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La alarma de su teléfono había resonado por toda la habitación indicándole que faltaba una hora con veinte minutos para partir de las hermosas y agradables tierras italianas. Instintivamente tanteó descuidadamente sobre la mesa de noche que había a un lado de su cama buscando el aparato para callar el molesto sonido, más no lo encontró. Si no estaba ahí, entonces estaba en el pantalón que llevaba puesto anoche.

El mismo que se encontraba en el suelo de su habitación.

Junto a lo demás que llevaba puesto el día anterior.

Junto a su ropa interior.

Como si tuviera un resorte en la espalda, se irguió con rapidez en el colchón notando dos cositas.

Uno. Estaba desnudo.

Y dos. La otra almohada y el lado izquierdo de la cama que ocupaba, emanaba aquel aroma que lo embriagó durante toda la noche de ayer.

Oh. La noche de ayer.

Recordaba todo a la perfección, no se le escapaba ni un detalle de lo que había sucedido con su "rival". Apresurado quitó las desordenadas sábanas que lo cubrían y ahí fue donde notó "el recuerdito" que Víctor le había dejado; los perfectos dientes del ruso estaban claramente marcados en su blanco, grueso y bien formado muslo acompañado de un buen y colorido chupón.

Lo iba a matar.

-Me voy a vengar, estúpido tramposo. Ya verás, Víctor. Ya verás_ siseó levantándose del colchón mientras recogía al desastre de ropa suya que estaba regada por todos lados de la habitación_ ni siquiera me pudo ayudar a ordenar esto, grandísimo imbé- ¿Qué es esto?_

Un bonito y costoso reloj color plata se hallaba escondido bajo la camisa que había usado, lo tomó entre sus manos apreciando el grabado que se encontraba situado en el borde y estampado en una pulcra letra corrida, apreciándose las iniciales de su respectivo dueño. Bufó y siguió recogiendo todo lo que se encontraba tirado, doblando y dejándolo sobre el sofá donde se encontraba la ropa que llevaría puesta durante el vuelo.

El agua de la regadera estaba saliendo tibia, por lo que agradeció mentalmente apenas puso un pie dentro de la ducha y abrió el grifo, sus músculos se relajaron y cerró sus ojos disfrutando de la sensación de las cálidas gotas recorriendo su piel.

Tal cual como los largos y delgados dedos de Víctor lo habían hecho.

Con su dedo índice y con los párpados aún cerrados, delineó suavemente su mandíbula, bajando por su cuello recordando aquellos labios que se encargaron de repartir húmedos besos por sus zonas sensibles así como el cálido aliento del albino chocar con su piel; siguió el camino hasta llegar a su pecho, la yema de su pálida falange se detuvo en uno de sus rosados pezones, acariciando lentamente, provocando que su cuerpo se estremeciera de placer y un jadeo se escapara de su boca.

«Tómalo como la noche en la que volví a perder ante mi rival.»

La húmeda sensación de la lengua de aquel hombre de ojos celestes en su pecho, jugando, mordiendo y succionando sus botoncitos a su antojo aún se encontraba demasiado vívida. No podía negarlo. No iba a negarlo. Eso se había sentido demasiado bien. Su otra mano pasó a ocuparse del pezón que quedaba libre, pellizcándolo y retorciéndolo tal cual como el peliplata lo había hecho la noche anterior.

-Víctor..._ jadeó reviviendo el placentero ardor que hacía no muchas horas en su piel se había instalado.

«Tómalo como la noche en la que cedí ante tus encantos, Yuuri.»

Dejó de estimular una de sus tetillas volviendo a trazar, lentamente, un camino de caricias por su plano abdomen hasta llegar a su vientre, sintiendo el calor que se apoderaba en ese lugar y observando, con sus cobrizos y brillantes ojos entreabiertos, cómo su miembro estaba despierto. Delineó cada vena de su ya dura erección y toqueteó su chorreante glande quien a gritos exigía un poco de atención.

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