VII. CUERVOS NEGROS, GAVIOTAS BLANCAS

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"Una partida de ajedrez está jugándose sin tablero. Allí, las blancas tienen más fichas.

Gane quien gane, Corvo es el premio".

El corazón no había dejado de susurrar aquello desde que Corvo se había esfumado de la Torre del Reloj. Garrett obviamente intuía que era una pista para encontrarlo. La pregunta inmediata que le mantuvo casi toda la noche en vilo fue... ¿Quería hacerlo? Le había costado mucho lograr que el asesino lo dejara tranquilo. No obstante, el hecho de que Corvo se hubiera dejado cosas atrás, como el Corazón, le dejaban claro que su decisión de irse no había sido para nada premeditada. Aún le costaba creer que unas pocas palabras afiladas lo hubieran turbado tanto como para provocar semejante reacción en él. Pero, pensándolo, no era la primera vez que le veía actuar de aquella manera.

"Cosas que no ves pero arden con el catalizador adecuado". El ladrón parecía haber encontrado uno de esos catalizadores en lo poco que le quedaba a Corvo de humanidad.

Se pasó el resto de la noche saltando de cornisa en cornisa, recorriendo los tejados, caminos y atajos que conocía con el Corazón latente y susurrante en la mano, latiendo despacio, susurrando secretos al oído. Irónicamente, como Corvo le dijo en su día, no tardó en acostumbrarse a esa voz, a ignorarla cuando no la entendía y a prestarle atención cuando lo que decía cobraba algún sentido en su cabeza. Empero, cuando le preguntaba por su legítimo dueño, el corazón volvía a repetir:

"Una partida de ajedrez está jugándose sin tablero. Allí, las blancas tienen más fichas.

Gane quien gane, Corvo es el premio".

Buscó principalmente en las tabernas, en los lugares por los que habían pasado, incluso por los burdeles. Preguntó a los mendigos, que a cambio de unas monedas soltaban datos al aire que el ladrón siguió, siendo el encargado de llevar el carro de los cadáveres al cementerio el que le dio la pista definitiva al mencionar "un hombre alto y sombrío con un abrigo largo" cerca de la zona de los muelles. Allí, Garrett se escabulló entre los puestos de la Guardia del Mar y los astilleros. El latido tomó más fuerza y la luz propia de la Primigenia comenzó a palpitar también en su ojo. A medida que ascendía hacia el tejado de un enorme almacén, sus susurros se volvieron más y más caóticos en la cabeza del ladrón. Fue entonces, con la primera luz del alba, cuando detectó el destello que colgaba de un poste en lo alto de un tanque de agua, observándole.

Garrett se apresuró a trepar y alcanzar el brillo. El corazón guardó silencio por fin. La máscara de Corvo, vacía y sin dueño, estaba colocada en lo alto del poste, girada hacia la ciudad, observando, vacía e impertérrita, desde su posición. Manchas de sangre ya oxidada cubrían el metal.

Antes de regresar a la Torre del Reloj para poder descansar, notando que el agotamiento hacía mella en sus reflejos, Garrett pasó por el abandonado taller de Ector Rothchild. El viejo ingeniero loco se había ido hacía ya meses de la ciudad, habiendo terminado a su "autómata con alma" y cansado de que nadie le tomara en serio, partió a Blackbrook, donde esperaba tener más éxito con su marioneta de metal. Nadie había ocupado el lugar, aunque sin duda había sido saqueado varias veces. Por Garrett en primer lugar, quien se apoderó de casi todas sus herramientas y cosas de valor antes que nadie. Por suerte, tuvo el tino de esconder entre las vigas huecas del sótano de la trastienda algunos de los tratados de ingeniería del inventor. Recordaba que uno hablaba de cómo hacer funcionar dispositivos eléctricos sin necesidad de cable, lo cual esperaba que le ayudara a deshacerse de una vez de los molestos brazaletes de Corvo. Podía moverse libremente con el dispositivo en el bolsillo, pero no dejaba de ser un engorro peligroso, y además no se fiaba de que al mojarlos no fueran a fallar, provocándole una desagradable muerte instantánea que sólo dejaría de él un cadáver frito.

Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora