuando terminó se sentó frente a mí y me miró.
-Te ves terrible- espetó.
-Así me siento- me quejé.
De repente caí en cuenta de que tal vez sus padres me podían ver en ese estado. Preocupada mire en todas las direcciones para asegurarme de que no me estuvieran observando.
-Tranquila, no están. Salieron de la ciudad por el fin de semana- escupió como leyéndome la mente-. ¿No pretendes decir nada?
-¿Qué debería decir?- pregunté mientras sorbía mi café.
-¿Realmente no recuerdas nada de anoche?
Todavía no me encontraba en mis cinco sentidos como para poder discutir con Max sobre la fiesta. Necesitaba descansar más. Mi cuerpo pesaba horriblemente y mis neuronas no eran mis fieles compañeras esa mañana. Sinceramente, no me estaba gustando el tono con el que me estaba hablando, y por más que hubiese hecho el ridículo la noche anterior, no me explicaba la dureza con la que me estaba tratando.
-Lo último que recuerdo es haber estado bailando en una mesa.
-Sí, lo sé. Estabas de lo más animosa con ese fulano.
¿Era mi idea o en su comentario se podían percibir celos?
-También recuerdo haber estado en la cocina, contigo, solos- acentué esta última palabra.
Su postura cambio al instante, pasó una mano por su cabello y lamió sus labios. Di en el clavo. Cada vez estaba más convencida de que también tenía sentimientos por mí.
-Es cierto, y tú te fuiste.
-Tus amigos querían estar contigo.
-Pero yo quería estar contigo- alzó un poco la voz.
Hubo un largo silencio. La tensión en el ambiente aumentaba con el pasar de los minutos. Decidí romper la pausa.
-¿Qué pasó?
-Creo que algo sabes.
-Me refiero a lo que no sé.
Bajó la mirada para evitar encontrarse con la mía. Se le notaba incómodo. No estaba segura de por qué estaba actuando así conmigo. Ayer estaba muy cercano, literalmente.
Me levante de mi asiento para acercarme a él. Bordeé el meson de la cocina de un paso lento, pasando mi mano por el borde de este. Tenía los píes descalzos, la camisa dejaba ver mis curvas y el comienzo de mis glúteos. Me puse detrás de Max, apoyé mi cuerpo en su espalda, luego mi cabeza. Rodeé su torso con mis brazos y nos fundimos en un abrazo cálido. Podía sentir su pecho extenderse con cada respiro. Se giró hacia mí, y sin mirarme me atrajo a él con sus manos en mi cintura para que me sentara en su regazo. Acarició mi cabello, luego mi cuello descubierto, se detuvo al nivel de mi pecho. Me tomó por los hombros, y dejó un tierno beso en mi frente.-No te olvidaste de nada, al menos nada importante- respondió finalmente.
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Sin ti, no soy nada
Teen FictionOtra historia cringe de amor, o no... Lea es una chica con mucha suerte. Tiene una linda casa, unos padres que la adoran y, lo mejor de todo, un novio de en sueño. Pero la vida no es siempre lo que parece, y cuando el cristal rosa por el que la jove...