QUINTO CAPÍTULO

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POV PANDORA 

Oh, sí. Definitivamente la habían visto.

– Lucifer de mierda, baile ceremonial de mierda – Pandora retrocedió un par de pasos antes de, básicamente, echarse a correr en dirección opuesta agradeciendo a todos los cielos que todos estuvieran demasiado ocupados en sus propios asuntos como para prestarle atención. Todos menos Caín, claro.

Tanto el rey de Abbadon como el príncipe de Arabella habían volteado en su dirección. ¿Había posibilidad alguna de que sea coincidencia? Probablemente no.

Podía sentir los pasos de Caín siguiéndola y rogaba a todos los ángeles que se tratara de paranoias suyas.

A duras penas, se abrió paso entre la multitud de doncellas, mientras lanzaba disculpas apresuradas en todas las direcciones.

No pierdas la calma, no pierdas la calma, no pierdas la calma

Repitió la frase internamente como si de un mantra se tratara, mientras centraba sus esfuerzos en idear un plan de escape que le permitiera salir bien parada de todo ese asunto. ¿Caín podía quitarle el título de comandante si así lo deseaba? Negó con la cabeza. Caín no lo haría, pero no podía decir lo mismo del rey si acaso se enteraba de lo que había sucedido.

Apenas si pudo doblar por el pasillo más cercano cuando sintió que alguien la cogía por la muñeca y le arrebata la máscara de un solo tirón. Cerró los ojos por instinto.

– Tenías que hacer lo único que no quería que hicieras, ¿no? ¿No pudiste obedecerme por una vez en tu vida? – Pandora se estremeció al escuchar la voz del príncipe. Nunca antes le había hablado de esa forma. Nunca le había gritado.

– ¿Acaso me dejaste otra opción? – Abrió los ojos de golpe para así encontrarse con el ceño fruncido de Caín.

Si las miradas pudieran matar, para ese entonces ya se encontraría varios metros bajo tierra.

El baile se había reanudado como si nadie hubiese notado su ausencia; sin embargo, la música sonaba demasiado distante. Tragó saliva. La mano de Caín estaba congelada; su contacto la helaba.

– Ah, ¿no? ¿No podías quedarte en tu maldita casa por una noche? ¿No podías ver el condenado baile desde tu televisor? – Pandora cerró los ojos cuando el puño del príncipe impactó a escasos centímetros de su rostro. Estaba segura de que la pared había temblado.

Por primera vez en la noche, Pandora se detuvo a pensar en la importancia que tenía ese baile. Estaba temblando de rabia, pero ¿qué podía hacer? Tenía la culpa, dioses, claro que tenía la culpa. Si algo salía mal esa noche, el tratado de paz podía venirse abajo. Y no la culparían a ella; culparían a Caín.

No atinó a decir nada.

– ¿Ahora simplemente planeas cerrar la boca? Ten la valentía de responder por tus actos, Pandora. ¡Ya no eres una niña! – Desvió su atención de él. No estaba en condiciones de indignarse por la forma en la que Caín la estaba tratando. Ni siquiera sabía cómo hacerle frente.

El príncipe sujetó su rostro. El frío la obligó a regresar a la realidad. Hacía años que no veía esa expresión en sus ojos.

Apartó sus manos de un empujón. Podía permitir los gritos, pero su orgullo no podía soportar nada más que eso – ¿Qué mierda quieres que te diga? ¿Que lo siento mucho?

El rubio soltó un bufido – Sería un buen inicio.

¡Bien! Lo lamento – Los ojos de Caín seguían mirándola con esa rabia indescriptible. Estaba aterrada, pero no por él, sino por lo que ella podía hacer si no se controlaba lo suficiente – Simplemente quería protegerte.

El secreto de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora