XI

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Al día siguiente, después de haberme puesto en las buenas con Thais, contarle de mi nuevo amigo sin nombre y de los embrollos con Max, estaba tomando desayuno para ir al Liceo con mi amiga como siempre. El orden de mi vida se había restablecido sin mayor problema, así de aburrida era la vida real. O al menos así era antes de empezar en una pesadilla.

Al terminar de lavar los trastes del desayuno me dirigí a la puerta de salida para tomar mi mochila y salir. Con Thais solíamos encontrarnos a medio camino, por lo general se quedaba dormida como para que fuéramos caminando juntas desde mi casa. Pero para mi sorpresa, me encontré no a una Thais despierta y lista para ir al Liceo, si no que a mi nuevo amigo.

-Hola- me saludó muy animadamente con su pelo algo revuelto. A lo que yo le devolví el saludo algo confundida.

-¿Cómo sabes dónde vivo?- quise saber mientras salía de casa.

-Tengo mis contactos preciosa- dijo levantando las cejas divertido.

Ya más lejos de casa recibí el mismo mensaje de ayer, diciendo que mi amiga se iría con su novio. Eso me hizo pensar en Max, ¿realmente me veía con él? ¿siendo novios? ¿Acaso me veía a mí de novia con alguien? Estaba totalmente distraída, ni siquiera escuchaba lo que decía el chico a mi lado, pero creó que él lo notó de inmediato, porque no hablaba mucho. Entonces, se acercó a mí y me rodeo con sus brazos desde mi espalda, tomándome por sorpresa. En sus manos, frente a mi pecho, tenía una flor muy hermosa. Une begonia amarilla, nunca había visto una. Una oleada de emoción recorrió todo mi cuerpo, y más cuando lo sentí pegarse a mi cuerpo, eliminando toda distancia entre los dos para que ni un soplo de aire pasara entre nosotros.

-Una flor para otra flor, Lea- me susurró muy cerca de mi oido haciendo que la piel se me erizara.

-Sabes mi nombre...- las palabras apenas salían de mi boca por la impresión-. ¿Eres alguna clase de psicópata?- le pregunté tomando la flor entre mis manos temblorosas.

-De momento no, pero cuando te tenga secuestrada tal vez lo sea.

-Muy chistoso- reí sin humor-. Ahora dime, ¿cómo sabes mi nombre?

-Digamos que tuve una conversación con tu noviecillo y él me lo dijo.

-¿Hablaste con Max?

-En realidad no, solo me preguntó si te conocía

-¿Y tú qué respondiste?

-Pues la verdad, ¿qué más? Que te había conocido en su fiesta, que era nuevo en el Liceo y que tú, muy amablemente, te habías ofrecido a ser mi amiga, y que yo, como psicópata que soy, había accedido para poder llevar a cabo mi maléfico plan y liquidarte- le dirigí una mirada asesina frente a su comentario-. Está bien, eso lo último no se lo dije- levantó las manos a modo de excusa-. 

-No entiendo por qué te preguntó por mí- dije mi pensamiento en voz alta sin percatarme.

-Porque está loco por ti, y horriblemente celoso- aseguró entre risas-. ¿Cómo tan ciega?

-No estoy ciega, simplemente eso no es verdad.

-Claro... y yo soy Brad Pitt- soltó con ironía-. ¿Qué te hace pensar que no pueda estar enamorado de ti? Y como me digas que es por inseguridad, te juro que te lanzo desde la azotea del Liceo- esbocé una sonrisa.

-No es por insegura- solté su suspiro pesado para poder seguir-. El día de la fiesta tuvimos un acercamiento, pero hubo una interrupción. Fue ahí que pasó toda mi escena de borrachera que de seguro recordarás mejor que yo.

-¿Cómo olvidarlo? Te vez muy sexy en lencería oscura- me dijo muy por lo bajo con un tono seductor haciendo referencia a mi ropa interior de la que yo ni tenía recuerdo de llevar puesta.

-Eso no viene al caso- lo frené seria.

-Pero no lo niegas...

-Volviendo a lo otro- me aclaré la voz-, estaba muy borracha y pasé la noche en su casa- escuché un grito ahogado de su parte, como si no se creyese lo que le estaba contando-.

-Por favor no pares, que esto se pone cada vez mejor- exclamó con afán.

-Eres peor que las ancianas que no cierran las persianas- puse los ojos en blanco-. Resulta que desperté en su cama, con una camisa suya y sin mi ropa interior. Le pregunté si había pasado algo entre nosotros y él se mostraba muy arisco conmigo. Noté algo de celos cuando me contó nuestra escena en la fiesta, y después de haberle confesado que tenía sentimientos por él...-hice una pausa para ver a mi espectador, que tenía los ojos abiertos como platos y la quijada desencajada de lo chismoso-...nos besamos. 

-¡¿Y tú sigues sin creer que está enamorado de ti?! ¿Acaso te falta un tornillo o qué?

-Yo creí lo mismo- respiré con pesadez al recordar lo ocurrido el día anterior-, pero resultó que fue una mentira. Él mismo me lo confesó.

-No puedo creer eso. A ver preciosa, ¿acaso él mismo te dijo, de su propia boca: "Lea, el beso que te di, fue una mentira"?- negué con la cabeza, lo cierto es que no me lo había dicho, más bien todo lo contrario-. ¿Y entonces me vas a decir ahora que creíste en un rumor de pasillo?

-Bueno...eso no es tan así...- traté de justificarme.

-Es que no me lo puedo creer- antes de que me siguiera sermoneando le expliqué con lujo de detalles lo del lunes, pero fue en vano-. Él no te dijo que fuese una mentira, tú no lo dejaste que te explicara, y ahora estás lamentándote por que, según tú, no te quiere, siendo que es todo lo contrario. 

-Puede que tengas razón...- muchas preguntas se arremolinaban en mi cabeza. Y si Max estaba realmente enamorado de mí, ¿lo estaba yo también de él? Entre estas preguntas ya habíamos llegado a la puerta del Liceo, y yo de nuevo sin darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor.

-Descúbrelo por ti misma- murmuró frente a mí con sus manos sobre mis hombros-. Nos vemos luego preciosa- se despidió dirigiéndose a no sé dónde, dejándome ver tras él la figura de Max.

Bajo sus ojos noté cómo se habían formado unas pequeñas ojeras, indicándome que no había dormido bien o del todo la noche anterior. Aguanté la respiración por los nervios, y en ese instante me di cuenta de que sí estaba enamorada de él, o al menos que me gustaba, y bastante. Sus ojos brillaron al verme y ninguno de los dos sabía muy bien qué hacer.

-Lea...

-Max...

-Yo...en serio estoy muy arrepentido, no pretendo que me perdones, pero espero que, no lo sé, por lo menos podamos ser amigos...como antes. Quizás volver a ir al cine, o tomar un helado. No quiero que me odies...

-Creo que eso me gustaría bastante- hice un amago de sonrisa-. Y Max- lo llamé para que me mirara-. No podría odiarte...- dije en un susurro casi inaudible-, lamento cómo te traté el otro día, estaba muy enojada contigo y...

-No tienes por qué pedirme perdón, me lo merecía, sigo mereciendo tu enojo- expuso cabizbaja.

-¿Crees que es muy tarde si acepto las explicaciones que te negué ayer?

-Nunca es tarde si es contigo. 

Sin ti, no soy nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora