No podía estar más excitado, o bueno, sí, sí podía estarlo, sólo faltaba que él tomara la decisión de hacerlo, de llevar su mano a mi entre pierna dura y dispuesta. Miré sus ojos brillosos, el color avellana perdiéndose en el negro de sus pupilas y dejando caer sus párpados en cámara lenta. Me mostró sus blancos dientes en una sonrisa y por fin se decidió en llevar su mano a mi erección. Acarició mi erección sobre el bóxer y luego jugó con el borde del elástico, sonriendo malicioso.
No sentía vergüenza de mi cuerpo, no me importaba que viera como mi flácido y pálido estómago hacía un relieve cercano a mi pelvis, sus ojos me quitaban la vergüenza y me provocaban concentrarme en los movimientos que comenzaban hacer su mano: lentos, certeros, acariciando mi glande con su dedo pulgar.
– Oh... mierda, Frankie - dejé caer mis párpados, la última imagen que vieron mis ojos fue la de él mordiendo su labio inferior mientras formaban una sonrisa pícara, imité su actuar.
– ¿Quién es ese Frankie? - salté del susto al escuchar la puerta y la voz de mi mamá.
– ¡Mamá! - me senté rápidamente en la cama, cubriendo con las delgadas sabanas todo mi cuerpo - ¿Por qué mierda no tocas la puerta?
– Porqué creí que estabas durmiendo, es domingo - comenzó a recoger la ropa tirada en el suelo mi habitación -. Dios mío Gerard - levantó entre sus dedos pulgar e índice un calcetín tieso -. Ni siquiera a tus 15 años pasaba esto.
– No molestes - suspiré mientras me cruzaba de brazos - ¿Puedes irte? - solté un bufido.
– Sí - puso las últimas prendas en el canasto de la ropa sucia, me miró con una sonrisa y se sentó en la cama.
– ¿Qué pasa?
– ¿Quién es Frankie? - rió -, asumo que...
– Que nada – la interrumpí – ¿Puedes irte?
– Está bien, está bien -se levantó -. No volveré a interrumpir tu cita con "Frankie" - caminó hasta la puerta y desde me guió su ojo -. Saludos a "Frankie".
– !Mamá!
Sí, toda esa situación que les describí no fue más que un producto de mi imaginación, engañándome por el deseo de que Frank fuera quien supliera mi mano la mañana del domingo.
Mi madre estuvo todo el desayuno mirándome con cara de picardía, levantándome sus cejas cada vez que me miraba, papá bajaba el periódico debes en cuando desde aquél sitio del donde jamás salía en sus días libres: el sofá. Sólo deseaba que no se le ocurriera preguntar porqué mi madre estaba teniendo aquella actitud tan extraña, aun que siendo sincero, mi madre es extraña, pero ahora estaba siendo más extraña de lo habitual y mi padre se daba cuenta por el jueguito mal hecho de sus cejas.
Estaba esperando que fuese lunes sólo para que quedara menos para el jueves y ver a Frank, pero luego de aquellas humillaciones publicas como las de una erección en pleno culto cristiano, y una performance deplorable, tenía serias dudas de si lo volvería a ver. Pero lo cierto era que Frank se vió bastante emocionado por todo, el tiempo que estuvimos ahí se mostró interesado en saber más sobre mí y mis extraños gustos, incluso prometió comenzar a leer DC y creo que eso es un gran avance para comenzar a formalizar nuestra relación no-oficial en mi cabeza.
Bert había estado insistiendo que "Frankie" era el típico chico cristiano reprimiendo sus antojos sexuales y sacándolos con la masturbación para luego pedirle perdón a su padre, que por cierto, era el pastor de la iglesia. Sí, y amaba a Adam, estaba feliz de que su hijo fuese gay sólo porqué el chico más ejemplar de la iglesia podía ser su novio.
Después de tomar desayuno, almorzar y cenar observando las caras de mi mamá y reprimiendo las ganas de contarle el chisme a mi padre, recordé que antes de irnos de la iglesia Frank dejó algo en mi pantalón.
– Fue un gusto verlos – sonrió –, principalmente a tí.
– ¿Ah sí? – reí nervioso, noté como Bert nos miraba aguantando la risa de su vida.
– Sí, bien – suspiró –. Espero verlos pronto nuevamente – se acercó a mi mejilla, apoyó sus manos en mis hombros y se puso de puntillas –. Nos vemos el jueves – besó mi mejilla, una de sus manos se metió por mi bolsillo izquierdo y la retiró lentamente.
– Nos ve-vemos... – mi corazón se aceleró, mis mejillas se enrojecieron y mis ojos estaban abiertos como platos.
– Adiós Bertie – se alejó moviendo su mano.
– ¡¿Para mí no hay beso?! – gritó Bert –, es una perra.
¿Qué me había metido Frankie al bolsillo de mi pantalón? Estuve pensándolo por media hora mientras miraba el piso de la habitación buscando el pantalón, hasta que ¡Por Batman! Mi madre había levantado toda la ropa sucia está mañana y lo más seguro es que haya encontrado lo que Frank dejó ahí dentro.
Me levanté arduamente, salí de mi habitación y bajé las escaleras hasta la cocina donde estaba la lavadora, cuando la abrí estaba llena de agua y mis pantalones negros perdidos ahí dentro. Debía encontrarlos.
Mi mano comenzó a buscar la textura del pantalón, entra toda la ropa negra era imposible dintinguirlos.Odio el agua fría.
– ¿Buscas ésto? – escuché a mi madre, volteé a mirarla, tenía un pequeño papel rosa entre sus manos.
Esta mujer es rápida.
– Dame eso – caminé hasta ella y se lo quité –. ¿Lo leíste? – asintió – ¡Donna, eres una metida!
– Creí que eras gay – yo levanté una de mis cejas –. Las chicas usan corazones en los puntos de las I, y debe ser una chica muy linda, yo las usaba.
– Que asco – me miró feo –. Por los corazones, mamá – reí.
– ¿Cómo se llama? – preguntó emocionada nada.
– Es un chico, se llama Frank.
– Yo creí que "Frankie" era el apodo sentimental de tu mano.
– ¡Mamá!
Pero tenía razón.