—¿Mamá?— dije acercándome a ella con las bolsas del mercado a la rastra.
—Sí, por desgracia soy tu madre—respondió rodando los ojos.
Mi primera intención fue acercarme y rodearla con un abrazo, pero luego recordé que ella era mi madre y no mi abuela, por lo que me contuve.
Mi madre nunca había aceptado una muestra de afecto que viniera de mí.
Recuerdo que en una época, cuando era niña, le hice un dibujo por el día de las madres. A las pocas horas, observé que los dibujos de mis hermanos estaban pegados en la nevera, pero el mío estaba en el bote de la basura.
Esa noche lloré como la niña pequeña que era, y me di cuenta el poco valor que tenía para mis padres.
—Puedo preguntar. ¿Qué haces aquí?— pregunté parada frente a ella.
—Vine a corroborar que vivieras en un lugar digno, niña— dijo en tono hostil, arrugando el entrecejo.
Mi madre era una mujer de mediana edad, yo había heredado todas sus facciones, excepto por mis ojos, mientras que los de ella eran negros, los míos eran los primeros ojos grises, después de varias generaciones.
—¿Te preocupabas por mi?— dije con esperanza.
—Claro que no, niña tonta. Vine porque tu abuela debe hacerse unos chequeos médicos y los hoteles están muy caros, además sabes que tu abuela de alguna forma u otra te tiene aprecio.— Las esperanzas de que mi madre se hubiera preocupado por mi se fueron por la borda, haciendo que mi cara de desilusión se hiciera notable.
—¿Y por qué no fuiste donde vive la tía Judith?— dije de manera cortante.
—Se encuentra de viaje. Ahora, ¿abrirás la puerta?
—Oh, claro— Saqué las llaves de mi mochila y las introduje en la cerradura, abrí la puerta dejándole el espacio libre para que mi madre pudiera ingresar— Adelante.
—¿Esta pocilga es tu casa?— preguntó pasando el dedo por la superficie de la pequeña mesa, como buscando polvo.
—Bueno... No lo considero una pocilga, y tengo un lugar en el cual dormir y estoy agradecida por eso— dije dejando las bolsas de la compra en el suelo y cerrando la puerta.
—Este lugar es insuficiente para tu abuela, al igual que tú. Tendría que haberme imaginado esto.— dijo rascando su sien con su refinada uña.
No sabía como responder ante los comentarios hostiles y dolorosos de mi madre, así que traté de actuar de la manera mas tranquila y menos incómoda posible.
—¿Te gustaría beber algo?— pregunté jugando con los dedos de mi mano.
Aprovecha para envenenarla, anda.
¡No! Es mi madre a pesar de todo.
Es una bruja, no puedes llamar madre a quien te ha hecho sufrir tanto.
—¿Y qué tienes para ofrecerme?—preguntó enarcando una ceja.
—Pues, tengo té, café, agua...
—Con un té estará bien— contestó tajante.
—Okey, puedes... puedes tomar asiento mientras tanto— le indiqué una de las sillas que estaban al lado de la mesita.
Me dispuse a preparar su té y serví agua fresca en un vaso para mi. Ya se me había secado la garganta de tanta tensión que sentía en el ambiente.
Le dejé el té humeante frente a ella, con una cucharilla y un sobre de azúcar. Ella le echó azúcar, lo revolvió y dirigió su mirada a mi. Se quedó mirándome fijamente sin decir nada y eso hizo que quisiera encogerme en la silla y volverme mas pequeña que una hormiga.
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En el gris de tus ojos [Libro I saga "Miradas"]
Roman d'amour¿Ella? Estuvo perdida durante un tiempo y necesita nuevos comienzos, nuevas oportunidades. ¿Él? Solo necesita una niñera para su hija y ella es la indicada para este trabajo. Pero, ¿Qué pasaría si ella fuera esa persona que por mucho tiempo esperó...