XXV

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Rosario de Epik High sonaba en mis oídos cuando de pronto la melodía se detuvo, dejando paso a una insistente vibración en el móvil.

Me incorporé cansado y con mechones de pelo revueltos sobre mi cara. Entrecerré los ojos para no cegarme con la luz de la pantalla y miré quién osaba molestarme. Suspiré derrotado al confirmar que era lo de siempre, y volví a dejarme caer en el colchón.
"¿Durante cuánto tiempo más insistiría? ¿Cuál sería su límite? ¿O acaso no tenía?" Esos fueron mis pensamientos tras la llamada entrante de San.
Había eliminado su contacto, pero gracias a su persistencia conseguí aprenderme su número de memoria.

En el fondo pensaba que estaba siendo demasiado cruel al ignorarle de esa manera. Había pasado ya una semana desde la última vez que nos vimos en su casa, y jamás hube experimentado unos días tan tediosos como aquellos. No salí de casa, apenas comí y no intercambié más de dos frases con nadie.
Me jodía el hecho de que me diera pena ese cabrón. No iba a arreglar nada con ochocientas llamadas perdidas. En ese tiempo, como no acudía a clase y mis padres ya ni siquiera se molestaban en decirme que fuese, contacté con Chansung porque necesitaba a alguien con quien hablar. Mi abuela y él fueron mis confidentes, a pesar de que Chansung creía que San era simplemente un amigo. Quizás no tenía la valentía suficiente para decirle que me había enamorado. Enamorarse es de débiles, hubiera dicho él.

Chasqueé la lengua y me removí en la cama para levantarme y espabilarme de una vez; llevaba toda la semana tirado en mi cama quejándome a solas del mundo. Agarré el móvil y busqué decidido en mi agenda de contactos, encontrando a mi mejor amigo y pulsando el botón de llamada.
En ocasiones él era mi única salvación.

Nada más descolgar la llamada y oír su voz, lo único que hice fue dejar escapar un audible suspiro. Fue entonces cuando su sexto sentido de mejor amigo se activó.

-¿Vía libre para presentarme en tu casa y que dejes mi camiseta llena de lágrimas y mocos? -preguntó, casi podía ver su sonrisa.

-Por algo he llamado -respondí con una risita.

Chansung resopló aliviado al otro lado de la línea y colgó enseguida. Supe que se pondría de camino a mi casa.
Todos estos días había estado hablando con él pero negándole verme. No quería que me viera débil y en este deplorable estado, aunque ahora que me había hecho a la idea de que las cosas eran así y no se podían cambiar, pasé de todo y accedí a verle porque le necesitaba.

San fue mi primer amor. No importaba cuál fuese la realidad, no importaba que nunca hubiésemos sido pareja o que en realidad él no me quisiera. Para mí siempre iba a ser mi primer amor y por eso dolió como un puñal en el pecho. Al fin y al cabo, fue el primer chico que puso sus manos sobre mí y que me mostró el mundo desde otra perspectiva. A su propia manera.
Él era el chico con el que perdí el miedo.

Justo antes de que me sumiera de nuevo en una depresión alimentada por baladas tristes, el timbre sonó y tuve que detener Blue & Grey.
Me puse en pie animado por primera vez en mucho tiempo y corrí a abrir la puerta. No transcurrió ni un segundo y yo ya me había lanzado a los brazos de mi amigo. Fue tan de improvisto que lo único que llegué a ver fue un reflejo de su pelo castaño, y él casi se cae para atrás.

-¡Te he echado de menoooos! -exclamé alegre, pero tan pronto como reí sobre su hombro, me entró la tristeza.

-¡Y yo a ti! ¿Qué mierda has tenido en la cabeza todo este tiempo, tío? -dijo, dándome palmaditas en la espalda.

Debió de notar mi repentino cambio de humor, pues me separó de él agarrándome por los hombros para mirarme directo a la cara.
No estoy orgulloso de ello, pero en cuanto hicimos contacto visual me eché a llorar.

-Wooyoung... -pronunció, rendido conmigo. Volvió a abrazarme y sus palabras dichas en la anterior llamada se hicieron realidad; dejé la tela de su camiseta toda empapada de lágrimas después de un rato.

-No puedo más -hablé- Esto me sobrepasa. Le echo tanto de menos que me odio a mí mismo.

-Woo, ¿qué dices? ¿Vas a montar todo este show por un amigo? Ni que tuvieras la menopausia.

-¿Sabes, Chansung? A veces creo que eres tan lento que lo finges.

Me miró sin comprender. Yo dejé escapar el aire, simulando una carcajada con cero gracia, y le di la espalda para caminar hacia la cocina. Él comenzó a seguirme.

-¿Por qué dices eso? -cuestionó.

Abrí la nevera y tomé un par de cervezas para poner rumbo a mi habitación.

-¿No se te ha pasado por la cabeza que era un poco raro que estuviese así por un "amigo"?

-Sí, claro. Por eso te lo digo.

Me senté en la cama y abrí la lata, permitiéndome tomar un trago mientras él tomaba asiento frente a mí.

-Tío -le dije seriamente- eres tonto. Te dije que estuvimos viviendo juntos, compartiendo habitación. Durmiendo en la misma cama.

Alzó las cejas, sin entender, para dar pie a que continuara hablando. Yo puse los ojos en blanco.

-Nos enrollamos y me enamoré de él.

Me reí de mis propias palabras. Qué simple, sencillo y absurdo sonaba así dicho. Era jodidamente triste que todo lo que habíamos pasado se resumiera en "follábamos bien, nos queríamos bien, me enamoré de él y él no de mí". Tenía que haber algo más. Tenía que haber algo más donde rascar en nuestra pobre historia.

-Wow -expresó Chansung, quien tenía cara de estar procesando la información- Y... ¿qué pasó?

No quise dar detalles. No quería darme más pena a mí mismo.

-No acabó bien -dije. Y cierto era.

Me dio un apretón en el hombro y me dedicó media sonrisa.

-Todo mejorará, Woo. Pero por ahora, creo que lo que realmente necesitas es olvidarte de todo.

-Ojalá pudiera.

-Puedes.

Le miré arqueando una ceja. Él rebuscó algo en su bolsillo derecho y extendió su puño cerrado hacia mí.

-Te conozco mejor que nadie. Desahógate, despéjate. Olvida.

Y tras estas palabras dignas de un vendedor de droga, desplegó sus dedos para mostrarme la palma de su mano, sobre la que reposaban las pequeñas gomitas con las que me ataba las trenzas para las peleas del Ring.

UNTITLED - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora