Mi vida había dado un giro de ciento ochenta grados en los dos últimos meses. Para mi yo del pasado, sería una auténtica pesadilla y, sin embargo, no lo llevaba tan mal. Especialmente desde que comencé a dormir en la cama de Les. Era mil veces más cómoda que el sofá y mi espalda lo notaba.
Y no iba a mentir, la presencia de Les a mi lado... me volvía loco. Esperaba el momento en el que decidiera que ya era suficiente y me mandara de vuelta al sofá, porque hacía ya una semana que me había recuperado al completo de las anginas. O peor aún, que me echase del piso.
Había echado el ojo a algunos apartamentos, pero el poco dinero que tenía me seguía obligando a compartir piso con alguien, y la opción de ir con Avery... Digamos que, obviamente, era imposible. Lo último que supe de ella es que había decidido pasar página. No podía culparla.
Estaba trabajando en un artículo cuando una sombra se cernió sobre mi escritorio. Por el rabillo del ojo vi a Mildred esconder los bombones.
—Adivina quién va a ir contigo a Alaska —comentó Otto, sentando el trasero sobre la mesa y sonriendo con una alegría innecesaria.
Me llegó un pequeño aroma a porro. Eso explicaba por qué trabajar le hacía tan feliz. Aunque también estaba la otra opción: fotografiaría modelos en ropa interior. Nada le hacía más feliz a Otto que ligar con modelos.
—Todo apunta a que esa persona eres tú.
—Qué listo eres, tío.
Dio una palmada al aire para remarcarlo, y no pude evitar reír. En realidad, el chico estaba empezando a caerme mejor. Dejé a un lado el documento que estaba escribiendo y me recliné sobre la silla para verlo mejor.
—Dime la verdad, ¿vas para ver modelos o para reírte de mi proeza intentando posar para la cámara?
Otto soltó una sonora carcajada. No era un secreto para nadie que, además de ir en calidad de reportero, también iba a participar como modelo en la sesión de fotos. Había sido la comidilla de la oficina durante los últimos días, en una mezcla de burla por parte de algunos y, sorprendentemente, admiración.
Dos compañeras me habían pasado sus números de teléfono por si quería tomar una copa, o lo que surgiese.
—En realidad lo que quiero—contestó poniéndose repentinamente serio, y se inclinó sobre la mesa para hablar en un susurro—, es verte usando esos calzoncillos diminutos que ponen a los modelos.
Fruncí el ceño mientras él se alejaba sonriendo ampliamente ante el efecto de sus palabras.
—¿Cómo que diminutos? —Repetí.
—Vamos, Hunter. ¿No has visto la página web?
Obviamente no, no lo había hecho, pero tampoco me quedaría con la duda. Abrí una nueva pestaña de búsqueda en el ordenador y tecleé el nombre de la marca. En seguida apareció la página web y comencé a buscar en el catálogo masculino.
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Otra Vez Nosotros ©
Novela Juvenil¿Crees en las segundas oportunidades? Leslie Sullivan es independiente, rebelde, y vive su mejor momento como modelo en Nueva York. Hunter Harries lucha por sus sueños y su carrera, centrado en su futuro profesional. En el pasado, ambos tuvieron una...