Epílogo

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Kang Donghyun

Había pasado ya una semana desde el incidente.

No regresé a casa desde entonces, no es que estuviese enfadado o afectado, ya que a mí esos temas no me incumbían en lo más mínimo, pero no me sentía preparado para enfrentar a San. Desconocía por completo lo que sea que sucedió tras la llegada de la policía al Ring, y aunque me molestó el hecho de que San no confiara en mí para contarme su verdadera situación con ese chico... no pude seguir ignorando todo aquello sobre lo que teníamos que hablar.

Me sentí un poco agobiado en cuanto entré al portal, pero recordé que aquella también era mi casa y no podía pasarme la vida evitando a mi compañero de piso. De todas formas, por algo había vuelto; al fin y al cabo éramos amigos.

Mis expectativas fueron destruidas cuando puse un pie en mi casa, al encontrarme todo sumido en un completo silencio. Como si el apartamento estuviera muerto.
No tuve que andar más de dos pasos para saber que allí no había nadie, pero aun así, no deseché la esperanza y anduve escaleras arriba.
Metí una mano en el bolsillo y saqué el móvil, dispuesto a llamarlo. Ahora que lo pensaba, él tampoco había tenido intención ninguna de comunicarse conmigo ni con ninguno de nuestros amigos.

Nervioso, pulsé el botón de llamada mientras me plantaba frente a la puerta abierta de su habitación. Era bastante extraño que la dejara abierta. Podía suponer que simplemente habría salido, pero un presentimiendo me dijo que no era así.

-El número marcado no existe o no está disponible -saltó una voz robótica al otro lado de la línea.

La llamada se colgó automáticamente y yo no cabía en mí de estupefacción. ¿Cómo?
Me introduje en la estancia y un golpe seco hizo que me girara de repente hacia de donde provenía. Respiré aliviado cuando vi que tan solo eran las puertas abiertas de la terraza, que de vez en cuando la corriente las empujaba hasta dar con la pared.
Revisé el resto de la habitación con la mirada, que estaba desierta. Entreabrí una puerta del armario de madera, encontrándome lo que me esperaba, un vacío.

No había duda de que se había largado, y encima daba la impresión de que había desaparecido de la faz de la tierra.
Después de dar vueltas y más vueltas, mi mirada no pudo evitar tropezarse con las desvencijadas puertas de la terraza otra vez. Si me fijaba demasiado, era fácil quedarse absorto en el movimiento que describían cuando el aire las golpeaba. Como si escondieran un secreto que la casa no podía contar.

Fui hasta ellas y cerré una, no sin antes fijarme en las manchas de lo que parecía sangre seca sobre los dos puffs que San tenía allí. Vinculé aquello a la herida que Sungwoon le provocó al otro chico aquella noche.
¿Qué cojones es lo que había pasado?

Decepcionado, intrigado y temeroso, no tuve otra opción que salir del apartamento. Aunque esa fuese mi propia casa, ya no lo parecía. Irradiaba una energía que hacía que te parases a pensar dos veces sobre si entrar o no.
Dudé hasta si debería mudarme a otro lugar en lo que bajé por el ascensor hasta llegar al portal. Una vez allí, pasé de largo frente a los buzones y la mesa abandonada donde alguna vez hubo sentado un portero, pero volví sobre mis propios pasos para fijarme en la hilera de buzones metálicos.

-¿Tenemos correo? -me pregunté a mí mismo, corrigiéndome mentalmente por referirme inconscientemente a un "nosotros".

En efecto, en el buzón que declaraba "Kang Donghyun y Choi San", podía verse la esquina de un papel blanco.
Curioso a más no poder, abrí el buzón y cogí la única carta de su interior. Por más que di vueltas al sobre, no había ni una sola pista de lo que podía contener. No había remitente y era completamente plano, por lo que rechacé la idea de que fuese propaganda. Pero, ¿y si era para San? Negué con la cabeza. ¿Y si era para mí? Dejé de debatirme para rasgar el principio y sacar el folio doblado que se hallaba en su interior.

Sobre el limpio y perfecto papel, un largo escrito se hallaba plasmado en tinta negra. Los trazos habían sido hechos a mano con una letra cursiva que no dejaba lugar a dudas sobre el autor de aquello.
No dudé en comenzar a leer lo que mi problemático amigo tenía que decirme.

"Querido Donghyun:

¿Sabes qué? Las terrazas siempre me han parecido muy tranquilizadoras.

La vida comenzó a anunciarme que iba a morir desde que empezó, y de unas maneras u otras, acabó aterrorizándome tanto que ya no le tenía miedo. Irónico, ¿verdad?
Dicen que lo desconocido aterra, y es cierto. Terminé por conocer tan bien a la muerte, que aprendí a mirarla de frente. Por eso vivo, para desafiarla.

Pero lo que no te cuenta la vida ni la muerte, es que va a llegar un día en el que sin esperártelo, tus aburridos ojos se encuentren por casualidad con otros curiosos ojos, y de repente te veas en una situación en la que no puedes evitar volver la mirada una y otra vez. ¿Qué pasa ahí? Nadie te enseña a sobrellevar eso.

Conociéndote, estarás estresado por mis aburridas metáforas y tonterías, así que iré al grano. Estoy bien. Estoy vivo, respirando, en el porche de una casita de verano al sur del país.

Siempre quise decirte que te aprecio mucho, y que gracias por ayudarme siempre que lo necesitaba. Ahora que por fin lo he dicho, recuérdalo siempre. Pero no me busques. No lo hagas. Y si alguna vez tienes dudas sobre mi bienestar, vuelve a leer esta carta. Siempre estará todo bien.

A pesar de que no puedas responderme, quería decirte que llevo meses martilleándome la cabeza con una pregunta la cual no sé contestar:

¿Era él en peligro o era él el peligro?

Con cariño,

Choi San.

UNTITLED - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora