No tenía ganas de ir a casa, es más no iba a volver era el momento de terminar con todo como fuera, a la mierda mis intentos de ser precavida, por lo que sabía James iba a ser llevado a juicio por el asesinato de Kevin todo apuntaba en su contra gracias a mi.
Saque el móvil del bolsillo de la horrorosa falda y vi que tenía llamadas perdidas, Dean había tratado de cominicarse conmigo, aún seguía sorprendida por la forma en la que había tomado las cosas, sin duda Breeana lo habría amenzado, pero no podía discutir eso vía telefónica, la gente miraba mi rostro con curiosidad, ni siquiera el flequillo tapaba la horrenda maraña de vendoletas e hilo que asomaban en mi frente.
Estaba caminando rumbo a casa de Dean, sí había que explicarle las cosas necesitaba hacerlo pronto de otro modo el sólo estarlo postergando le daría en que pensar y yo no necesitaba que él pensará, necesitaba que me entendiera y sin más estaba frente a su puerta rogando por verlo porque sí antes pensaba que mi vida era un asco, ahora estaba convencida de ello.
No mire su garage para ver si estaba su motocicleta, me había lanzado a tocar su puerta y abrió una señora de ojos verdes, tan verdes como los de Dean, no podía ser nadie más que su madre, me miró como la loca que soy y arqueo una ceja perfectamente delineada.
-¿ Sí?
-Soy Alexandra Bécquer....¿se encuentra Dean?
Algo pareció hacer click en su cabeza, porque la arruga entre sus cejas desapreció y pareció relajarse
-Alexandra, Dean habla mucho sobre ti-dijo con una sonrisa abriendo más la puerta para que pudiera pasar
-Espero que cosas buenas-dije con un dejo de nerviosismo en la voz
-No lo había visto tan enamorado nunca, mi hijo no es mucho de relaciones largas. Se aprovecha de que es muy guapo-dijo entre risas- Así que el primer día que vino a mi habitación a medianoche sólo para hablar de ti, supe que ibas a ser algo más que la típica chica que trae aquí sólo para pasar el rato
Un sonido estridente llegó del piso de arriba y las dos miramos al techo, unos pasos apresurados bajando la escalera me hicieron voltera y ahí estaba mi Dios personal, recién bañado y con una toalla envolviendo sus caderas mis ojos se deleitaban con el trabajado cuerpo de Dean, él abrió los ojos como platos.
-Alexa....¿que te ha pasado?-dijo cruzando la habitación a zancadas y tomando delicadamente mis rostro entrte sus manos humedas y apartando el cabello de mi horrenda herida.
Sus ojos verdes llenos de preocupación, la forma en que pasaba su lengua nerviosamente por su labio inferior, acorte la dostancia entre nosotros y lo besé, ignoré al grito ahogado que dio su madre y lo besé como si la vida se me fuera en ello, mi vida era una mierda pero Dean era lo único bueno que tenía, me levantó por la cintura y yo envolví su torso desnudo con las piernas, pasaba los dedos por su cabello humedo, hasta que su madre carraspeo de forma bastante ruidosa poniendo fin a nuestro encantador beso.
-Lo siento-dije con las mejillas encendidas y agachando la mirada
-Mamá, ella es
-Sé quién es Dean-dijo su madre en tono burlón-Y a juzgar por sus muestras de cariño deduzo que al fin haz encontrado a la chica
-Más loca de la tierra-finalizó Dean
Lo decía en serio, sus ojos tenían ese destello de misterio y de locura que me llevaba al límite, le sonreí, este chico de sonrisa fácil y mirada perturbadora era mío, en más de un sentido, ya sabía la verdad y me besaba con más pasión y necesidad que antes de saber la verdad.
-Voy a vestirme y después podremos salir...¿está bien Alex?
Asentí con la cabeza y me dirigí a la cocina dónde su mamá estaba cocinando algo que olía delicioso, la casa de Dean mostraba signos de niños pequños y lo descubrí en unas fotos que su madre tenía sobre la repisa de la chimenea, Dean estaba con otros 2 niños, un niño y una niña, sonreí en sa foto Dean no tendría más de 10 años y sus hermanos 4 o 5 tal vez, la faceta de protector no la conocía del todo bien, probablemente estaba por descubrirla ahora que él sabía la verdad pero no sabía hasta que grado.
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VORÁGINE
De TodoLos veo caminar diariamente, siempre despreocupados siguiendo su rutinaria vida, con la seguridad de que el día siguiente será igual al día anterior, patéticos, todos son así. Al principio fue sólo curiosidad, tal vez los primeros tres, la necesidad...