IX. PROVOCACIÓN

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Puede que fuera por los efectos de las amapolas o porque el cerebro necesitaba un descanso después de los dos últimos días, pero Corvo durmió sin sueños lo que restaba de noche, despertándose sólo en una ocasión para beber agua. Cuando tanteó el suelo buscando la jarra, sus dedos tocaron la agradable piel de los melocotones. Un gruñido de protesta en sus entrañas le invitó a devorar uno con grandes bocados. Al ver que no tenía intención de salir por donde había entrado, comió el segundo y volvió a dormirse casi al instante, con un brazo caído fuera del jergón y los dedos pegajosos. Cuando la mañana despuntaba, una rata del mismo color que el cielo olisqueó la zona, agarró los restos de una de las frutas y salió corriendo a esconderlos en su madriguera.

Con el alba la vida se activa para algunos y se recuesta para otros. ¿Dónde está el punto intermedio?

El parloteo del corazón hizo las veces de despertador, cortando un ronquido por la mitad, haciendo que la sonora inhalación se rompiera en varios ruidos nasales. El golpe de Garrett le había dejado un par de coágulos atravesados.

—... Mmmfff al diablo...—murmuró el asesino con los ojos cerrados, haciendo un gesto de tirar algo hacia el artilugio.

La mayoría de los mercaderes ya habían hecho sus negocios y recogían los tenderetes cuando despertó del todo, horas después. Sin dolor de cabeza y con las heridas en buen estado, por lo que pudo comprobar cuando usó el aseo. Se limpió sin calentar agua y escupió la sangre espesa que se había atorado entre nariz y boca, reconociendo que eso sí seguía dolorido, había sido un buen gancho el de esa rata malévola. Se lavó los dientes añadiendo el masticar unas hojas de menta y dejó la ropa interior en una tina vacía, para lavarla junto al resto cuando tuviera ganas.

Desnudo y fresco, subió hasta la zona donde tenía sus cosas, allí donde solía estudiar el ladrón.

Garrett leía atentamente los apuntes del Barón Northcrest que estaba usando para cotejar los símbolos. Totalmente concentrado en ellos, tardó en levantar la vista lo justo y necesario para admirar el físico de Corvo paseándose desnudo por toda la Torre. Apartó la mirada en cuanto se cercioró de que el asesino parecía estar bien. Le escuchó trastear entre las estanterías.

—... Me temo que lo que quedaba de tu guiso se terminó antes de ayer—. Le informó—. Tienes conservas y algo de queso abajo—comentó, cambiando unas cartas por otras.

—Vete al cuerno, víbora paliducha.

Garrett se rió para sus adentros, aunque no disimuló una sonrisa divertida por su comentario.

En el proceso unos planos nuevos saltaron a la vista, en los que el ladrón había garabateado algunos diseños nuevos de cabeza de flecha, basándose en los brazaletes que aún reposaban sobre la mesa. Uno de ellos estaba intacto, el otro había sido totalmente desmontado para estudiarlo.

Sus últimas excursiones se habían centrado especialmente en adquirir materiales y recambios especiales que no podía encontrar en cualquier parte. Robar en casas de ingenieros siempre era divertido, había trampas y una vigilancia moderada, suficiente para no ser un engorro y bastante como para que no fuera demasiado fácil. Se había hecho con un buen botín armamentístico y había rellenado casi todas sus municiones.

Un trueno resonó a una distancia no muy lejana. Se avecinaba tormenta esa noche. El olor a petricor se colaba por las ventanas con intensidad.

Corvo se puso unos pantalones anchos de tela fina que no molestarán la cicatrización de los picotazos, sin nada debajo. El día estaba nublado pero hacía un calor pesado. Al estar listo fue hasta la espalda del otro, echando un vistazo a ver con que andaba trabajando.

—Vaya, ¿así estudias el libro? El Forastero está arrugando la naricilla en algún sitio, puedo sentirlo.

—No le he oído quejarse.

Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora