-los atardeceres carmesí no son los mismos sin ti- pronunció en voz alta el chico, tomando un trago de la margarita que tenía a un lado, al terminar su bebida se levantó de la orilla de la azotea, caminó hacia aquella puerta y bajó por las escaleras hasta llegar a la sala, por cada paso que daba rozando la pared con sus delgados dedos un recuerdo de su infancia se hacía presente en su mente, recuerdos de cómo entrenaba para ser el mejor, de cómo Mery y él veían los atardeceres, de el -para él- molesto ruido del violín desafinado de Vanya retumbando por toda la academia, cómo Regginald los mandaba a misiones, una lágrima con sentimientos mezclados hizo un recorrido por su mejilla.Finalmente se dispuso a ir a su habitación, debía hacer cálculos, no para el estupido Apocalipsis, sino para al menos saber dónde estaba Mery.
Una vez llegó a su habitación se quitó los zapatos y tomó el gis de su escritorio, brincó hacia su cama y comenzó a escribir en la pared, eran muchos números, muchas teorías, muchas ecuaciones, muchos pensamientos,
cada vez se desesperaba más, cada vez la esperanza de volverla a ver parecía una pérdida de tiempo, su mano escribía números muy rápido, su mente estaba en otra cosa, intentaba recordar si Mery le había dicho a donde iría, intentaba e intentaba, simplemente no podía,
las lágrimas se hicieron presentes, pero no, Número Cinco no se rendiría tan fácilmente, y menos si se trata de su chica.A pesar de no haber estado juntos, la amaba, la extrañaba, quería volverla a ver, aún si eso significaba ir hacia el otro lado del mundo u a otra dimensión, daría todo por ella, al menos no creía haberla olvidado, pero lo hizo, dicen que cuando dejas de ver a una persona y pasa el tiempo, lo primero que olvidas es su voz, es cierto, él ya no recordaba su voz, no recordaba su risa, no recordaba mucho de ella.
Escribía y escribía, hasta que el gis se quebró, -mierda- susurró arrugando la nariz y golpeó con su palma la pared cerrando el puño y recargando su cabeza, estaba colapsando, ya no podía ser fuerte, suspiró y permaneció así por unos cuantos segundos.
Hasta que
Una risa dulce hizo estremecer todo su cuerpo - tranquilo, la división está mal- se quedó paralizado, no podía moverse, no podía pronunciar ni una palabra, parecía que su cuerpo había sido consumido por esa voz, la duda lo consumía, el miedo también. No podía hacer nada, su mente quedó en blanco.
Esa voz
Esa risaEra ella....
Sepa qué escribí, pero ahí quedó, la neta sisoi bien inactiva y lo siento, pero no tenía inspiración.
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𝖼𝖺𝖿𝖾́, 𝖽𝗈𝗅𝗈𝗋 𝗒 𝖺𝗆𝗈𝗋 (+18)
RomanceNo es la típica historia de ocho y cinco, esta está acompañada de romance, tristeza, desamor, dolor, traición ... tal vez una que otra cicatriz.