𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨: 𝐣𝐮𝐞𝐠𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 ᥲzᥲr.

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Había vuelto a tener pesadillas extrañas, aunque al menos Francis estuvo ahí para calmarme cuando me desperté con lágrimas en los ojos.

Y seguía sin entender porqué mi pecho pesaba como nunca antes había sentido, una sensación de ansiedad y desesperación tan desoladora que había causado que no dejara de llorar hasta luego de unos minutos de despertarme, sin entender todavía la razón.

En el sueño había estado en el mismo lugar de mi sueño anterior, pero había logrado recorrer más de la que poco a poco reconocía como mi mansión. Desde que fue de nuestra propiedad había recibido apenas unos pocos cambios interiores, pero el orden de los pasillos y las habitaciones era el mismo. Pude guiarme con facilidad a pesar del distinto tapizado y muebles que parecían ser de mucho tiempo atrás.

Entonces pasó algo que no me esperaba: Mi familia llegó hacia mí, con caras de enojo y desagrado, al parecer había estado huyendo de ellos y por eso había sentido la adrenalina desde mucho antes. Cuando fui encontrado me arrastraron con brusquedad al jardín, yo no escuchaba más que mis propios gritos y sollozos, suplicando que se detuvieran...

Y luego me tiraron al suelo con brusquedad, justo frente a algo que apenas pude distinguir pero con una simple mirada logró que sintiera mi mundo venirse abajo.

Una hoguera, un cuerpo en ella. No pude reconocerlo, su piel ya se había oscurecido por las llamas, sus gritos me revelaron que era un hombre.

Y luego todo se volvió oscuridad.

No pude controlar mi respiración hasta que Francis se acurrucó en mi regazo, soltando gimoteos como si sufriera lo mismo que yo sufría sin terminar de entender. ¿Había sido la presencia de un demonio la que me había causado tales pesadillas? ¿O era algo más...? ¿Y qué más podría ser? Mi familia siempre había sido honrada, mi padre no dejaba de contarme historias de los buenos actos que mis ancestros habían hecho...

Pero de un día para otro nos quisieron matar, y un demonio llegó diciendo que éramos víctimas de una maldición.

Casi lo había olvidado por el hecho de que hubiera salvado a Francis, y no podía permitirme confiar con tanta facilidad. Al parecer era cierto lo que los obispos advertían, el demonio podía tener una apariencia muy agradable y podía endulzar el oído con bastante facilidad.

Ser cercano a un demonio no podría traer nada bueno.

Pero no dejaría que eso pasara conmigo, no iba a seguir su juego, y averiguaría cómo acabar con la maldición de mi familia de una vez por todas.

Así fue como, motivado, decidí levantarme y en camisón dirigirme al despacho de mi padre. El sol todavía no asomaba, debía ser muy temprano y con seguridad la servidumbre estaría ocupada en sus labores mañaneras, si es que no estaban dormidos. Sería el momento ideal para revisar los archivos o los libros familiares que revelaran alguna información sobre una posible maldición que mi padre no me hubiera comentado.

¿Siquiera mi padre habría sido consciente de la maldición? ¿Y mi madre?

No tendría idea ni de cómo sentirme, si sería peor saber que eran conscientes y nunca me lo dijeron...

De todos modos no valía la pena pensar en ello. Una vez en el despacho comencé a recorrer los estantes con un dedo leyendo títulos y fechas en busca de algo relacionado a mis ancestros o la supuesta maldición y sus causas. Mi padre no me había dejado leer todos, decía que algunos eran difíciles de comprender para mi edad, pero que en cuanto estuviera preparado me los regalaría.

𝐋𝐚 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚𝐧𝐬𝐢𝐨́𝐧 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤𝐛𝐮𝐫𝐧.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora