CAPÍTULO 13

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Con el paso del tiempo, Pandora había adquirido la capacidad de maldecir en tres lenguas diferentes a aquel que tuviera el honor de perturbar su tranquilidad. Aquella mañana, por el contrario, todos los insultos iban dirigidos hacia ella misma.

Suspiró. No había dejado de maldecirse ni un solo segundo después de resolver el acertijo del laberinto. ¿Hubiese tenido mejores resultados si acaso no hubiese metido sus narices donde nadie la había llamado? A lo mejor, pero nunca había sido muy buena en eso.

—¿Cómo diablos hiciste eso?—Preguntó Caín por enésima vez.

—¿Instinto?—Suspiró ante la expresión desconfiada—La sangre atrae a la sangre... suena lógico que mis padres hubiesen esperado que solo alguien con el apellido Salvatore fuese capaz de atravesar el laberinto sin problemas. A lo mejor somos más inteligentes—Se encogió de hombros.

A un lado, Lucifer se encontrara murmurando algo por lo bajo. Bastaba ver la expresión que exhibía en su rostro para entender que no haber sido capaz de dar con una solución no le había agradado en lo absoluto.

El demonio la sorprendió mirándolo. Pandora levantó la mano derecha y la movió a ambos lados en lo que sería un saludo burlón acompañado de una sonrisita inocente en los labios. No pudo ver la reacción de Lucifer. Caín cogió su mano bruscamente impidiendo que continuara.

—Te dije que dejes al demonio en paz.

El ceño fruncido en el rostro de Caín era una silenciosa advertencia de que debía parar, pero el ángel parecía haber olvidado quién era la mujer tenía frente a él.

—El demonio tiene nombre y, si tanto le molesta ver mi bonito rostro, entonces estoy segura de que es capaz de venir y detenerme por sus propios medios. No necesita de una niñera—Quitó su mano de su prisión momentánea de un jalón y apresuró el paso.

Suspiró. No estaba de humor para tratar con el comportamiento voluble de Caín. No se le daban bien los planes, pero necesitaba encontrar una forma de despistar al resto del grupo.

Guardó silencio. Recién a esas alturas de la situación, fue consciente de los murmullos que se habían instalado entre los presentes. La mayoría giraba en torno a los secretos que los Salvatore escondían en aquella antigua mansión y el resto se dedicaban a tildarla de bruja por lo bajo. Se esforzaba por negarlo, pero el hecho de que Caín no hiciera nada por detener los murmullos resultaba un tanto decepcionante.

Negó con la cabeza. No necesitaba de un príncipe azul que viniera a su rescate. La vida no era un cuento de hadas. No le quedaba la menor duda de ello.

—¿Quieren saber de lo que una bruja es capaz?—Sus ojos brillaron bajo la luz de las antorchas. El rostro de ambos muchachos adquirió una palidez enfermiza. No sabía si enorgullecerse por su actuación o enojarse porque genuinamente creyeran que era una bruja.

Lucifer sonrió a la distancia. Sus ojos se encontraron por unos breves segundos, los suficientes para admirar la mirada de aprobación que decoraba su atractivo rostro.

El resto del grupo guardó silencio. Agradeció la tranquilidad que los acompañó durante el resto del recorrido.

La luz no llegaba hasta aquella zona subterránea, de manera que solo podía intentar adivinar cuánto tiempo había pasado desde el inicio de la expedición. Para su pesar, hacía bastante tiempo ya que había perdido la cuenta de los minutos transcurridos.

Una superficie dura la obligó a detener su andar. Tardó unos segundos en comprender que se trataba de la espalda de Lucifer. Había frenado en seco.

No tuvo tiempo para emitir queja alguna sobre el golpe en su frente. Entornó los ojos en un intento por ver aquello que había detenido repentinamente al demonio.

El secreto de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora