CAPÍTULO 12

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– Pandora, ¿por qué me dejaste?

Despertó tan pronto como la voz de Sarah hizo eco en su mente una y otra vez aumentando su intensidad con cada segundo que pasaba. Su corazón estaba agitado y una fina capa de sudor cubría su cuerpo entero.

Era solo un sueño, una pesadilla que se repetía en bucle como un recordatorio de su incapacidad para proteger a los que amaba. No se terminaba de acostumbrar a aquellas pesadillas en las que su hermana siempre le pedía explicaciones. Se había disculpado con ella miles de veces ya, pero el espíritu de Sarah no parecía estar conforme con sus disculpas.

Observó el rostro del muchacho que descansaba a su lado. Se permitió sonreír. Despertar en la cama del príncipe no había estado en su lista de tareas pendientes, pero le gustaría incluirlo a partir de ese día.

Fue la primera en abandonar la alcoba real. Con suma cautela, se deshizo del brazo que rodeaba su cintura desnuda. Caín murmuró una protesta, pero no planeaba ceder ante sus palabras por mucho que deseara hacerlo.

Saludó a los guardias de turno con una leve inclinación. Sospechaba que, para el anochecer, toda la ciudad sabría lo que había pasado en aquella habitación.

Atravesó el corredor con lentitud. No tenía las fuerzas suficientes para imitar el típico caminar apresurado que solía acompañarla con cada paso que daba. De todas formas, unos pocos pasos fueron necesarios para encontrar la habitación que Caín había mandado a diseñar exclusivamente para ella.

Sonrió. Pretendía pasar por alto el atrevimiento que significaba hospedarse a tan pocos metros de la alcoba real.

Abrió las pesadas puertas de un empujón. La imagen que el interior de la habitación le devolvió era deslumbrante, lo suficiente para dejarla boquiabierta por un par de segundos. A pesar de su belleza, le sorprendía que el rubio hubiese considerado que aquella habitación era la indicada para ser habitada por ella.

Cerró las puertas a sus espaldas y se tomó su tiempo para admirar la alcoba en todo su esplendor. Las cortinas eran de un inmaculado color crema con estampados dorados que describían figuras abstractas; parecían haber sido diseñadas con las telas más finas que se podían conseguir en el extranjero. El edredón, por su parte, le hizo cuestionarse si acaso no terminaría desgastándose con la aspereza de sus magulladas manos.

Una mujer apareció de la nada para explicarle todas las especificaciones de su nueva habitación: desde los detalles más insignificantes del balcón hasta las características más llamativas del complicado diseño del techo.

No tardó mucho en comprender que aquella alcoba no había sido diseñada para ella. Había sido diseñada para la mujer en la que debía convertirse si quería seguir al lado del príncipe heredero de Arabella.

Esperó que la mujer se llevara sus explicaciones a otra parte antes de sumergirse en la bañera. Dejó que la tibieza del agua se llevara sus preocupaciones y la suciedad de su cuerpo. Le hacía mucha ilusión poder regresar a su antigua vida de comandante; sin embargo, el hecho de que su primera misión fuese una pacífica misión de reconocimiento le quitaba toda la emoción al asunto.

A pesar de haber solicitado explícitamente ser incluida entre los participantes de la misión, Pandora no se encontraba realmente convencida de que quería regresar al lugar que provocaba que se despertara a mitad de la noche gritando el nombre de su hermana. De todas formas, no era como si tuviese otra opción. A esas alturas, encontrar el Libro Sagrado se había convertido en una auténtica obligación no solo por la misión que su madre le había encomendado tras su muerte, sino también porque así lograría estar un paso más cerca de los asesinos de su hermana. Un paso más cerca de la justicia.

El secreto de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora