CAPÍTULO 25

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POV PANDORA

La noche era hermosa. A pesar de no haber visto rastro alguno de las estrellas que tanto amaba admirar, el cielo totalmente desnudo poseía cierto encanto innegable. Digno de una pintura, si acaso tuviera el talento para hacer algo parecido a ello.

La niebla se había dispersado lo suficiente para divisar a duras penas el cementerio del palacio, donde horas atrás se había cruzado con el espectro de su hermano y donde había descubierto que Lucifer depositaba flores en las lápidas de sus familiares con regularidad.

Se apoyó contra la baranda del balcón de la alcoba. Comenzaba a hacer frío.

No había sido coincidencia que Lucifer optara por utilizar rosas negras. Eran flores únicas que solo crecían en la dimensión oscura y por las que Pandora no había tardado en mostrar su devoción. Desde que había exteriorizado su apego por aquellas peculiares rosas, habían dejado de ser exclusivas del jardín real de Abbadon para terminar plagando el resto del palacio en su totalidad. Nunca había creído que Lucifer podría estar detrás del asunto de las rosas negras, pero no lucía descabellado a esas alturas.

Acarició la portada de su diario de investigación. Después de hacer tantas anotaciones, la tinta negra había terminado convirtiéndose en su principal acompañante.

Restregó sus manos la una contra la otra en un intento por hacer que la tinta desapareciera, pero aquel gesto solo ayudó a empeorar el desastre sobre su piel. Suspiró con cansancio.

Los guardias apostados en la puerta de sus aposentos cual enormes estatuas se habían mostrado colaborativos al ir y venir hasta la biblioteca en busca de libros. Tenía la certeza de que aceptaban sus constantes recados únicamente por la posibilidad de encontrar algo que hacer en el camino. Cualquier cosa era mejor que pasar horas y horas parados frente a la puerta sin hacer mucho más que intercambiar una que otra palabra ocasionalmente.

Levantó la mirada en dirección a la luna. Lucía particularmente brillante aquella noche despejada, pero la belleza de los cielos no era suficiente para quitarle el amargo sabor que le dejaba estar encerrada en aquella torre. El personal entero del palacio se estaba movilizando en un intento por arreglar la situación externa. Pandora, por su parte, podía asegurar que pasaría varias semanas antes de poder abandonar aquella habitación.

—¿Necesita ayuda, mi lady?

Trastabilló. Tardó apenas unos segundos en reconocer al dueño de aquella melodiosa voz que había logrado ganarse su aprecio. Focalor sonrió al ver la mirada desconcertada en su rostro.

Pandora le devolvió la sonrisa. No había entrado por la puerta o al menos no era eso lo que sugería el enorme par de alas negras que enmarcaban su figura. Eran preciosas, pero no podía dejarse maravillar por algo tan banal como la belleza.

Apartó la mirada. Su mente había pecado una vez más proyectando imágenes de Lucifer.

—¿Eso significa que voy a meterme en problemas?

La sonrisa en los labios de Focalor se extendió. Podía ver en su mirada que se traía algo entre manos—Todo es legal hasta que eres descubierto, Pandora, pero esta noche no seremos descubiertos.

Pandora se echó a reír, aunque no tardó muchos segundos en cortar de raíz aquella carcajada. No podía ser descubierta por los guardias de una forma tan patética—¿No hubiese sido más sencillo solicitar la autorización del rey y entrar por la puerta como una persona normal?

Negó con la cabeza. Su mirada se ensombreció durante unos breves segundos—La situación es un tanto delicada en el parlamento. Las visitas a tu habitación se encuentran limitadas, pero son aún más estrictos cuando se trata de demonios intentando acercarse. No creo que tengas idea alguna de la cantidad de veces que Alouqua ha intentado visitarte desde que se enteró que fuiste herida en el campo de batalla.

El secreto de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora