XX

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Jung Wooyoung

Me desperté en mitad de la noche.

La verdad es que no pude descansar correctamente debido a que San no paraba de moverse de un lado a otro de la cama, así que no me sorprendió el despertar repentino. Parecía intranquilo por lo sucedido. Yo había tratado de calmarle diciéndole que una bajada de tensión o una pérdida del conocimiento momentánea no era para ponerse así, pero no me escuchaba.

De pronto, mientras pensaba en esto, noté que ya no había ni un solo movimiento de sábanas, y me alivié al saber que se había dormido al fin. Estaba de espaldas a su lado, así que alargué la mano hacia atrás para verificar que estaba ahí, dormido en paz. Alargué más la mano intentando dar con su cuerpo, pero solo toqué aire, por lo que giré sobre mí mismo y me percaté del hueco vacío en su lado de la cama.
Me asusté por un segundo y me incorporé, mirando a mi alrededor sin éxito, hasta fijarme en el pequeño resplandor de luz que se filtraba por la terraza abierta, producto de una grande luna llena.

Allí estaba él. Con sus brazos apoyados en el barandal y el humo escapándose de su rebelde boca. Tenía la mirada perdida y la espalda encorvada. Me quedé admirándole desde la cama.
Allí estaba él. Desgarrador como un grito y tierno como una mirada triste. Tragué saliva, alterándome por mis propios pensamientos y emociones hacia él, ¿desde cuándo idolatraba a ese chico de aquella manera? ¿Desde cuándo me había hecho querer ser mejor persona? ¿Desde cuándo había comenzado a querer darle el mundo? ¿Desde cuándo había querido cambiarme para amoldarme a él? Acabaría sin conocerme a mí mismo sólo por él, y lo peor de todo, es que no tenía miedo. No me asustaba.

Por eso anduve hacia el peligro con la mirada hacia el frente. Por eso posé mis pies descalzos en el frío suelo, dejando que la penumbra y la noche penetrase en las plantas de mis pies, como si esta me estuviese avisando de que pisaba terreno peligroso.
En silencio, entré en la terraza, colocándome a su lado sin siquiera dirigirle una mirada. Me apoyé en la barandilla al igual que él y dejé la mirada perdida. Noté enseguida sus ojos sobre mí, podía percibir el tembleque de sus dedos sujetando el cigarro.

Quise hablarle y de alguna forma levantarle el ánimo, pero no me atreví ni a girar la cabeza en su dirección. En su lugar, tras un rato transcurrido fue él quien llamó mi atención.

-¿No te hace mal querer forzarte a hacer algo a lo que le temes? -preguntó, con voz áspera.

Entonces conectamos miradas.

-¿Cómo? -dije sin entender.

-Hablo de tu fobia -aclaró.

Volví la vista al frente, pues no me sentía cómodo hablando sobre eso mientras veía sus pupilas. Me vino el recuerdo a la mente de cuando pensaba que San quería que le pagase la estadía con sexo. Qué ridiculez, y pensar que ahora era yo quien le necesitaba para resolver aquel puto problema.

-En realidad... -comencé a explicar- es el único tratamiento para la erotofobia. Se llama desensibilización sistemática.

Le miré de reojo solo para verificar su cara de incomprensión, y solté una risa nasal.

-La desensibilización sistemática -proseguí- trata sobre afrontar la fobia. Se supone que debo exponerme a situaciones similares para superarlo. Consta de más pasos, como la relajación y la imaginación de dichas escenas pero... lo hice hace mucho tiempo y no sirvió de una mierda. Lo único que tengo que hacer es echarle un par de huevos al asunto.

Reposé mi mejilla sobre la palma de mi mano, clavando mi mirada en algún punto infinito del lúgubre edificio de enfrente.

-¿Y no quieres hacerlo, entonces? -preguntó de pronto, después de un rato asimilándolo.

UNTITLED - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora