El contraste entre el frio del exterior y el calor de la casa calefaccionada hizo que se me pusieran los vellos de punta y tuviera escalofríos. Detrás de mí, de bastante mala gana y arrastrando los pies, Noah metía sus manos en los bolsillos de su delgado pantalón para entrar a la casa.
-Ponte cómodo, vuelvo en un instante- le dije mientras me quitaba el abrigo y subía las escaleras a mi habitación.
-No hace falta, creo que es mejor que me vaya- expresó algo incomodo. Hice caso omiso a su comentario y fui lo más rápido posible a la habitación principal para prestarle algo de mi padre que le pudiera quedar y que lo hiciera entrar en calor.
-Toma esto, vas a pescar un resfriado- le lancé una chaqueta que papá no había usado más de una vez porque era demasiado "deportiva" para su guardarropa sumamente tradicional de sacos italianos. De seguro había sido otro de esos tantos regalos de la oficina que nunca usaba.
-No creo que sea pertinente usar ropa de tu...
-Caya y póntelo. No te preocupes, papá no usa nada que no pueda vestir con corbata- solté sin darle mucha importancia mientras iba a la cocina a prepararnos algo tibio y así entrar en calor. Sobre el mesón de la cocina había una gran bandeja llenas de galletas y una nota a su lado: "Nos fuimos a cenar fuera, no nos esperes. Besos". De la letra de mi madre y firmado por varios corazones el mensaje me avisaba que estaría sola en casa. En parte era bueno, así podía hablar con Noah en total libertad.
-Gracias- musitó por lo bajo detrás de mí poniéndose la chaqueta para luego sentarse en una de las sillas que había alrededor del mesón. Con dos tazas de café en la mano tomé asiento frente a él, en medio, las galletas separándonos. Él tomó una de las tazas y dio un sorbo aliviado.
-Bien, estamos solos. Ahora dime qué pasó esta mañana. ¿Qué pasó entre Max y tú?- le sostuve la mirada a pesar de que él la tenía fija en la taza que había posado en la mesa al escucharme decir las primeras palabras salir de mi boca.
-Es una tontería, no querrás saberlo- negó con la cabeza.
-Créeme que sí. De no haberte aparecido fuera de mi casa no habría preguntado, pero estás aquí y te aseguro que no es por una tontería. Quieres, aunque sea inconscientemente, contarme lo que pasa.
-Tienes razón- se reclinó sobre la silla y fijó sus ojos en la pared a mi espalda-, vine aquí con esa intensión, pero al verte me arrepentí de inmediato. No hay justificación.
-Ya deja de mortificarte. Estás aquí, en mi casa, sin invitación o aviso previo, después de montar toda una escena esta mañana con Max, después de no haber ido a clases en todo el día, con un brazo roto, disculpas baratas y falsos modales de caballero. No me vengas con que "no hay justificación"- lo imité algo irritada-. Tú querías que esto pasara: así que ahora, me cuentas qué diablos te pasa hoy.
Soltó un pequeño suspiro de asombro y esbozó una sonrisa en su comisura izquierda. Casi pude ver que se sonrojaba ante mi firmeza, como si le gustara ver ese lado tan recto y decidido de mí, lado que pocas veces salía a la luz, cubierto por varias capas de "politesse", pero que era en realidad gran parte de mi personalidad. Entonces, yo también me sentí asombrada y satisfecha por ello.
-Cuando toqué la puerta esta mañana esperaba verte a ti...-dijo en un susurro- no a ese idiota- apretó sus puños al igual que yo mis labios. No me agradaba que emitiera tales juicios de Max, ni si quiera se conocían, pero preferí no interrumpirlo-. Debo reconocer que tuve gran culpa en lo que pasó. Él me hizo sentir, no sé cómo decirlo. Fuera de lugar. Me dio a entender que ustedes tenían algo, y que yo ya no tenía espacio en tu vida. Eso me molestó, y como yo no recordaba que hubieses mencionado haber entablado con él ninguna relación oficial, decidí jugar un poco con Max. Ya sabes, sacarlo de sus casillas.
-Que inmaduro- no pude evitar soltar a regañadientes.
-Es la verdad. ¿Qué más quieres que te diga? ¿Qué fue Max el que empezó? Al menos acepto que me equivoqué.
-¿Por qué debería creerte?
-Ese es el asunto preciosa. No tienes porqué hacerlo- me miró directo a los ojos como si con ellos pudiera quitarme cualquier aliento habitando mi alma, haciéndome sentir que el corazón se me paraba. Estaba jugando limpiamente: si yo era dura y desconfiada con él, Noah también podía serlo.
-Sigo sin entender cómo es que terminaste así- señale su cabestrillo.
-Bueno, una cosa llevó a la otra y terminó en este pequeño accidente.
-¿Quieres ser más especifico?
-Preguntó que si las flores eran para ti, que qué hacía yo trayéndote ramos, que si acaso lo hacía todos lo días y que si solía venir mucho a tu casa. Para hacerlo sufrir le dije que sí a todo y creo que hice que pensara que éramos más que buenos amigos. Después de regodearme un poco con su cara de pánico al pensar que no era él único en tu corazón, llegaste. Lo que pasó lo recuerdas- hizo una larga pausa, tomó un sorbo de café y siguió-. Una vez que te fuiste no pudimos evitar pelear. Dije algo muy hiriente, y evidentemente el puñetazo que siguió era de esperare, además de algo que merecía con creces.
-¿Qué fue...?
-Es mejor que no lo sepas- cortó rápidamente. Era obvio que no diría una palabra más, no valía la pena seguir insistiendo. Pero...
-Sigo sin entender por qué le diste tanta importancia. Quiero decir, ¿por qué te dejaste acomplejar tanto por que Max estuviera aquí o por que dijera que estamos juntos? Es, es que no lo entiendo...
-Por celos- una risa amarga salió de su boca como un canto desesperado y triste-. ¿Todavía no entiendes que estoy perdidamente enamorado de ti? Esperaba que el sentimiento se apaciguara con los días, pero no hace más que crecer cada vez que te veo. Y cuando no te veo también, porque no hago más que pensar en ti- se llevó ambas manos a la cabeza, como queriendo arrancarse cada cabello sobre su cabeza-. Me vuelves loco- murmuró rozando mi mano-.
Apoyó sus antebrazos en la mesa, quedando más cerca mío. Acarició el dorso de mi mano con su pulgar, y no quitaba la mirada de su tarea, como si la vida se le fuera en ello. Pasó su lengua por sus labios y no pude evitar hacer lo mismo. Nuestra respiración se coordinó en el frenesí de nuestros corazones bombeando a toda maquina.
El picaporte sonó. Una llave en la cerradura. El rechinido de la puerta abriéndose. El frío entrando desde el exterior. Apretó mi mano con fuerza no queriendo dejarme por nada en el mundo.
-Hola cariño, ya llegamos- una voz lejana nos sacaba aún más de nuestra ensoñación.
-Es mejor que me vaya- mi vista se nubló por un segundo. No podía ver claramente.
La silla contra el piso. Los pasos alejándose. Las voces despidiéndose. Un pitido ensordecedor. La noche. La obscuridad. Y ningún recuerdo más.
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Sin ti, no soy nada
Fiksi RemajaOtra historia cringe de amor, o no... Lea es una chica con mucha suerte. Tiene una linda casa, unos padres que la adoran y, lo mejor de todo, un novio de en sueño. Pero la vida no es siempre lo que parece, y cuando el cristal rosa por el que la jove...