ㅤ
ㅤ
ㅤ
𝕰s impensable para algunos la idea de que todo el éxito que hayan podido construir en sus vidas se pueda desmoronar en un segundo, cómo todo lo que has llegado a ser puede cambiar por un accidente o peor aún, por una mala elección.
Ahora imagina que ese éxito no haya sido conseguido por tu esfuerzo, sino por alguien más, alguien a quién le debes más que la vida.
Alguien que se fue sin decir adiós.
La vida puede llegar a ser muy cruel algunas veces, su ataque llega cuando menos te lo esperas, y su crueldad no sólo se basa en sucesos horribles e innombrables; a veces es por medio del infierno que se puede llegar a la luz, aunque sea algo difícil de aceptar.
Y otras veces es el cielo el que te lleva al infierno.
Y yo, Ashton Blackburn, hijo del Marqués de Northwich y heredero, tuve que vivir un infierno con el demonio más cruel de todos.
Sería incorrecto empezar desde que la maldición se apoderó de mí, pues los sucesos se desencadenaron gracias a ese 3 de febrero en que se preparaba todo para mi fiesta de cumpleaños número veintiuno. Suelen decir que las peores tragedias o los mejores milagros suceden en el inicio de la edad adulta, y tristemente puedo dar testimonio de ello.
Mi familia había decidido por primera vez en mucho tiempo reunirse por completo en nuestra mansión en Cheshire: Abuelos, tíos y primos se encontraban llegando a casa a cada tanto por las grandes puertas de la mansión, donde eran guiados por la servidumbre hasta las que serían sus habitaciones de manera temporal. Mi padre se encontraba organizando todo con ayuda de Geoffrey, nuestro principal mayordomo, y mi madre se encargaba de la lista de invitados y de supervisar la decoración del lugar.
Por otro lado, mis hermanos se correteaban por ahí alegremente sin prestar atención a los regaños de la ama de llaves, ni siquiera el más grande con sus dieciséis años pudo resistirse a jugar con nuestro perro Francis en el jardín mientras este era decorado con telas y faroles.
Y yo simplemente me encontraba ahí, cerca de mi madre en la sala de estar mientras la costurera se aseguraba de que todo estuviera en orden con mi traje de gala, desde la levita de un verde esmeralda algo opaco hasta la punta de los oscuros y perfectamente pulidos zapatos con tan sólo un poco de tacón. A pesar de que mi altura fuera bastante promedio mi madre insistía en que los usara.
—Y por último la familia Chamberlain—dijo mi madre, al principio pensé que era para sí misma, hasta que me miró con una sonrisa—. Oí que de sus tres hijas la del medio es considerada la más hermosa del este de Cheshire.
Por supuesto, el matrimonio era una preocupación para mis padres. Yo simplemente no sabía qué pensar al respecto.
Y aquello era un problema considerable teniendo en cuenta que varios amigos herederos de marqueses o vizcondes habían llegado a comprometerse desde los catorce años. De vez en cuando me llegaban cartas de algunos o mientras jugábamos críquet se les escapaba lo duro que era mantener una relación que había sido formada por conveniencia, rara vez eran comprometidos con un interés romántico, aunque no impedía que pudieran llegar a enamorarse tarde o temprano.
Pero mi caso era estrafalario entre lo estrafalario, nada más con decir que mis padres me habían dado la bendición de escoger hasta mi mayoría de edad, aún cuando Richard, mi hermano y el segundo hijo de los Blackburn tenía una prometida a la que de verdad amaba. Los rumores eran imparables.
Pero valdría todo la pena en cuanto tomara la posición de marqués. Mi motivación nunca había sido influenciada por el poder, mucho menos el dinero; desde que había tenido consciencia de mis propios pensamientos había decidido que seguiría los pasos de mi padre, protegería a mi familia y al negocio familiar de extracción de carbón. Desde entonces había sido educado con esmero en cuanto a temas financieros y políticos se refiere, y junto a lo que tuve que aprender en la escuela pude considerarme apto desde los dieciséis.
A tan sólo un par de días de mi cumpleaños los nervios se apoderaban de mi ser, pensar que por fin cumpliría mi propósito era algo tan emocionante como atemorizante. Como suele suceder para la primera vez en cualquier acto, uno nunca está seguro de si su propia habilidad podrá combatir las fuerzas del azar.
Pero mis padres me apoyaban, confiaban en mí, y a pesar de todos los conflictos fruto de nimiedades con mis hermanos también recibía el apoyo de ellos. La familia entera se había reunido para verme subir al escalón de la madurez y la responsabilidad más grande. No podía ser más ideal.
Así pareció ser hasta la noche de mi cumpleaños, cuando la fiesta estaba lista para recibir a los invitados y de repente el ruido de la pólvora conmocionó a todos en la mansión.
Nunca podría olvidar lo aterrador que fue sentir cómo mi mundo entero se venía abajo, cómo mi familia fue cazada en su propio hogar uno a uno como simples presas, conejos puestos en el campo para los perros de caza... Ver la fachada de la mansión arder junto a cualquier esperanza de que mi vida sería como antes.
La única razón por la que pude escapar fue por mi madre, la misma que me llevó lo más lejos que pudo hasta la entrada del laberinto de nuestro jardín, justo antes de sacrificarse y despistar a nuestros malvados verdugos de mi paradero.
—Recuerda esconderte hasta que lleguen los policías... no dejes que te encuentren... y no olvides esto en ningún momento...—fueron las últimas palabras de mi madre, quién con la respiración agitada me rodeó unos instantes y me apretó con sus delicados brazos antes de mirarme con el amor que sólo una madre entiende, para así dejarme solo con un relicario en el puño.
Yo no entendía qué estaba pasando, por qué estaba pasando. Todo parecía ir a una lentitud sobrenatural y mi cerebro apenas procesaba la información como si de un infante me tratara. Había fallado estrepitosamente en el ideal de proteger a mi familia y lo único que podía hacer era esconderme como un cobarde con tal de proteger el legado, todo dependía de lo que pudiera sucederme a mí.
Estaba solo, en el frío de la noche, mientras sentía las frías garras de la muerte cada vez más cerca de mi cuerpo, pues mi alma ya había muerto con mi familia. O eso creía.
De repente, a la sombra de la luna llena una silueta adornó el césped frente a mí, obligándome a levantar la mirada.
Creí que sería el final.
Pero apenas era el inicio de mi verdadera historia.
ESTÁS LEYENDO
𝐋𝐚 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚𝐧𝐬𝐢𝐨́𝐧 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤𝐛𝐮𝐫𝐧.
RomanceAshton Blackburn, heredero de su familia, lo perdió todo a su mayoría de edad. Y al mismo tiempo recuperó lo más preciado que le habían quitado tiempo atrás. Ahora debe decidir si enamorarse o no, sin saber que eso podría ser su perdición.