Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]

XIII. REUNIÓN

RECORDATORIO

Esta historia tiene dos autoras: @punk_bandit (Corvo) y yo (Garrett).

Ya sé que es fácil olvidarlo porque Wattpad sólo nos permite publicar con una cuenta, pero para que lo tengáis en cuenta en vuestros comentarios en el futuro. ¡Muchas gracias! ^w^

Durante los siguientes tres días con sus noches, Corvo se encargó de cumplir su palabra al pie de la letra. La mayor parte del tiempo, tanto el ladrón como el asesino se enfrascaban en sus quehaceres en la Torre y no se molestaban el uno al otro si no era por algo importante o necesario. Incluso Corvo parecía empezar a respetar más al birlo cuando hablaban de trabajo o cuando comparaban diseños de Sokolov con los planos que el ladrón dibujaba para crear nuevos artefactos.

Empero, de pronto y sin aviso, Corvo abandonaba su buen humor o su aparente indiferencia para acorralar al ladrón contra una pared, o para asaltarle de repente materializandose sin avisar. Lo agarraba, lo tocaba y lo provocaba. Si Garrett se negaba, le castigaba. Si se resistía, le ataba o le inmovilizaba. De un modo u otro, el isleño se las apañaba para tenerlo supeditado a su voluntad y poder hacer con él lo que quisiera. A veces simplemente lo tocaba y lo acariciaba para excitarlo y luego se retiraba, dejándole a medias para aumentar la excitación de su próximo asalto, quizá simplemente porque le divertía jugar con su frustración. Otras directamente metía la mano bajo su ropa para asegurarse de que había entendido su orden de lubricarse debidamente. Si estaba húmedo tenía el tacto de prepararlo antes de montarle. Si no, lo penetraba con rudeza para que el dolor le recordara por qué tenía que grabarse a fuego sus reglas si no quería sufrir por ellas.

No obstante, las noches fueron las que, para el ladrón, se volvieron más largas. La intimidad de la oscuridad y las sucesivas copas de vino que Corvo había consumido durante el día aumentaban su líbido y su creatividad para mandar realizar a Garrett tareas humillantes dedicadas únicamente a quebrar su orgullo y doblegar su voluntad. Y, si no cumplía, lo azotaba o lo castigaba con crueldad hasta hacerle gritar y suplicar clemencia entre lágrimas. El ladrón sólo necesitó otra noche más para aprender, rápidamente, que le convenía hacer lo que Corvo le decía si no quería que éste lo echara de la cama y lo obligara a dormir y a comer en el suelo como un animal. Eso, obviamente, después de haberle tenido despierto durante horas a base de palabras soeces y follarle hasta quedarse satisfecho para, finalmente, darle la espalda y dormirse sin prestarle más atención.

La segunda noche, por "portarse bien", después de saciar su lascivia, Corvo le permitió recuperar su estatus y dormir junto a él en la cama, igualmente dándole la espalda e ignorando su llanto enmudecido y sus temblores fruto de la frustración y el cansancio físico al que le sometía.
La tercera, el ladrón prácticamente se dejó hacer, bajando su nivel de resistencia notablemente al entender que daba igual que se lo pusiera difícil o no: al final Corvo acababa obteniendo lo que quería. Y, tal y como él mismo le había dicho, sufrir o disfrutar de ello dependía únicamente de Garrett.

Aquella noche, Corvo respetó sus horas de sueño y le dejó descansar.

La mañana del día señalado, Garrett abrió los ojos con las luces del medio día. La manta estaba enredada entre sus piernas. Hacía calor, lo que era raro en La Ciudad, y un leve aroma húmedo revelaba la calima que solía levantarse desde el río cuando había cambios de temperatura. El ladrón se movió, recuperando la motricidad de su cuerpo marcado de chupetones y marcas de las huellas dactilares de Corvo.

El leve movimiento sacó del sueño a Corvo, con lentitud, como si alguien hubiera tirado de un hilo suelto en un tapiz y el paisaje fuera desapareciendo línea a línea. El tapiz, en esa ocasión, era un tejado infestado de gaviotas y a la vez una taberna ruidosa, con las risas humanas mezclándose con los graznidos.