XIII

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Una vez mi amiga se fue, Noah y yo nos quedamos unos minutos más para terminar nuestras bebidas y pagar lo que habíamos consumido. Pero no podía dejar de pensar en lo que me había dicho, y la pregunta de si acaso él también había sufrido algún tipo de abuso en el pasado se arremolinaba en mi cabeza. No por que fuera hombre quería decir que no pudiera haber pasado por algo similar antes de llegar aquí.

Empezamos a caminar en silencio, cada uno en su mundo, pero mi curiosidad era cada vez más grande. Quería conocer más a ese chico.

-¿Qué querías decir con qué sabes lo que es que te miren demasiado cuando vas solo? ¿Acaso tú ...?- no me atreví a terminar mi pregunta, supuse que podía ser un tema sensible para él.

-Por suerte yo no, pero conocí a alguien que sí- hizo una pausa, como pensando si contarme o no, lo que parecía ser un gran peso sobre su espalda-. De donde me mudé hacían cosas horribles, es una ciudad llena de gente muy mala, todo lo opuesto a aquí. En este pueblo todo es muy tranquilo- me miró e hizo amago de sonrisa-. Hace cerca de dos años atrás tuve una novia. Eramos amigos desde la infancia y siempre hubo cierta atracción. Cuando crecimos yo le confesé que estaba enamorado de ella desde hacía mucho años, al ser correspondido, no tardamos en ser novios. Solíamos salir bastante, y con el tiempo me di cuenta de que muchos en las calles la miraban muy insistentemente. Podía notar la molestia que le causaba porque me apretaba la mano fuertemente, pero nada comparado con la angustia que sentía cuando le gritaban cosas obscenas. Yo siempre trataba de hacer caso omiso a los comentarios o miradas que le hacían, para mostrarme seguro, y así ella no se sintiera más incómoda de lo que ya estaba, cómo pensando que si veía que a mi no me afectaban no la afectarían a ella- suspiró con pesadez-. Cuan equivocado estaba. Una noche, después de venir a mi casa, se fue caminando. Todavía no estaba oscuro, eran cerca de las ocho de la tarde, un día de verano, y yo...no la acompañé, no insistí en llevarla. Fue el error de mi vida. Me dijo que estaría bien, que nada pasaría, que tomaría el transporte y llegaría rápido a casa. Esa noche la violaron. Un asqueroso abusó de ella, la tocó sin su consentimiento, y yo jamás me lo perdoné. Las semanas que vinieron ella no era la misma: se había apagado, ya no reía y el brillo de sus ojos había desaparecido por completo. Nuestra relación se fue deteriorando poco a poco, y un día me dijo que ya no quería estar conmigo, nunca me dio un porqué, ni mucho menos me contó lo que le había sucedido esa noche. No me enteré de ello hasta que sus padres me lo contaron. Ella había quedado embarazada de ese bastardo y...m-murió en un aborto clandestino.

Estaba perpleja, no podía creer lo que estaba escuchando. Noah había abierto una pequeña puerta muy íntima de él y me había dejado entrar en ella. Jamás pensé que ese chico tan extrovertido pudiese haber sufrido tanto y en tan poco tiempo.

-Cómo lo siento.

-No tienes por qué, no fue tu culpa...

-Tampoco la tuya, Noah- algo dentro de mi me decía que se culpaba por ello, por lo que traté de hacerlo sentir contenido.

-Eso es lo que todos dicen, pero siempre me sentiré mal por no haber podido hacer nada para evitarlo. Desde entonces tengo especial cuidado de cómo miro a las mujeres. Cuando es por la tarde y veo que alguna va caminando sola, guardo mis distancias para no asustarlas. Evitó mantenerles la mirada fija por mucho tiempo y ya no hago esos estúpidos comentarios sobre lo bien que se ven. Bueno...eso hasta que te vi a ti- eso último hizo que me frenara-. Lamento mucho si te he puesto incómoda con mi forma de ser, realmente no era mi intención- dijo con los hombros caídos.

-No pasa nada- lo tranquilicé poniendo mi mano sobre su hombro.

-Por favor se honesta conmigo, dime si te molesta- se puso frente a mí con rostro afligido.

-Bueno...en un principio fue extraño. Los chicos de aquí no suelen ser tan halagadores como tú, aunque eso no quiere decir que sean extremadamente respetuosos. Luego, cuando todavía no sabía nada de ti, se pasó por mi cabeza la idea de que podías tener malas intenciones, y eso me inquietó.

-No podría hacerte daño por nada en este mundo. Por favor no vuelvas a pensar eso- tomo mis manos apenado.

-Ya no pienso así- le regalé una de mis mejores sonrisas.

Seguimos caminando hasta llegar a mi casa, no hablamos mucho, solo nos hicimos compañía en un silencio bastante agradable.

-Gracias por acompañarme.

-No es nada, cuando quieras- ninguno podía sostener la mirada por más de dos segundos en la del otro. Me sentí muy tímida de repente.

-Y gracias por a-abrirte conmigo. No tenías por qué contarme- esta vez clave mi mirada en él y pude ver que un ligero rubor subía a sus mejillas.

-Quise hacerlo. Y...no lo sé...Por alguna razón confío en ti- sonreí para mis adentros, porque era un sentimiento que también compartía.

-Me alegra oír eso.

-Lea...- por primera vez en todo ese rato apartó su mirada del suelo para verme a mí-. Quiero ser sincero contigo- dijo muy serio-. La primera vez que te vi me gustaste, mucho. Yo quería invitarte a salir o bailar, pero al ver que no estabas en condiciones lo dejé de lado. Pero cuando te encontré de nuevo, y conversamos el otro día, pensé que tal vez podríamos ser más que amigos.

-Noah, yo...

-No digas nada- me frenó levantando levemente una mano en mi dirección-. Sé que estás enamorada de Max y él de ti. Se nota a lo lejos que hay química entre ustedes, no soy quién para interferir en eso. Solo deseaba que lo supieras. No quisiera ser deshonesto al ocultarte mis verdaderas intenciones en un principio. Ahora solo espero que podamos ser buenos amigos- sonrío tristemente-, hace mucho que no tengo uno- se giro sobre sus talones y empezó a alejarse de dónde estaba-. Nos vemos Lea...- se despidió a unos metros de mí girándose un poco para verme.

Me quedé parada frente a la puerta de entrada sin saber qué hacer. Sus palabras me habían tomado por sorpresa y no pude responder nada. Debió pensar que era una idiota por no decir nada. No quería entrar a mi casa, quería seguirlo, correr hacia él y responder algo, pero me limité a ver cómo desaparecía al llegar a la esquina de la calle.

-Querida, ¿qué haces aquí fuera? Entra ya que es tarde- se abrió la puesta a mi espalda con mi madre en un delantal. Seguro estaba preparando la cena.

No podía dejar de pensar en Noah y seguía mirando el lugar vacío que dejó al irse.

-Tal vez debí invitarlo a pasar- pensé en voz alta, ganándome una mirada extrañada de mi madre.

Sin ti, no soy nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora