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𝕹o pude hablar con Maud durante unos días, todavía no terminaba de aceptar que hubiera intentado asesinarme en múltiples ocasiones y que no hubiera dicho nada sobre el macabro plan de mi tío Aaron.
Pero al menos tenía a Rigel conmigo. En ningún momento me criticó ni se quejó por mi estado de ánimo, esperó con una paciencia loable a que volviera a ser el mismo de antes, y gracias a él no me sentí solo en lo absoluto. Las charlas eran amenas, las lecturas relajantes, hice todo lo que hacía con Maud y mucho más si consideramos las sesiones en las que Rigel me atrapaba con su cuerpo para apoderarse de mis labios de una manera que no podía gustarme más aunque no lo admitiera en voz alta. También le gané cuatro veces en el ajedrez.
Bastien y Francis ayudaron bastante también, mi adorado cachorro me acompañaba para todos lados como si supiera que me sentía mal, y Bastien estuvo dispuesto a escucharme y aconsejarme e incluso llegó a abrazarme una vez. Fui mimado como nunca, ni siquiera se asemejaba al trato que me daban cuando era un pequeño con gripe años atrás.
Pero en todo ese tiempo no ver a Maud y saber que permanecía encerrada en su habitación por mutua propia era un dolor y un temor constante. Sabía que ella se sentía sola también, y no quería dejarla así, aunque creía necesario primero recuperarme a mí mismo.
Rigel y yo caminábamos por uno de los pasillos de la mansión luego de una visita al jardín–en la que me enseñó el cuidado adecuado de los crisantemos–cuando tocó el tema por primera vez.
—Hay algo que me causa mucha curiosidad, Ash.
—¿Qué es?
—¿Estarías dispuesto a perdonar a tu prima por todo lo que hizo?
Aquella pregunta sin duda era delicada, su respuesta no sería menos complicada, y es que Maud no había pecado solo por actuar sino por no hacerlo también.
Ella pudo detener la masacre, pudo avisarnos a todos.
El plan nunca había sido que yo sobreviviera, de no haber sido por Rigel…
Mi tío habría ganado.
Aun así, no podía culparla del todo.
—Maud no es mala, no como para recibir un castigo. Ella simplemente tenía miedo y se dejó guiar por su padre, algo que encuentro en parte razonable: después de todo él pensaba en lo mejor para ambos, aunque su idea no fue para nada acertada—pasé una mano por mi nuca, era algo difícil de explicar—. Ella… no puedo culparla por algo en lo que se encontraba entre la espada y la pared, si traicionar a su progenitor o seguirlo sin preguntar. Los hijos son educados así.
Rigel no había dejado de mirarme durante toda mi explicación con las manos cruzadas tras la espalda, vestía un elegante y resaltable traje de un rojo oscuro con corbata y zapatos negros de charol. Era bastante atractivo cuando usaba colores diferentes al gris y al negro. Una vez acabé soltó un sonoro suspiro, luego revolvió mi cabello con más delicadeza de la normal en él.
—No sé si es algo bueno o algo malo que seas tan noble, querido ángel, pero lo que sí sé es que aquello incrementa cada día más mi aprecio por ti y lo que representas.
Un sonrojo cubrió mi rostro al oírlo. A veces no podía sobrellevar la sinceridad con la que él siempre hablaba, en especial con respecto a sus sentimientos. No había terminado de acostumbrarme.
—Eres un…—negué con la cabeza para luego darle un leve empujón—No sabes nada de etiqueta ni protocolo con respecto a cortejar, ¿no?
—¿Y no crees que ya nos hemos saltado un par de pasos?—él sonrió de lado—No es como si fuéramos una pareja normal para seguir las normas.
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𝐋𝐚 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚𝐧𝐬𝐢𝐨́𝐧 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤𝐛𝐮𝐫𝐧.
RomanceAshton Blackburn, heredero de su familia, lo perdió todo a su mayoría de edad. Y al mismo tiempo recuperó lo más preciado que le habían quitado tiempo atrás. Ahora debe decidir si enamorarse o no, sin saber que eso podría ser su perdición.