Capítulo 27. Leslie

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La conversación por videollamada con Blake fue peor de lo que esperaba. Para empezar, se rió. Se rió mucho, y ni siquiera parecía sorprendido. Imagino que lo veía venir después de saber que se quedaba unos días conmigo. Aplaudió mientras se carcajeaba como una foca, y para colmo pude escuchar a la perfección a mi prima Lily gritando por detrás: "¡Te lo dije!".

¿Cómo que "te lo dije"?

Pero eso no fue lo peor.

Tampoco que dijese que seguro que para finales de mes volvíamos juntos... o como mínimo nos besábamos. Para empezar y para terminar, porque eso del beso ya había pasado, aunque Hunter y yo habíamos hecho un acuerdo no escrito (ni hablado, prácticamente), de no volver a mencionarlo. Hacíamos como si nada hubiese pasado.

Ojalá mis sueños se lo tomasen en serio, porque empecé a tener, digamos, "pesadillas" para mayores de dieciocho con Hunter, prácticamente cada noche.

No, lo peor fue que, al finalizar la videollamada, justo antes de que Blake desapareciera de la pantalla y, lo más probable, cuando él ya pensaba que había desaparecido, escuchamos claramente cómo decía:

—Tengo que llamar a Kenzie para...

Para decírselo. No escuché el final pero lo más seguro es que fuese para decírselo y cotillear sobre nosotros con mi hermana. Solamente que ella no lo sabía, y no pensaba dejar que se enterase por nuestro ex hermanastro.

Así que me serví un nuevo vaso del vino que Hunter había comprado aquella noche y llamé a Kenzie mientras él hacía de tripas corazón e, imitándome, marcaba el número de su madre. Ella sería la siguiente, ya que Blake no tenía filtro con la pobre mujer.

En la boda de James y Kenzie, Lily me confesó que, un día en que pelearon, la madre de Blake la llamó porque él había hablado con ella llorando y preocupado. ¡Y todo había sido porque Lils casi hace que su gato, Misifú, se escapase! Lo habrían resuelto con sexo desenfrenado por la noche sin necesidad de que ninguna suegra supiese nada.

Después de eso, llegó otra nueva conversación con Harry, y Hunter llamó a Kara, ya que no sabíamos si él se lo contaría, o viceversa.

Nos sentíamos, los dos, como si hubiésemos destapado la caja de Pandora. Y encima, con solo una botella de vino. Tendría que haberle dicho de comprar dos. O cinco. O una bodega entera.

Nada parecía suficiente.

Mi semana, además, tampoco fue espectacular. Tuve un par de entrevistas fallidas para modelar, perdí cinco metros por apenas unos segundos y, después de darle un par de largas, acabé cediendo a tener una cita con Carter Clarke, el hermano de Avery... Y todo por culpa de Hunter.

Compartir piso con Hunter Harries no era fácil. Me planteé varias veces esa primera semana si no fue todo un error.

De acuerdo, el chico era bastante limpio. Dormía en el sofá cama de la sala, pero siempre estaba ordenado cuando él se iba. Dejaba los platos en el lavavajillas y limpiaba las sartenes en la pileta. Su parte del armario estaba impecable. Cambiaba el rollo de papel higiénico incluso antes de que se acabase y tiraba la basura. Doblaba las mantas, se encargaba de ventilar el piso cuando la temperatura todavía era cálida para el otoño que iniciaba, y pasaba la aspiradora y el polvo. ¡Incluso había limpiado los cristales de las ventanas!

Y diréis, "pues eso es genial, ¿no? ¿De que te quejas?".

¡De que si él era impecable, yo tenía que ser, como mínimo, decente! Era buena en casa, cocinaba, limpiaba el baño al menos una vez al mes (¡eh, una persona sola no ensucia tanto!) y procuraba pagar todas las facturas a tiempo.

Otra Vez Nosotros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora