De vuelta a su habitación en el ala infantil, los mendigos que hacían de ayudantes de la doctora se ocuparon de llevar a Garrett hasta la habitación y lo acostaron en la camilla que había junto a la de Corvo. Siguiendo las indicaciones de la médica, envolvieron sus heridas con vendas untadas en ungüento de amapola blanca y le dieron de beber otra dosis de amapola roja para dejarlo dormido con un paño húmedo en la frente para bajarle la fiebre y arropado con mantas hasta la nariz.
Mientras tanto, Rosana se encargó de revisar la herida de Corvo con extremo cuidado. Repasó la larga cicatriz en forma de zig-zag que le atravesaba la pantorrilla. La inflamación hundía los puntos en la carne y enrojecía el contorno de la herida, prometiendo dejar una marca que le duraría toda la vida. Mientras la doctora terminaba de limpiarle la herida con más ungüento de amapola blanca, sus ayudantes trajeron una bandeja con un plato humeante. Por el olor, parecía un guiso de pescado. Corvo empezó a salivar y sus tripas protestaron, hambrientas.
—Adelante, coma. No se ande con remilgos, Attano.
No tuvo que pedírselo dos veces. Corvo empezó a devorar el plato, hasta que se detuvo de pronto mirando a Garrett. Rosana sonrió, mirando de reojo cómo el hombre se preocupaba por el ladrón inconsciente.
—Le traeremos algo de comer cuando despierte. No se preocupe, ahora mismo le hace falta dormir.
Con un silencioso asentimiento, Corvo terminó el plato bebiéndose el caldo caliente a grandes tragos. Agradecido tras haber podido comer algo caliente, dejó el plato sobre la mesilla junto a la cama y comprobó que la herida que ahora vendaba la mujer parecía limpia y sin infecciones.
—... No voy a perderla, ¿verdad? —Preguntó.
—Quédese tranquilo. Creo que estoy ante uno de mis mejores trabajos de reconstrucción hasta ahora. Y no es que quiera echarme flores, pero tiene mucho mérito teniendo en cuenta que el instrumental del que dispongo aquí no es como el de mi clínica de Blackbrook. Cualquier otro matasanos local le habría amputado la pierna por debajo de la rodilla con una sierra oxidada.
—¿Le gustaría firmar su obra? Con unos cuantos cortes más podría escribir su nombre en blanco y yo podría presumir de quien me ha tratado.
—Acaba de ganar usted el premio al halago más grotesco que me han hecho nunca, Lord Attano —contestó ella con sarcasmo. Corvo sonrió.
—Perdone que me meta donde no me llaman, y conste que me parece maravilloso contar con una profesional de su categoría, pero —se aventuró a preguntar—; ¿qué hace usted aquí? —Rosana le dedicó una mirada larga e impersonal—. No pretendo ofenderla, pero conozco a muchos médicos la mitad de hábiles que usted, y todos viven —tragó saliva y se corrigió—: vivían en mansiones de lujo.
—No se equivoca. Yo también viví entre lujos, cuando era joven —la mujer se encogió de hombros y comenzó a vendarle la pierna con cuidado—. Yo también sé reconocer a un soldado, Lord Attano. Yo también diría que usted ha conocido los privilegios de una vida de lujo, por la forma en la que se refiere a la anciana y el fino acero de su espada.
—Muy observadora —asintió Attano, apreciando los gestos firmes aunque amables de la médica mientras trabajaba—. ¿Cómo terminó aquí?
—Me licencié en la Universidad de Illyria y logré el cuarto mejor título de cirujía del continente. Sin embargo, mis colegas de profesión y mis superiores no acababan de ver con buenos ojos que una mujer superase sus escasas expectativas, así que me mudé a Blackbrook y me alisté en el ejército. Era la forma más económica de seguir estudiando y lograr experiencia. Poco después estalló la guerra con Valmoore —la mujer no apartó la vista mientras trabajaba—. Coser heridas y cercenar miembros aplastados por balas de cañón no era el trabajo de mi vida, pero me sirvió para hacer carrera y convertirme en Jefa del destacamento médico del Ejército de Infantería de Blackbrook. Después de dos años en el frente, fui trasladada a un campo de prisioneros, donde encerraban a los soldados de Valmoore para ser interrogados. —Corvo tragó saliva sin querer- —Ciertamente, no consta entre las mejores experiencias de mi vida. Las condiciones eran terribles y muchos estaban enfermos. Al ser el enemigo, nadie quería responsabilizarse de ellos, así que empecé a hacerlo yo, provocando que mis superiores no estuvieran muy contentos conmigo y que mis compañeros me criticasen de forma muy desagradable. Sin embargo, eso no me detuvo.
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Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]
FanfictionFan-fiction en colaboración con @Punk_Bandit sobre los personajes principales de las sagas de videojuegos Thief (2014) y Dishonored (2012). Corvo Attano (@leosango_escritora), huido de la ciudad de Dunwall después de desatar el caos más absoluto ent...