XVII

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Max no había pronunciado ni una sola palabra, pero quería hacerlo. Podía notarlo. Tenía muchas ganas de preguntar qué pasaba y no lo hacía. En su lugar solo apretaba los puños o la mandíbula, haciendo que sus celos pudieran hasta olerse a kilómetros.

Puse las flores en agua lo más rápido que pude para no dejar solos ni un solo minuto a los que estaban transformándose en dos machos alfas luchando por ver quién tiene el derecho a la presa más grande. Al volver, ahí estaban, exacto donde los había dejado, aguantando sus ganas cada vez más grandes de lanzarse a las manos.

-¿Acaso ustedes dos...?- trató de indagar Max con duda en su voz.

-¿Que si nos hemos acostado?- pegué un salto sobre mi misma cuando completó de manera algo impertinente el otro.

-¡Noah!- no pude contener mi indignación.

-Tranquilo amigo- le dio una palmada en el hombro a Max, cuyo rostro se había descompuesto por completo- claro que no lo hemos hecho. Ni si quiera estamos saliendo. Al menos no de momento- se pavoneó con una sonrisa que me hacía desconocerlo por completo y que terminó de hacer palidecer al chico que realmente me gustaba.

-¿¡Qué cosas dices!?- lo frené en seco-. Max, no lo escuches. Nada de lo que dice es cierto...- traté de explicar la situación.

-Creo que tal vez debería irme- ahogué un "no" tremendamente dolido en mi garganta que no se atrevía a salir ya que un nudo gigante impedía que cualquier sonido saliera de mi boca. Solo agradecía que mi padre siguiera durmiendo y que mi madre no nos hubiese visto o escuchado aún.

-Hey, hey, amigo mío- tomó a Max por los hombros como si estuviesen tomando una cerveza un viernes por la tarde- solo bromeo. No te lo tomes tan mal.

-No soy tu amigo, idiota.

-Y yo no soy un idiota. Ambos podemos jugar a esto.

-No me digas, a ver a quien termina escogiendo después de que te...

-Ya basta- alcé la voz finalmente dejando de lado mi inactividad. Ya no podía ser testigo de esa conversación y no hacer nada por frenarlo. estaban peleándose por mi atención y eso me parecía inaudito. Además de ello, el que creía mi amigo estaba espantando al chico que sabía que me gustaba y con el cual estábamos a punto de dar el siguiente paso. "Pobre Max", me dije al pensar en que había venido a buscarme esta mañana y que había terminado escuchando de la boca de otro insinuaciones de que él sobraba en mi vida amorosa. De seguro imaginó que había jugado con él la noche anterior y que mi beso no había sido nada más que un capricho. Se nos estaba haciendo tarde, por lo que me abrí paso entre ambos y salí para tomar mi camino.

-¡Preciosa!- me llamó Noah- ¿A dónde vas?

-¿Que no es obvio?- seguí caminando. Los dos se acercaban a mí con rapidez y pude escuchar como uno de ellos, no logré reconocer quién por mi frustración en el momento, intentó frenarme- No quiero hablar con ustedes- los increpé dándome la vuelta-. ¡Parecen niños!

-Pero yo no hice nada- intentó defenderse en vano Max.

-Con ninguno- sentencié, dando por terminada la conversación y dejándolos plantados frente a mi casa para seguir con mi camino.

No supe qué pasó con Max y Noah, pero dudo que se hayan hecho amigos esa mañana. Simplemente me los imaginé teniendo la pelea que habían contenido frente a mí, y era bastante probable, porque no los vi hasta el día siguiente. De camino al Liceo Thais se me unió. Viendo que caminaba mucho más rápido que de costumbre y mi grado de alteración por mis respuestas cortantes preguntó inquieta qué me había pasado. Le resumí el incidente de los dos machos peleándose por la hembra con el que había tenido que tratar esa mañana. Evidentemente mi amiga se largó a reír, alegando que tener a dos hombre luchando por uno era la mejor situación en la que podría estar, y que debería estar agradecida de que fuera así y de que no tuvieran ningún interés en mi persona, en especial en lo que correspondía a Max. Y en parte era cierto, al menos tenía la certeza de que Max sentía algo lo suficientemente fuerte por mí como para sentir celos, pero sin duda alguna no quería despertar ese lado de él. No era necesario, ni mucho menos sano. Lo que me molestaba era la actitud de Noah, que me había dejado atónita. Nunca lo había visto de esa forma, tan desafiante, buscando conflicto. El siempre se había mostrado caballeroso y hasta vulnerable en algunas ocasiones. Bueno, tampoco es que yo lo hubiese conocido realmente, no hacía mucho tiempo que recién estábamos entablando una amistad. Pero después de ese incidente, de esa insistencia, de esa forma que tuvo de pasar encima mío y de mis sentimientos sin que le importara un comino con tal de llevar su guerra de egos, me hizo pensar que tal vez no valía la pena seguir cultivando la amistad. Después de todo yo era solo eso, una presa que él no había logrado obtener y que ahora otro estaba por tener.

Le pedí a mi amiga que cambiáramos de tema, no tenía ganas de pensar más en aquel mal rato de camino a las clases, las cuales pasaron igual que todos los benditos días del año de todos los años que ahí llevábamos.

Los chicos no se presentaron durante la mañana, como era de esperarse, ya que se quedaron muy detrás de mí como para llegar a la hora caminando. Sin embargo, tampoco aparecieron durante la tarde, cosa que me sorprendió y hasta me preocupó un tanto, aunque me limité a pensar que no era nada grave y que fuera lo que les hubiese pasado, lo más probable era que se lo merecieran. Igualmente traté de no darle muchas vueltas al asunto, en parte porque no quería desearle el mal a nadie y en parte porque ya no quería saber de ellos. Pensé que su discusión habría subido de tono y habrían hecho uso de la fuerza para resolver sus diferencias, y que no me enteraría hasta la mañana siguiente por alguno que otro moretón en el rostro si mi teoría era la correcta. Siendo únicamente el tiempo el que me daría la respuesta dejé que pasara lo inevitable, que los minutos y las horas del días transcurrieran.

La tarde se abrió paso dejando consigo un cielo tremendamente oscuro por la gran cantidad de nubes y bastante frio para ser solo principios de otoño. Las hojas caían por montones por los torrentes de viento que habían y un par de gotas cayeron anunciando para noches de películas en pijamas acompañadas de una bebida caliente para las familias del pueblo. Yo ya ansiaba arroparme en mi cama a ver mi serie favorita y comer las galletas que mamá había dicho que haría esa tarde, por lo que aceleré el paso y dejé a mi amiga bastante atrás a menos de la mitad del camino de vuelta. Busqué las llaves en mi bolso y una vez que las tuve en la mano para entrar a casa me encontré cara a cara Noah sentado en el los peldaños de la entrada.

-¿Qué haces aquí?- quise saber sorprendida y algo harta-. Estás temblando- me bajé para estar a su nivel y lo tomé por el brazo.

-¡Ugh!- soltó casi como un gruñido por el dolor. Entonces me di cuenta de que su brazo derecho estaba enyesado y reposando doblado en un cabestrillo.

-Tu brazo...- me llevé la mano a la boca-. ¿Qué has hecho Noah?- supe que la pelea que había imaginado sucedió peor de lo que yo esperaba.

-Hubieses visto a tu noviecito, él se llevó la peor parte- trató de bromear al intentar ponerse de pie con evidente dificultad por el dolor.

-Max no es mi novio.

-Sí, claro, y yo soy el Duque de Edimburgo. Siempre dices lo mismo... En fin, no vine aquí por eso- se acercó cojeando a mí y me pidió apoyarse en mi brazo por un segundo-. Yo solo quería disculparme por mi actitud de esta mañana. Lo que hice no fue apropiado.

-No lo fue, fuiste un verdadero idiota- lo reprendí-. No entiendo qué bicho te picó para ser tan desagradable.

-En verdad no tienes idea- suspiró presadamente-. Comprenderé si prefieres mantener la distancia. Tal vez sea lo mejor, así yo no te doy problemas con tu novio.

-Espera, no puedes irte así. Tienes los labios morados del frío y estás muy malherido. Deberías pasar y tomar algo.

-No, ya debo irme.

-Insisto. Por favor- supliqué, no podía dejar morir la conversación ahí, necesitaba saber un poco más-, entra. Habla conmigo.

Sin ti, no soy nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora