Luego de ese patético intento fallido de ser el héroe en un asalto planeado, dónde nada, absolutamente nada podía salir mal, decidimos que debía comenzar a ir al gimnasio. Aún no lograba sorprender a Frank con mis atributos intelectualmente ñoños, entonces debía ser físicamente.
Entonces el señor sombra decidió ayudarme con su rutina de ejercicios.
– ... Y el sexo, es el mejor ejercicio – terminó de agregar luego de botar el humo de un porro.
– Gerard es virgen, creo que va a quedar gordo – comentó mi tan apresiado mejor amigo Bert.
Al final terminamos en un gimnasio cercano a la universidad de Nueva Jersey. El hecho de que quedara cerca me aterraba aún más que ver las pesas y las corredoras, porqué Frank estudiaba justamente ahí.
Matt comenzó con una charla motivacional, dictó una rutina de ejercicios y lo que debería comenzar a comer. Luego de eso me entregó un iPad con un playlist llenó de música al estilo de Rocky.
"No eres Silvester Stalon pero tienes un no sé que a un extra" agregó seriamente Matt.
Obviamente esa música comenzó a motivar mi entrenamiento, mi mente comenzó a imaginar mi cuerpo esbelto y sin nada suelto, oblicuos marcados que harían a cualquiera querer tocar más abajo de mi pelvis, incluso a Rocky. También me imaginé en la iglesia junto a Frank, ahora siendo yo esa estrella de rock cristiano que tiene como novio, todos coreando mis tributos a Ozzy y Ghost, nadie podría resistirse y Frank tocaría mi cuerpo como cuando tocó los sensuales brazos del Señor Sombra.
Reí por mis pensamientos y al ritmo de tan, tan tan tan, tan tan tan, taaan, seguí en mi corredora.
Unos diez minutos después estaba haciendo abdominales, Bert me sostenía los pies mientras comía un par de papas fritas del Mcdonalds, la verdad es que es demasiado inconciente, pero me hacía querer seguir con mi entrenamiento para poder partirle la cara como se debe.
– Te voy – abdominal – a – otro abdominal – partir – nuevamente – la puta cara de gato mojado que tienes – terminé de decir para luego quedar jadeando.
– Gee, amigo, es estimulación, también pones a prueba tu fuerza de voluntad – rodé los ojos para luego seguir con mis abdominales – ¿Has visto? A Matt le llueven las chicas – dirigió su mirada a Matt, alrededor de él habían al menos tres chicas observando sus brazos mientras él los apretaba para marcar aya músculos – ¿Crees que yo pueda?
Bert dejó las papas sobre la colchoneta y levantó un poco más la manga corta de su polera, hizo fuerza para mostrarme sus huesudos brazos.
– ¿Qué opinan? – me miró levantando sus cejas de arriba a bajo una y otra vez.
– Que se te cayó.
– ¿Qué cosa? – me miró seriamente.
– La dignidad – comencé a reír.
– ¿Sabes que te va a entrar aire de tanto reír y vas a parecer un globo aerostático? Adiós gimnasio – sonrió irónico.
– Hijo de puta... – mis abdominales comenzaron a ir más rápido.
[...]
Casi cuarenta minutos después estaba observando el hermoso cuerpo del novio de Frank ¿Acaso no existe otro gimnasio en Nueva Jersey? Puro suburbio, seguramente todos los otros estaban deteriorados porqué habían robado sus máquinas.
Adam llegó junto a Frank, quien llevaba una boina rosa y un collar de cadena con un candado, sudadera blanca cortada y jeans altos de corte ochentero. Se veía hermoso. Al verme él me miró sorprendido, soltó la mano de su novio y me saludó con un poco de sonrojo en sus mejillas, no sé si fue así, pero el calor en mi cara y la transpiración que cegaba mi vista me hizo delirar y creer que se sonrojó al saludarme.
Ahora estábamos embobados junto a Bert, viendo como Adam estaba en las barras de crossfit haciendo brazos. Su torso sin polera y unos shorts deportivos que marcaban todos.
"Todo ese se come Frank" dijo Bert, yo le dí un golpe en su nuca. Frank nos había asegurado que jamás ha sucedido nada con Adam, porqué Dios lo quiere así.
El tipo no tenía competencia, su cuerpo llevaba años de entrenamiento, su altura, sus dientes perfectos, el piercing en su nariz, su sonrisa.
Mierda, yo había perdido sin haber entrado aún a la batalla.
– No sabía que entrenabas – escuché la voz de Frank a mi labio, voltee a mirarlo y ví como ponía un poco de bálsamo labial de frutilla en sus labios.
Amo la frutilla.
– No lo hacía, hasta hoy – le sonreí.
– Que bien, pero me fascina tu cuerpo – sonrió tiernamente.
No me había estado matando una hora para que me dijera era mierda ¡No! Pero fue lindo de su parte.
– Estás muy sudado – dijo en un tono extraño para luego morder su labio inferior.
Mis ojos se abrieron de par en par.
– Oh... Sí, creo que iré a tomar una ducha – sonreí un poco tímido.
– Te acompaño.
Dijo con seguridad, meció su cuerpo simulando ingenuidad y luego soltó una risa bastante pícara.
– Tranquilo Gee, es sólo que la puerta del único camarín está mala y te ayudaré a sostenerla para que no nadie te vea desnudo – rió.
– Pero tú si me verás desnudo – arqueé una de mis cejas.
– Exacto, son los costos de ser un buen amigo – sonrió –. Vamos
Mierda.