V. REFLEJO

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Cuando las fosas se llenan, la vida crece encima de la tierra.

La marea baja, desvelando unos tesoros y llevándose otros consigo.

Los niños se esconden bajo las sábanas, sin saber que el peligro 

de ocultarse es mayor que el de descubrirse.

Los comentarios del Corazón eran más indescifrables que nunca, conduciendo a Corvo a un hastío que le llevó a dejarlo dentro de una de las vitrinas de Garret. Aún así, iba apuntándolas todas en un cuaderno, para cuando pudiera meditar sobre ellas. En los dos días siguientes a los incidentes de las catacumbas había estado muy ocupado, sin cruzarse con el ladrón más de lo necesario. Tuvo que arreglar la máscara, tarea complicada en la que invirtió muchas horas. También se entretuvo rebuscando en el sótano de la Torre hasta encontrar los materiales necesarios para crear un mecanismo que calentara el agua antes de dejarla caer en la tina; los baños calientes eran una necesidad, no un privilegio. Montarlo todo le tuvo abstraído un día entero. En el sótano halló algunos tesoros importantes. Otro jergón, más sillas y un espejo de pie cubierto de polvo, cuya limpieza encargó distraídamente a Garret. Pasaron dos días sin que apenas fueran conscientes de ello. En la noche del segundo, Corvo subió al piso más alto secándose el pelo con una toalla. Quería comprobar si Garrett había cumplido su recado o seguía enfrascado en el libro.

El espejo, enmarcado en oro, relucía con su cristal rajado por una línea oblicua justo en el lugar donde Garrett había estado colgado, como si hubiera algún tipo de chiste en ello. Le devolvió a Corvo una imagen partida de sí mismo. Otra ironía, esta vez, del universo en persona.

Garrett sí estaba enfrascado en su libro. Sentado sobre su mesa de trabajo, donde las herramientas (usurpadas por Corvo para reparar su máscara) habían sido sustituidas por varias velas, trozos de papel y un pedazo de grafito con el que él escribía en una letra legible, ligeramente inclinada. Tenía los codos apoyados en la superficie y los dedos entrelazados ante la boca. Llevaba puesta una túnica oscura, ajustada al cuerpo y sus pantalones de cuero hasta las rodillas. Sus pies descalzos y sus muñecas ya no llevaban vendas. Y, por primera vez, se estaba sentando en la banqueta sin ponerse algo blando debajo.

Su mirada, limpia y sin ningún maquillaje, estaba sumida en unos símbolos muy similares a los que habían visto por las ruinas subterráneas. Parecía estar intentando descifrar algo, pero su cara no parecía satisfecha en absoluto.

—¿No puedes hacer callar ese trasto? Así no hay quien pueda concentrarse—murmuró cuando fue consciente de la presencia de Corvo a sus espaldas.

La incapacidad de reconocer las propias carencias 

suele mostrarse como ira hacia lo ajeno.

—Cierra el pico—le soltó el ladrón al corazón.

La risa de Corvo se manifestó como un bufido nasal. Había limpiado el espejo, él estaba de buen humor y por una vez el Corazón había hablado sin metáforas extrañas. No sería necesario usar el cuaderno para anotar esa acertada puntilla, estaba dirigida a otro.

—¡Eso iba por ti, Garret! Y no, no puedo. Con el tiempo dejarás de escucharlo, como haces con las campanadas que a mi me despiertan cada hora.

—Qué bien...—bufó el otro.

Corvo se apoyó en la mesa, tras anudar la toalla en su cadera. Garrett sintió, a través de la ropa, el calor residual que su cuerpo desprendía tras el baño caliente. Un suave olor le llegó a la nariz... No era el de aceite de ballena, tampoco el de la pastilla de jabón de jazmín que había robado de la Casa de las Flores, no... Era algo a caballo entre un ocre dulce y la sal marina. ¿El olor de... Corvo? Aprovechó para cruzarse de piernas en su asiento y usar eso de excusa para ladear su cuerpo hacia sus apuntes, dándole deliberada y parcialmente la espalda.

Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora