𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐧𝐮𝐞𝐯𝐞: ʀᴏᴍᴘɪᴇɴᴅᴏ 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘱𝘦𝘤𝘵𝘪𝘷𝘢𝘴.

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𝕭astien y los sirvientes no tardaron en curar la herida de Maud, el problema fue hacer que dejara de llorar. Era algo demasiado doloroso verla así, el sufrimiento era latente en sus ojos irritados por las saladas lágrimas y en su suave voz lamentándose como una pequeña niña con ansias de sentirse a salvo de una buena vez. Tristemente no pude consolarla como hubiera querido, cada vez que me acercaba y le hablaba lloraba con más intensidad.

Así que tuve que esperar a que Bastien la calmara para volver a entrar en la habitación.

—La señorita Blackburn está lista para hablar.—habló mi querido amigo al lado de ella. Asentí con la cabeza y tomé asiento en el sillón frente a ambos.

—Ash...—empezó mi prima, usando toda la firmeza posible en su entrecortada voz—antes que nada quiero decirte que lamento de todo corazón lo que pasó, nunca fue algo que me alegrara, extraño a todos tanto como tú y me sigue persiguiendo en sueños lo sucedido...—la mano apretando la tela de su pecho me lo confirmó, le sonreí un poco con la intención de calmarla.

—Lo sé, Maud, y a pesar de que entiendo cómo te sientes no deberías de culparte, ninguno de los dos tuvo la culpa.

—Sí, es decir no, verás...—en verdad se notaba su dificultad al hablar—yo te mentí mucho esa vez que me encontraste, y lo siento, pero estaba muy asustada y no sabía si podía confiar en que fueras el mismo de antes de todo esto.

Mi corazón dio un salto, el temor se estaba haciendo cada vez mayor.

—¿A qué te refieres?

—Querido primo... yo sé quién planeó el ataque a nuestra familia.

Mi mundo entero se detuvo, pero al mismo tiempo todo estaba pasando demasiado rápido. No quería escuchar nada y tener que cargar con más sentimientos dolorosos.

—No, no... no quiero escucharlo...

—Tienes que hacerlo—ella insistió—, podría volver por nosotros.

—¡No quiero escucharlo!—me levanté de mi puesto de golpe, fue la mano de Rigel en mi hombro la que me trajo devuelta en mí. Su mirada era compasiva, pero firme.

—Tienes que escucharlo, Ash.

No entendía por qué de repente Rigel parecía querer apoyar a Maud en ese momento, en un pensamiento infantil los creí aliados en mi contra, pero era todo lo contrario.

La verdad debería hacernos libres, quizá eso pensaban que estaban haciendo por mí: darme libertad.

Yo tenía miedo de serlo, tenía miedo de no saber qué hacer con ella.

—No entiendo cómo fue que aquella macabra idea apareció en su mente, Ash—prosiguió Maud con pesar—. Yo quise detenerlo, decirle que era una gran locura, pero ya no me escuchaba, ya no era él...

—No...—mis ojos se llenaron de lágrimas. Los de ella también.

—Estábamos en quiebra y no quería pedirle ayuda a tu padre, por eso se le metió en la cabeza que él era quién debía heredar todas las riquezas, no tú ni tu familia... mi padre olvidó que todos éramos parte de ella, que no estábamos solos los dos...

—Maud...—dije en un gimoteo.

—Contrató unos hombres, encubrió nuestras huellas... Cuando me encontraste se suponía que debía averiguar si el lugar era seguro para mi padre—Maud soltó un leve sollozo antes de seguir—. Yo no quería... no podrías imaginarte las veces que consideré quitarme la vida, hoy fue la última vez...

𝐋𝐚 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚𝐧𝐬𝐢𝐨́𝐧 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤𝐛𝐮𝐫𝐧.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora