La sesión de fotos tendría lugar cerca de la montaña Denali, en Alaska. Había un parque nacional precioso, con las montañas nevadas y hoteles con una ambientación increíble. Por suerte ninguna de mis fotos sería en la nieve. Si no tenía otra opción, las haría, pero me alegraba de que hubiesen preferido el interior calentito y cómodo de una de las pintorescas cabañas.
Hicimos el viaje hasta allí en avión, y yo acabé sentada entre Otto y Hunter. En realidad apenas conocía al resto de modelos, no todos eran de la compañía, y me sentía más cómoda al lado de ellos. Los chicos durmieron durante parte del trayecto, dándome pura envidia, y Otto se comió el almuerzo que nos sirvieron a Hunter y a mí, porque no nos gustó nada la comida del avión.
También aproveché para hablar con Otto sobre fotografía, cursos y algunos truquillos mientras Hunter dormía. Últimamente me había interesado bastante cómo lograban sacar fotos tan geniales. Estudié el itinerario del viaje para no fallar en las sesiones. Trabajaría especialmente el sábado por la mañana, al día siguiente de llegar, y un poco del domingo, dejándome cierta libertad para disfrutar un poco del viaje.
Después del avión tuvimos otro viaje largo en coche, y llegamos destrozados al hotel. El personal llevó nuestras maletas a las habitaciones y fuimos directos a cenar. Tenía hambre después de saltarme la comida del aeropuerto, pero estaba especialmente cansada y con ganas de darme una buena ducha.
Ni siquiera recuerdo exactamente qué cené. Hunter se había sentado conmigo y me había obligado a meter porciones de alimento en la boca. Estaba tan hecha polvo por no haber podido dormir nada que, por fin, mi cuerpo comenzaba a ceder. Ni siquiera era capaz de admirar las vistas que habían dejado a todos sin palabras nada más aterrizar.
Cuando una patata se me cayó de la boca en medio del bullicioso restaurante, Hunter decidió que ya era suficiente.
—Me llevo a Les a dormir —le dijo a Otto, mientras me ayudaba a levantar el culo de la silla—. ¿Te importa quedarte solo?
—¿Es una pregunta seria? —Escuché que le contestaba.
Miré pesadamente en su dirección, pero él ya estaba inclinado sobre una modelo y riéndose. Claro que no le importaba.
Me agarré de Hunter y salimos del restaurante hacia los ascensores.
—¿Qué habitación tienes? —Preguntó mientras sacaba la tarjeta del bolsillo de mi chaqueta—. A mí me toca quedarme con Otto, y es un asco porque me dijo que ronca.
Como venían de la revista, a pesar de que Hunter trabajaría como modelo, les habían dado una habitación juntos. Una pena. Yo tenía una solo para mí.
Hunter se quedó en silencio, y lo miré confusa mientras entrábamos en el ascensor. Pulsó el botón del cuarto piso y las puertas se cerraron.
—Es la cuatrocientos veintidós —explicó.
La 422...
El mismo número de habitación que tuvimos cuando le sorprendí por su cumpleaños, aquella vez. Cuando las cosas entre nosotros no habían terminado de torcerse del todo, y él aún me quería.
No contesté, pero estaba segura de que él también se acordaba.
Me apoyé contra su hombro mientras el ascensor terminaba de llegar a la planta, y di unos cuantos pasos hacia el pasillo. Hasta que Hunter se cansó de mí y, con un pequeño gruñido, se apartó.
Apenas duró unos segundos. Sentí mi cuerpo elevándose en el aire cuando él me tomó en brazos como si fuera un bebé y avanzamos más rápido por el pasillo.
—Es más fácil cargarte así.
Sonreí y le rodeé el cuello con los brazos, apoyando el rostro en el hueco de su pecho, tan conocido y reconfortante para mí.
—Pero no te duermas hasta que llegues a la cama —se burló.
Me quejé, pero apenas se escuchó.
De alguna forma se las apañó para abrir la puerta con la llave, meterla en el hueco que había junto a la puerta para que las luces se encendiesen, y cargarme hasta la cama. Me quitó los zapatos y la chaqueta, y me metió bajo las sábanas.
Maldita sea, la ducha podría esperar al día siguiente. Aquella cama era muy blandita, tanto que sentía como me hundía entre ella, las almohadas y el edredón.
Y también, demasiado grande.
—Espera —me quejé cuando noté que Hunter se alejaba—. Quédate a dormir aquí.
No sabía si era la droga de Morfeo quien hablaba, o la necesidad que sentía de tenerlo cerca, pero no me contuve.
—Mi habitación está en la planta de abajo, con Otto —contestó.
Ya, como que él también quería ir con Otto.
—Llevo un mes durmiendo contigo, Hunter —le reproché, entreabriendo los ojos en dos rendijas—. No voy a irme corriendo porque hoy duermas aquí.
Pareció dudar, y sentí su peso aplastando el colchón a mi lado, pero solo se había sentado.
—La verdad es que en esta habitación hay muy buenas vistas.
Por su tono juguetón, no sabía si se refería a las de la ventana, pero tampoco iba a preguntar. Estaba demasiado cansada...
—No sé si podré dormir si no estás aquí —confesé, aunque mi sueño decía lo contrario—. Me he acostumbrado a tenerte cerca cada noche.
Eso último no era mentira.
—A mí me pasa igual.
Y así, Hunter movió la colcha y se tumbó a mi lado en la cama, abrazándome y dejando que me durmiera con su olor invadiendo mis sentidos.
¡Feliz martes, familia de wattpad!
Lamento decir que se avecinan una tanda de capítulos cortitos (son así porque quería narrar ciertas cosas desde el punto de vista de uno y ciertas desde el de otro), pero que me gustan mucho :)
Nos vemos el viernes para leer la mañana siguiente,
Andrea ^^
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Otra Vez Nosotros ©
Novela Juvenil¿Crees en las segundas oportunidades? Leslie Sullivan es independiente, rebelde, y vive su mejor momento como modelo en Nueva York. Hunter Harries lucha por sus sueños y su carrera, centrado en su futuro profesional. En el pasado, ambos tuvieron una...