X. EL DESTRIPADOR DE DAYPORT

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Cuando abrió los ojos, reconoció su propia mano ante su rostro, yaciendo sobre su lecho habitual. Estaba desnudo, pero cubierto con la nueva manta, gruesa y suave, tapado hasta la oreja. No recordaba exactamente cómo había llegado hasta ahí, aunque sí tenía la vaga imagen mental de Corvo ayudándole a salir de la bañera y luego cargando con él en volandas. Una tenue luz empezaba a clarear en el cielo. Al final había dormido casi toda la noche, agotado tras el intenso encuentro sexual con Corvo. Si bien, en ese momento de amodorramiento, Garrett no se paró a pensar específicamente en ello.

Se enderezó, encontrando junto al colchón un vaso de agua, que se bebió casi de un trago, y un par de piezas de fruta que devoró sin pensárselo. Estaba tan hambriento como sediento. Al acercarse la mano a la cara para comer, se percató que su piel desprendía un olor intenso a jazmín.
    Corvo no estaba a la vista. Y tampoco lo escuchó por la torre. Su máscara no estaba, tampoco, aunque el corazón sí seguía en su sitio, así como su macuto y el resto de sus cosas.

Garrett se levantó, algo más recompuesto. De hecho, quitando los leves moratones que Corvo había dejado en su cintura con la forma de sus dedos, que sí le molestaban un poco; el ladrón se sintió extrañamente ligero. De hecho, físicamente, se sentía bien. Mejor de lo que había estado hasta el momento. Mentalmente… Más bien, era como si no pudiera pensar. Estaba ensimismado en la sensación de falso bienestar, en la que se mantenía ilusoriamente cómodo.

Se vistió, colocándose en esa ocasión una camisa negra de lino que se ajustaba a su cuerpo y unos pantalones de tela. También se puso su cinturón, al que había atado el talismán que le había prestado Corvo. De día no planeaba ir a ninguna parte. Aprovechando que el asesino no estaba por la torre, Garrett se dedicó a hacer algunas tareas básicas, como lavar ropa, ordenar y limpiar un poco y, a última hora, una sesión de cuidado intensivo de sus manos, lo que incluía limarse bien las uñas y limpiarlas y usar una manteca vegetal de olor fuerte que se deshacía en una especie de aceite en contacto con la piel. Garrett repetía ese ritual varias veces a la semana, o incluso al día si tenía algún trabajo importante. En el proceso, ignoró deliberadamente las marcas alargadas que aún marcaban suavemente en brazos allí donde había hecho presión para sujetarse a la bañera.

Durante ese breve remanso de paz, Garrett no habría visto diferencias entre ese y cualquier otro día normal en su vida antes de Corvo. Los cuervos graznaban, la vida en la plaza del Mercado de Piedra empezaba como cualquier otro. Bueno, técnicamente a esa hora estaría durmiendo, pero tampoco era raro que algunas veces Garrett “trasnochara” hasta media mañana antes de irse a dormir. Estuvo a punto de volver a enfrascarse en sus estudios, cuando escuchó el ladrido de un perro cerca de la plaza.

“Buen perro”.

La voz de Corvo hizo un eco en su mente, casi al mismo tiempo que el reloj comenzaba a repicar las nueve de la mañana. Garrett sintió un pinchazo en el pecho y apoyó una mano en el escritorio. Soportó el leve mareo que le sobrevino. No era la primera vez que le pasaba, así que no se extrañó de que los flashes del día anterior golpearan su mente con saña: el calor del agua, el tacto de la mano de Corvo entre sus piernas, el roce rígido de su miembro entre sus nalgas, los golpes repetitivos de sus caderas, el agua salpicando...

Se sintió mal. No tanto con Corvo, sino consigo mismo. 

Al final el asesino se había salido con la suya, logrando que Garrett se entregara a sus lascivos impulsos y perdiera totalmente la razón y la dignidad ante él. Se pasó una mano por la cara, preguntándose con impotencia: “... ¿Así va a ser a partir de ahora? ¿Me tomarás cuando y como se te antoje? Y si me niego… ¿Me castigarás por ello?”. La idea le provocó un escalofrío no del todo desagradable.

Un nuevo sonido de campanas, mucho más agudas y distantes que las del reloj, llamaron su atención logrando que se girase hacia la ventana. El pregonero de la mañana llegaba puntual. Garrett se asomó para verlo, pero se había colocado justo en un ángulo que no podía ver desde su ventana. Trepó por la cornisa y se colocó en el tejado empinado de la torre, aprovechando una de las pequeñas torretas picudas para apoyarse y agazaparse, oculto a simple vista.

Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora