III. NUBE DE OPIO

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"Esto no de no poder alejarme más de veinte metros es un fastidio", pensó Corvo mientras mordisqueaba una manzana. Se encontraba asomado al sol que filtraba por la ventana con esa tímida luz que rara vez se dejaba ver en la Ciudad. El día se le había hecho largo, aunque había tratado de entretenerse curioseando con algo más de intención la morada del ladrón. Incluso siendo la vieja Torre del Reloj, debía admitir que había hecho un buen trabajo remodelandola y asegurándose de que los mecanismos funcionasen correctamente.

La zona habitable se dividía en dos plantas. La superior, donde él se encontraba, era en realidad una pasarela larga y ancha con una barandilla de madera gruesa, la cual Garrett parecía haber convertido en su espacio de trabajo personal. Estanterías y cajones estaban llenos de libros, frascos, potingues, productos químicos y trastos varios ordenados meticulosamente. Una mesa, junto a una ventana estrecha hacía las veces de escritorio, repleta de papeles, diarios, cuadernos, tinteros, trozos de grafito y plumas estilográficas. También había un pequeño fogón de carbón, nada muy sofisticado, pero no parecía usarse a menudo. En el lado contrario, pegada a la barandilla, había una segunda mesa, mayormente vacía; y un banco de trabajo a modo de "taller", donde tenía varias cajas llenas de herramientas y trozos de artefactos, engranajes, tornillos, clavos... Parte de la iluminación de éstos provenía de un fogaril, que parecía ser la única fuente de calor útil en toda la Torre.

Junto a la ventana donde se situaba Corvo había una escalera que descendía pegada a la pared, junto al disco de cristal del reloj, que daba a la planta "base". Ésta tenía forma de L, y en ella se distribuía tanto la parte en la que Garrett coleccionaba sus tesoros cuál galería de arte, a la zona cobijada bajo el techo que formaba la planta alta. Ésto incluía el rincón bajo las escaleras, donde dormía; sus arcones de ropa y la mayoría de sus estanterías repletas de libros, así como un aparador grande con cosas de aseo y un espejo. Bajando unas escaleras se llegaba a una pequeña plataforma a la que apenas llegaba la luz, oculta bajo los enormes mecanismos, que hacía las veces de despensa y bodega, la cual Corvo ya se había encargado de registrar la noche anterior buscando el vino.

Ésta planta conectaba con una escalera de mano vertical que descendía hasta la base de la torre. Abajo del todo había una vieja tina de madera, conectada a lo que parecían ser colectores pluviales manufacturados con bastante acierto, los cuales recogían el agua que caía a través de las goteras y el techo y la almacenaban en dos pequeños tanques que podía vaciar directamente en la tina. Ésta tenía un pequeño tapón en la base que, al desenroscarse, vaciaba el contenido directamente hacia la arqueta de la alcantarilla. A parte, había una mesa con jabones, toallas limpias y un cepillo largo. Entre las columnas de madera se extendían cuerdas atadas de las que colgaban prendas de roca puestas a secar. En un rincón había una letrina, no muy elegante, pero de aspecto limpio que también daba directamente a la alcantarilla.

No era un hostal de lujo, ni mucho menos una mansión como las que Corvo estaba acostumbrado a habitar en el pasado. Pero no podía negarse que tenía personalidad. Seguramente Garrett se había esforzado mucho en volver el lugar habitable, del mismo modo en que se afanaba en lograr que los mecanismos del reloj siguieran girando. "Y es un buen escondite", volvió a pensar el asesino por segunda vez. Desde las alturas no sólo podía verse toda la Ciudad, sino que Garrett podía estar totalmente seguro de que nadie subiría a molestarlo.

El asesino se terminó la pieza de fruta y tiró el hueso al tejado. Los cuervos revolotearon, graznando ruidosamente, peleándose por conseguir el pedazo. En ese momento, detectó el suave rechinar de los muelles del colchón justo bajo sus pies, indicando que el ladrón por fin se había despertado.

Garrett abrió los ojos, despejando lentamente la vista bajo la suave luz del sol que coloreaba con cierta alegría el interior de la Torre, ocultándose de vez en cuando bajo los nubarrones. Durante un feliz segundo, el ladrón no logró recordar cuándo cayó dormido, o de qué habían tratado sus inquietos sueños. Sin embargo, al siguiente, los turbios recuerdos de la noche anterior lo golpearon. Su estómago se encogió al instante, al igual que su cuerpo. Momento en el que se arrepintió de moverse, pues todas sus fibras musculares protestaron, especialmente entre sus nalgas, donde el dolor resultaba más intenso y punzante.

Lo que es tuyo, es mío [CorvoXGarrett] [Dishonored/Thief]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora