Todavía podia sentir el calor suave recorriendo mis manos, la sedosa sensación del color rojo deslizándose entre los dedos y la curiosidad que me embargaba al comprobar que la vida sí tenía color después de todo.
Examinaba mis manos detenidamente mientras pensaba en el poder que me había conferido mi dedo índice, un dedo de 10 que me ayudaba a prender o apagar la luz, era el mismo que me dio el poder de apagar una vida.
-¿Alexandra Bécquer?- preguntó la señorita Dawson
Levanté la mano para hacerme presente y abrí mi cuaderno de orientación, querían orientar a un montón de estudiantes incapaces de decidir siquiera sobre la ropa que llevaban puesta, la materia me parecía un desperdicio de tiempo y un derroche innecesario de dinero, el sueldo de nuestra querida profesora Josephine Dawson sería mejor aprovechado en el laboratorio de química o para incrementar el presupuesto en la clase de artes.
Dos tercios del salón se habían presentado voluntarios para leer sus mediocres tareas, las mismas frases huecas en orden distinto, los mismo sueños ajenos haciéndose pasar por propios, medicina, leyes, negocios, ambiciones legadas de generaciones muy lejanas a la nuestra.
-Alex, puedes compartir tu trabajo con la clase, por favor
La mire esforzanfome por poner mi mejor sonrisa condescendiente y evitando poner los ojos en blanco, fui al frente del aula, mirando esos rostros hambrientos de fallas, esperando, siempre esperando un fallo, porque es cierto los humanos morimos esperando.
Tomé aire y leí
-He decidido que quiero ser yo y que para eso no se estudia-finalice
30 pares de ojos clavados en mí, de pronto podía ver los ojos de algunos de mis compañeros abiertos por el miedo, el sudor resbalando por sus sienes, sus labios formando una O perfecta cuando todo terminará
-Alex, ¿eso es todo?
Brandon Maxwell no me quitaba los ojos de encima y yo solo podía seguir imaginando su mirada suplicando piedad, la sangre brotando de su cuello como un rio caudaloso, aparte la mirada y asentí con la cabeza antes de dirigirme a mi lugar, con los puños tan apretados que me hice daño con las uñas, cuando otro paso a leer su trabajo me examine la mano viendo como brotaba el hermoso color rojo lentamente y con elegancia, sonó el timbre y me incorporé guardando mis cosas para salir apresuradamente.
La marea de estudiantes se iba dispersando muy lentamente, a esta hora yo sólo quería abandonar el lugar, es cierto los humanos morimos esperando, buscando, necesitando y sin embargo sucede que no lo buscas, no lo esperas, ni siquiera lo necesitas y aparece.
Una puerta salida de la nada se interpuso en mi camino y me hizo caer hacía atrás, mis libros salieron volando mientras mis manos trataban en vano de amortiguar la dura caída, fue el momento más confuso, el segundo que tarde en darme cuenta que iba cayendo sin detención alguna que el verde comenzó su batalla contra mi interminable rojo.
-Lo lamento mucho- dijo sin dejar de mirarme mientras recogía mis cosas, yo no sentía dolor alguno, después del golpe, seguía en el suelo pero no era por el dolor, era por la sorpresa, el chico se movía con gracia a pesar de su, sino me fallaban los cálculos, metro ochenta de estatura
-¿ Te hiciste daño?- preguntó amablemente mientras tendía una mano en mi dirección para ayudarme a levantar
Negué con la cabeza, pero el tiró con mucha fuerza y fui a estrellarme contra su pecho, sólo para ver más de cerca sus ojos de un verde intenso, sus pestañas kilométricas y la suave estela de pecas que cubría su nariz
-Soy Dean Schmidt-dijo en un sussurro
-Alexandra Bécquer- respondí sin aliento
Esto era el fin de mi espera, mi necesidad y mi búsqueda.
La batalla del rojo contra el verde había comenzado.
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VORÁGINE
RandomLos veo caminar diariamente, siempre despreocupados siguiendo su rutinaria vida, con la seguridad de que el día siguiente será igual al día anterior, patéticos, todos son así. Al principio fue sólo curiosidad, tal vez los primeros tres, la necesidad...