𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐨𝐜𝐡𝐨: ¿𝐒𝐮𝐞𝐧̃𝐨𝐬 𝐨 𝓻𝓮𝓬𝓾𝓮𝓻𝓭𝓸𝓼?

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𝕰staba comenzando a preocuparme de verdad por esos sueños tan extraños que al parecer no habían dejado de perseguirme.

Porque ese en particular me dejó mucho qué pensar, y eso que fue quizás uno de los menos aterradores que había tenido hasta el momento.

Como había pasado con mis sueños anteriores me vi transportado una vez más a esa fecha incierta en ese mundo incierto que parecía asemejarse a la vida de mis antepasados, era la única teoría que había logrado sacar. ¿Por qué? Porque no tenía la creatividad suficiente para inventarme todo eso, porque todo parecía cuadrar demasiado para ser una simple fantasía... y porque todo indicaba que los ojos por los que yo veía, ese ancestro mío... estaba enamorado de un hombre.

Nunca soñaría algo así, pero las evidencias eran irrefutables.

Aparecí en el pasillo que daba al jardín, el sol era particularmente brillante y tuve que poner mi mano sobre mi frente para que la luz no irritara mis ojos, así pude observarlo mejor y me decidí por ir hacia él.

Todo en él se me hacía distante y familiar a la vez, apoyado en un árbol con el cabello oscuro revuelto por el viento, su tez morena y sus ojos oscuros mirando con dolor hacia la distancia. Ocasionó en mí un dolor que apenas pude comprender.

—¿Qué sucede?—escuché el eco de mi voz decir, aunque por alguna razón, a diferencia de la mía, su voz sonaba tan clara como el agua.

—Hace poco me encontré un cervatillo, al parecer se había separado de su familia, pude cuidarlo y alimentarlo sin que temiera de mí, llegaba a mi puerta sin falta cada mañana... pero hoy no lo encontré, y los amos salieron a cazar temprano. Cuando volvieron...—pasó una mano por su rostro en señal de frustración y me miró—. Lo siento, puede que esté exagerando al respecto, como si no cazaran miles de animales más cada día...

Yo le sonreí con pesar. Era consciente de que todo era un sueño, pero incluso sentía como si pudiera entender su actitud, sus maneras tan sutiles que para mí eran de lo más obvias en ese preciso instante: estaba sufriendo. Tomé una de sus manos con sigilo y la atraje a mis labios, todo en una sutileza y precaución como si fuera un secreto entre los dos.

—Llorar no es una muestra de debilidad, sino de lo humana y bella que es tu alma al compadecerte por los actos crueles.

¿Por qué dije eso? No lo sé, salió de mis labios de una manera muy natural sin que yo llegara a procesarlo. Con decirlo se me hizo más familiar a cuando lo dijo Rigel.

Él me sonrió, sus ojos estaban brillantes. Entonces se acercó con una lentitud que me quitó el aliento.

Y desperté.

No podía estar más confundido.

Había oído a ese muchacho con la voz de Rigel. Quizá fuera porque su voz fue la última que escuché antes de dormir, pero incluso sus facciones se asemejaban mucho a las de ese moreno de mi sueño...

Y esa actitud, tanto mía como suya... ¿Éramos pareja? No estaba seguro, pero mi corazón se agitó al sentir su piel en mis labios, al verlo con esa vulnerabilidad que lo hacía tan humano, y la mirada cargada de amor y dolor en sus ojos fue suficiente para desmoronarme por completo.

Pero era sólo un sueño, y de ser algo más ni siquiera era mío. No debía dejarme llevar por esas emociones aunque fueran tan fuertes y profundas, aunque nunca antes había sentido eso que no quería terminar de nombrar como amor. Sacudí mi cabeza en un intento por sacarme esos extraños pensamientos.

𝐋𝐚 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚𝐧𝐬𝐢𝐨́𝐧 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤𝐛𝐮𝐫𝐧.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora