CAPÍTULO 32

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POV PANDORA

Pandora hizo un esfuerzo por ignorar las silenciosas quejas de su cuerpo. Estaba sedienta, pero no era el mejor momento para pensar en eso.

Acarició sus magulladas muñecas con la mayor delicadeza posible evitando rozar allí donde la carne viva lucía aún sangrante. Las marcas de la cadena contra su piel desaparecieron tan pronto como Pandora apartó su atención.

Se puso de pie.

Observó el reflejo de su cuerpo en la abandonada espada de Ishtar, aunque no era necesario verlo para comprender que no había sufrido lesiones graves. En realidad, no había sufrido lesión alguna. Lo más evidente era, probablemente, la fina capa de sudor que bañaba cada esquina de su cuerpo.

Sus rodillas temblaron al comprender lo que había sucedido.

No... no, no podía terminar así.

Atravesó con la mirada la estancia. No quedaba rastro alguno de lo que alguna vez había sido la silueta bien proporcionada de Ishtar. Los nauseabundos pedazos de piel pegados contra las paredes y las infinitas manchas de sangre negra que decoraban el techo de la habitación le permitieron reconstruir la escena.

Un simple murmullo había bastado para acabar con la vida de la mujer frente a ella. La entonación elocuente de aquellas palabras que había memorizado de su madre habían acabado con ella.

Pero esa no era la venganza que había estado esperando.

Arrancó un pedazo de tela de la parte interior de su vestido y se apresuró a limpiar el sudor sobre su frente. Acababa de vengar la muerte de su hermana, pero se sentía incapaz de regocijarse en su gloria.

¿Por qué? ¿Por qué se sentía tan vacía?

El poder que fluía entre sus venas no parecía tener una respuesta para sus preguntas.

Pandora abandonó la estancia dejando el pasado sellado en la habitación de Astaroth. Los guardias apostados a ambos lados de la puerta no se atrevieron a hacer pregunta alguna, aunque podía sentir la duda en el curioso aroma que desprendían.

Bajó la mirada hasta sus manos. Acababa de matar a un demonio, al demonio que había asesinado a su hermana menor, al demonio que había estado a punto de acabar con su vida unas semanas atrás, entonces... ¿por qué no sentía nada?

Dudó al acceder a la intersección de los siete pasadizos, pero nadie parecía tener intención alguna de seguir sus movimientos con la mirada. A lo mejor, había logrado engañarse a sí misma con toda esa farsa de los demonios. Era un demonio, ¿verdad?

Claro que lo era. ¿Quién había matado a Sarah si no era ella?

Esperó. Aunque apenas faltaban un par de minutos para que Lucifer abriera el portal por segunda vez, el tiempo no parecía seguir su habitual carrera esa noche.

Se preguntó si el demonio estaría preocupado por ella, si acaso estaría conteniendo la respiración a la espera de su llegada.

Suspiró. Si acaso era tan poderosa, ¿por qué se sentía tan frágil? Si acaso su destino era salvar miles de vidas y concederles la libertad a los ángeles, ¿por qué tantas personas habían tenido que pagar por sus errores?

No lo entendía. ¿Qué se suponía que la hacía tan importante? Ella ni siquiera había pedido ser el recipiente de un don tan poderoso, ella jamás había planteado la posibilidad de ser algo parecido a una salvadora o un símbolo de rebelión. ¿Por qué? ¿Por qué ella?

Levantó la mirada. El portal.

Arrastró sus pisadas en dirección al familiar escenario. No estaba segura de ser capaz de hacerle frente a quien se cruzase en su camino desde ese momento en adelante, no teniendo tantas dudas palpitando en su cabeza, no sabiendo que el poder que había dormido por tanto tiempo dentro de ella había decidido despertar en el peor momento, no cuando fragmentos olvidados de memoria hacían lo posible por destrozar sus convicciones y machacar su personalidad. 

El secreto de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora