CAPÍTULO 20

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POV PANDORA

Después de largos minutos enfrascada en una aburrida lectura que no parecía contribuir a su investigación, Pandora cerró el libro de golpe liberando pequeñas motas de polvo que la obligaron a estornudar repetidas veces. No le sorprendía que nadie se hubiera tomado la molestia de revisar el contenido de aquel pesado libro.

Dejó caer su cabeza hacia atrás. Algunos mechones negros cayeron sobre su rostro. Suspiró con pesadez. Aunque el acceso a la biblioteca del palacio era limitado, aquella enorme habitación constituía la mayor fuente de conocimiento en Arabella y el mejor lugar para esconder secretos.

Paseó su mirada por encima de su única compañía: la enorme pila de libros que parecía crecer con cada minuto que pasaba. Su variado repertorio contenía todo tipo de títulos que iban desde glosarios sobre demonios hasta leyendas sobre ángeles.

A pesar de las advertencias de Lucifer, Pandora había hecho lo posible por contactar con la desconocida entidad que se hacía llamar su hermano en más de una ocasión. Los resultados habían sido lo suficientemente desmoralizantes para hacerla desistir de sus intentos, pero no planeaba rendirse con tanta facilidad.

Hizo un par de anotaciones en su libreta antes de proseguir en su tarea de morder la punta trasera de su bolígrafo de tinta negra.

El hecho de que Seteth hubiese insinuado que Sarah no era su verdadera hermana había logrado arrebatarle el sueño por largas noches. Si acaso las palabras pronunciadas por aquel enigmático hombre eran simples verdades, entonces su familia entera había pasado años engañándola descaradamente sin el menor de los remordimientos.

En un principio, Pandora había tenido la certeza de que la única intención de Seteth al remover el recuerdo de su hermana era meterse en su cabeza hasta ser capaz de manipularla a su antojo. Así lo había creído hasta que intentó evocar el recuerdo de su hermana en vida. Apenas si la recordaba.

Masajeó sus sienes en un intento por reactivar sus recuerdos. Hizo un esfuerzo por recordar la primera vez que había visto el pequeño cuerpo de Sarah entre los brazos de su madre.

Negó con la cabeza. No tenía recuerdo alguno de Sarah antes de que esta cumpliera los ocho años. Los recuerdos de su pasado que antes había dado por sentado se habían desprendido de su mente como una pintura vieja.

¿Qué estaba pasando?

Presa de la frustración, arrugó la hoja en la que llevaba largos minutos intentando garabatear el rostro de su hermana a los tres, cuatro y cinco años. No había dado resultados.

Acarició una última vez las páginas abiertas del libro de ángeles. La lista de dones era lo suficientemente extensa para hacerla bostezar del aburrimiento. Cada ángel tenía un don particular que le era asignado por decisión divina después de su nacimiento. Algunos habían tenido suerte en la repartición de los talentos y otros tantos debían contentarse con recibir nada más y nada menos que el simple don de la palabra.

Volteó la página. Se ganó una amonestación de la bibliotecaria al aplaudir en el aire después de encontrarse con la leyenda del elegido. Saboreó las palabras escritas en tinta dorada sobre el papel ligeramente desgastado. Las primeras líneas no eran ajenas a ella: la derrota de los ángeles, la promesa del creador y el nacimiento de un varón, hijo de una familia digna de sangre dorada, que sería elegido para convertirse en la salvación de su raza. Repasó las siguientes líneas con la mirada mientras hacía rápidas anotaciones en su libreta. Los talentos del elegido se activarían cuando cumpliera cierta edad no establecida. Sería una transformación lenta que debía ser supervisada por los más altos cargos angelicales. De caer en manos equivocadas, el poder del elegido podría destruir todo a su paso.

El secreto de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora