Capítulo 5

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Ya hacían tres semanas de la discusión con Alesandro, me habia buscado en la universidad, me llamaba y no contestaba sus llamadas, es que ¿quien se creía para tratarme así? Y lo más es que estaba corriendo.

—Fiorella, ¿Te quedas o vas a ir conmigo?—quería distraerme un rato.

—Sí, vamos — «que divertido a comprar vestidos»,pensé, pero lo bueno era que había un nuevo robo en una galería de arte y eso implicaba más dinero para mí.

En el Centro Comercial, no sabía qué vestido usaría, según Daniela todo me quedaba bien y según yo nada, pero iba a tener que comprar con juicio de Daniela, ya que dijo que no tenía gusto.

—Fiorella, decídete por uno, ya—la desesperación reinaba, pero a mí nadie me mandaba.

—Cálmate Daniela si no vengo mañana sola y no hay ningún problema—dije cansada de su actitud.

—Bueno si tú quieres, porque de verdad eres insoportable— salió de la tienda molesta.

Burlando me de ella, dispuse a caminar por el Centro Comercial para buscar un vestido para la galería de arte.

Ví un vestido verde, lindo y muy juvenil, entro y veo el precio 400 euros, ubico a una vendedora y le preguntó sobre el vestido y si lo tienen mi talla.

Salí de la tienda con el vestido en mano y una sonrisa. Decía que no podía buscar un vestido, podía tener mil defectos, pero mal gusto no tenía.

Abrí la puerta de la casa y escucho gritos, pero no venían de la sala, si no de la cocina, escuché y reconocí que eran Daniela y Chris. Daniela le decia que estaba obstinada de mí y mi carácter de mierda.

—¿Sabes Crawford?, deja tus mierdas de estar criticando y dime las cosas de frente—la tensión se sentía—. Se valiente y deja tu estupidez—dije con repugnancia.

—¡¿Mi estupidez Fiorella?!—su grito me hizo apretar la mandíbula—, disculpa pero yo no soy la que se queja de todo y de todos y ahora anda con el cuentito de "puta" con el maldito so... — hizo comillas en el aire, no la deje terminar.

—¿Cómo me dijiste?—dije mientras me acerque a donde ella se encuentra.

—¡Puta! —dijo con odio.

En eso le pegué un puñetazo en la nariz, que aseguro que no olvidará nunca.

—¡Daniela!—gritó Chris—¡si te molesta el carácter de Fiorella, lárgate!

—¿Yo? ¡llegue primero que se largue ella! —gritó también.

—Como les dé la gana, yo me voy a Roma ¡Ya!— me fui azotando la puerta.

Sentí a Chris seguirme hasta mi cuarto y cerré la puerta con pestillo para que no me molestaran.

—Fiorella Ducati, abre ahora mismo —dijo Chris desde el otro lado, pero lo ignoré—, Fiorella ábreme o derrumbaré la puerta, sabes que lo haré.

Me acerque a la puerta y quite el pestillo, y Chris entró.

—No te vayas pequeña, por favor, tu eres mi hermana y mi confidente desde siempre, y... Y...—dijo bajando la voz mientras hablaba —Eres mi vida Fibi, no sé qué haría sin ti después de la muerte de Yenna—se me acerca y me abraza, y yo le devuelvo el abrazo.

—Yo también te quiero mucho Chris, pero ella me odia, me ofendió, eso jamás se lo voy perdonar, y será rebuznas en la casa que ella y yo estemos peleando a cada rato— no me fui de Florencia por mi hermano, pero buscaba un departamento para mí.

—Chris...—él me miró y yo seguí hablando —Voy a estar acá en Florencia, pero aquí no puedo vivir, y como dijo ella, ella llego primero, yo me voy departamento que está cerca de aquí—mentí, me quedaría en un hotel por esa noche.

—¿Segura Fibi?—déjame volar sola, Chris, pensé.

—Si, bro —dije segurísima.

Termine de acomodar la mayoría de mis cosas y me fui.

En mi auto, me puse a pensar una estrategia para que Chris me regalara su auto, maldecí cuando mi teléfono sonó interrumpiendo mis pensamientos.

—¿Si?—contestar a la primera y sin ver no era lo mío, pero lo había hecho ya.

—Fiorella debo hablar contigo, y es urgente, sin rodeo — «Maldito, Alesandro» pensé al oír su voz

—¿Dónde nos vemos?— no tuve problema ya que había que aclarar lo que él pensaba y había visto.

Encendí el motor y parti aún hablando por teléfono.

—El taller que está a tres cuadras de la plaza principal— asentí como si me estuviera viendo, musité un "perfecto" y colgué.


En unos trece minutos que pude calcular con mucha exactitud, llegue a la plaza pero el detalle era, ¿a qué lado debía cruzar?

Me decidí por ir a la derecha, y cuando cruce me dí que no era el puto camino, me devolví dando "Mi famosa vuelta en U", que tenía mucho estilo, según Christoffer.

Cuando ví el taller, solté un suspiro nervioso, bajé y ví la puerta abierta y entre en silencio.

Después de un rato de curiosear lo vi, y creía que no se ha dado cuenta de que estaba aquí, estaba arreglando su Mustang, por eso fue que no lo corrió esa noche. Lo conocía y él me conocía, solo que no recordaba que lo hacía.

Me acerque y lo miré, tenía toda la espalda llena de tatuajes y parte de los brazos, pero no lo suficiente para que se viesen.

Llevaba puesto un blue jeans caído, que se le veía de maravilla.

«Deja de mirarlo, pareces necesitada»

Reaccione y lo deje de mirar.

—¿Hace cuanto tiempo estas aquí?—estaba tan concentrada que su voz me hizo saltar en mi sitio.

—Cinco minutos calculo— dije nerviosa.

—No aquí en el taller, se que estas parada hace rato y me mirabas como si me fueras a atravesar, ¿Cuánto tiempo tienes viviendo en Florencia?—su voz ronca me gustaba, era varonil y gruesa.

—Casi siete meses—la incomodidad se sentía, me incomodaba que estuviera sin camisa ya que bajo impulsos no era dueña de mis actos.

Pasaron unos minutos que parecieron horas para seguir hablando, realmente estaba ta nerviosa que jugaba con mis dedos y su tranquilidad parecía casi cínica.

—¿Por qué viniste? El trato era tu hermano aquí y tú en Roma—no entendía de qué trato hablaba, se acercó a donde estaba su camisa, se la colocó y siguió con su auto sin mirarme.

—A estudiar— trague saliva preocupada de sus preguntas.

—Mientes— dijo con voz cantarina

—¿Qué? Sabes que por eso vine, estudio aquí—en eso no había tanta mentira pero tampoco era totalmente una verdad.

—Si hay un Decanato en Roma, ¿Para qué venir, Fiorella?—esa respuesta me pegó fuerte, tanto que me dejó casi sin palabras para responder

—No es tu problema—gruñí intentando parecer molesta pero realmente me preocupaba mucho.

—Bueno otra pregunta, ¿Qué hacías en las carreras?, y peor con el auto de tu hermano.

Solté una carcajada amarga como mi actitud en ese momento.

—Corriendo, ganado dinero fácil, ¿no es eso lo que uno hace ahí? —me tenía harta, pero a eso había ido.

—Deja la repugnancia Fiorella, te haces mal a ti misma comportándote así, ¿no crees que te ves inmadura haciéndolo?

Volteo y sus ojos verdes miran fijamente a los míos grises, que por un momento me hacen querer encogerme en mi sitio, pero a la vez correr y abrazarlo. Sus ojos claros ocultaban tanto que no sabias que podías encontrar tras ellos. Esos ojos tan conocidos.

Desde pequeña me perturbaba que me miraran así como él lo hace pero su mirada tenia algo que me gustaba.

—Cállate. Si te molesta no me hables, es tan simple como eso—el nudo en mi garganta y las películas mentales que estaban comenzando, no hacían buena combinación conmigo.

—Quítate esa coraza de chica dura Fiorella, se la chica divertida que jugó conmigo las veinte preguntas, y la tierna quien se quedó dormida en mi auto el otro día— no me hagas esto por favor.

—No puedo, así soy, esto soy, y así seré toda mi vida—mis palabras tiemblan, recuerdos me golpeaban demasiado fuerte. Estaba marcada de por vida.

—Deja que te saquen de esa depresión en la que te encuentras, déjame ayudarte— me pidió.

—No puedes. No debes. No quieres hacerlo, de verdad—no podía hacerlo, era buscar su muerte en su forma más natural.

—Tus líos y los míos son iguales, Fiorella— me dijo en susurro, no sabia que en un tiempo, quizás bastante tiempo después entendería a que se refería.


Mis ojos picaban, me daban ganas de llorar lo sucia que me sentía, y que él era la única persona que se había atrevido a querer ayudarme, a salir de ese torbellino, que no recordaba ya ni como me metí en esa mierda que me rodeaba.

¿Cuándo deje de ser la niña buena que jugaba con muñecas? Era difícil, pasar de jugar con muñecas, a jugar póker con mafiosos a plena madrugada, de pasar de comprar juegos de mesa a comprar armas, drogas y navajas. ¿En quién me convertí?

Cada pensamiento me hacía encogerme más, y más, hasta terminar en el suelo asqueada de mi misma, con los ojos aguados, sin importarme el mundo a mi alrededor, comencé a llorar.

No me di cuenta cuando Alesandro se acercó, hasta que me abrazo, le devolví el abrazo. Lo necesitaba, me valía una mierda el verme débil, necesitaba drenar toda esa tensión que llevaba dentro.

Cuando me tranquilicé, me miró y me acaricio la mejilla.

— ¿Te sientes mejor?

—Creo que si—suspiré pesadamente.

—Sé que no soy nadie en tu vida, no debo decirte nada, ya eres grande, pero no sé qué te tendrá tan mal. Libérate de eso, se ve kilómetros que te hace muchísimo daño nena, tienes mucho por dentro sin poder expresar—respiró profundo y siguió—, cuando necesites un amigo aquí estoy, no importa la hora, ni el momento, aquí estoy.

Estaba en shock, me dijo nena, pensaba, me gustaba, pero me aterraba a la vez.

—Gracias de verdad, Alesandro. Muchas gracias.

—No tienes que agradecer, para eso están los amigos.

Me reí suavemente y me sonrió, me recordé que tenía que buscar un hotel donde quedarme.

—Alesandro...— este me miró como diciendo que continuará—Necesito un hotel donde quedarme, pero, no sé en donde. ¿Me podrías llevar a alguno?

—Claro, ¿donde... —en ese momento sonó un vidrio se rompiéndose y después la alarma de mi auto.

Alesandro salió primero, después yo, llegué a la escena, y estaba mi carro, vidrios rotos, todos, abolladuras y rayones. Era un Audi, plateado bastante bonito antes de eso.

—¡Mierdaaa!—dijo Alesandro mirando el auto con preocupación.

—Bueno...—suspiré mirando el auto triste.

Después de llamado Chris y explicarle cómo tres veces que había pasado, una hora después llegó.

—Hola Fibi, hola Endiablado— «mierda se hablan» pensé haciendo una mueca.

—Hola Ducati—Alesandro lo saludó.

Christoffer revisó el auto, y me miró triste.

—Nena, a tu carro le pusieron un pequeño dispositivo—se lo lanzó a Alesandro y él lo mira mientras se mordia el labio.

—Fiorella, esto es como una explosión para los motores, lo colocas debajo del auto y hace que el motor sulfure, y tal vez otras cosas—me mira con una cara triste, me quede sin auto, en el taller lo declararían perdida.

—Llama a Axel, Chris, dile que lleve mi auto—no podía más, me acerque al auto y saqué mis maletas—Chris vete tranquilo, Alesandro me llevara al sitio, tú relájate y descansa.

Me despedí de mi hermano. ¿Ese era mi castigo por todo? No lo sabía.

Ya en el Mustang iba con la cabeza pegada a la ventana pensando que hacer, no sabía qué pensar, ni qué hacer.

Llegamos al hotel, Alesandro me ayudo a bajar mis maletas, subimos y él abre la puerta, no podía ni con mi propio cuerpo.

Me tire en la cama, literalmente, y Alesandro me miró divertido, me aparté y le hice una seña para que se acostara también.

Me miraba fijamente y yo también, me acarició la mejilla, acercó sus labios a los míos y los rozó.

—¿Y si te beso? —preguntó y yo suspire cerrando los ojos por las caricias en mi cuello.

—Hazlo— rió y negó, acaricio mi cabello y pasaron minutos y me quedé dormida.


—Quita tus sucias manos de mi—pateé su rostro.El rió maquiavélicamente y apagó la luz pero había algo de claridad que me hacía saber que esta encima de mí intentando amarrarme, tiró de mi ropa hasta dejarme desnuda.

—¡No, no lo haga!—le suplicaba llorando.—¡No!—me desperté de golpe.Miré a mi alrededor y estaba sola.

En la mesa de noche había una nota que decía: "Tuve que salir, en el refrigerador hay comida, nos vemos ahora"

Fui a la cocina por algo de comer, me hice unos emparedados y me senté a comer.Terminé de comer, lavé todo, busque mi teléfono y llamé a Chris.

—Christoffer.

—Di- di-dime Fibi—«esta teniendo sexo» divertida. 

—Necesito que me prestes tu Jeep.

—Si si tú-u quieres—dijo en medio de un gemido—¿Te llamo en mal momento?

—¿Tú-u que-e crees?—reí por dentro.

—Te dejo y recuerda, usa condón.

Amor Mortal ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora