Capítulo 29.

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Narra Emily.

Desperté de un sueño que me ha parecido eterno. Miré a mi alrededor, paredes blancas similares a las de un hospital. Una máquina a mi costado derecho no paraba de pitar, indicando mi culso cardíaco.
Traté de levantarme pero miles de cables me lo impedían. Dirigí mi mirada a mis muñecas, en ellas tenía claves y sueros inyectados a mi. Mi corazón comenzó a latir rápidamente y empecé a desesperarme. Me desconecté todos los cables y traté de levantarme, lo cual fue en vano, estaba demasiado débil.
La puerta se abrió y miré en esa dirección por inercia. Una mujer entró a la habitación. No sé que pasa. No recuerdo nada. Tampoco sé qué hago aquí. Tengo demasiadas lagunas en la mente. Trato de recordar pero mi cabeza comienza a doler insoportablemente.

—Hala, que has despertado —dijo la mujer.

—Me demasiado duele la cabeza.. —traté de sentarme.

—No, no, no. No hagas esfuerzos que aún te encuentras débil —volvió a acostarme—. El doctor vendrá pronto a hacerte unas revisiones.

—¿Doctor?

—Así es, cariño. Estás en el hospital.

[…]

—Familiares de Solberg —grito la enfermera, a lo que los presentes la miramos con atención. El padre de Emily se había ido ayer a casa, ya que estaba aquí hace una semana junto a mi y a Rubén.

—¿QUÉ OCURRE? ¿HA PASADO ALGO MALO? HABLE YA —dije desesperada.

—Despertó —nos animó con una sonrisa, la cual Rubén imitó.

—¿En serio? Por favor, no nos ilusione —se rascó la nuca y la miró con brillo en sus ojos.

—No lo haría jamás, muchacho. El doctor ha entrado a hacerle unos estudios para comprobar que se encuentra bien. Dentro de unos días podrá irse a casa.

Rubén estaba inmensamente feliz. Se le notaba en los ojos y en la sonrisa. Por las noches ha llorado solo en el baño del hospital, dentro de todo ha demostrado que Emily le importa demasiado.

[…]

—¿Has entendido o te lo explico de nuevo? —preguntó el Doctor.

—Lo he entendido. Sólo que me parece estúpido y difícil de creer —me senté con dificultad.

—Pues creelo porque es así. ¿Recuerdas cómo te llamas?

—Emily Solberg.

—¿Recuerdas cuántos años tienes?

—…No.

—Vale.. No hagas mucho esfuezo por recordar cosas porque te harás daño. ¿Necesitas hacerme alguna pregunta?

—Sólo una.

—Dila.

—¿Cómo he llegado aquí?

—Señorita Solberg, se lo he explicado más de diez veces.

—Claro..

—Ivonne —gritó a la mujer que me había atendido antes.

—Diga —se asomó por el umbral de la puerta.

—¿Ya le habéis asministrado la droga?

—Sí. Es normal que este así.

—Venga..

—MAARIPOSAAAAS DE COLORES Y ARCOIRIIIIIIIS. VENGA DOCTOR, CANTE CONMIGO.

La droga que me dieron por el dolor me ha rejuvenecido, siento como que estoy flotando.. que carajo estoy diciendo, soy un unicornio que caga arcoiris.

el chico de la ventana ≈ rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora