Estaba tomando la carretera hacia las montañas, nadie sabía dónde estaría, mi teléfono estaba apagado y así nadie sabría en dónde me encontraba, eso por muy egoísta que sonara me parecía una buena idea.
Chris no sabía que iba de viaje ya que ni me preguntó. Imaginaba las llamadas sin contestar de mi teléfono y me causaba risa.
La soledad era buena y eso necesitaba, pero a veces sentía que me ahogaba.
La cabaña era hermosa, rústica, pero hermosa. Tenía años sin venir, con exactitud siete.
Me encantaba el frío que está haciendo ya que pronto se acercaba la navidad, mi época preferida del año, pero era una lástima que en la casa de mi hermano no pudiera colocar un árbol y decorarlo, a él no le gustaba la navidad, pero ¿como le iba gustar la navidad si lo primero que te recuerda es cuando tenías que robar para poder comprarle un regalo a tu hermana menor? Ya que tenías un padre que era un maldito alcohólico él cual no aportaba nada a tu casa.
Chris no tuvo adolescencia para poder darme una buena adolescencia con la cual acabé al entrar a la mafia ya que Chris no podía mantener una casa, mantener a mi papá y sus caprichos, mantenerse él y mantenerme a mí.
Recordaba de mi primer robo, todos pensaban que lo arruinaría al yo ser un niña pero no, todos se llevaron la gran sorpresa de que termine siendo una gran ayuda en el robo, tenía quince años y Chris diecinueve.
Quería hacer algo entretenido para no pensar tanto en un pasado doloroso. Revolvía mi cajetín de opciones hasta que un pensamiento me invadio
«Eres una estúpida, estás en una montaña y no se te ocurre ir a escalar»
Tomé una mochila y coloque dentro de ella mi teléfono, aunque estaba apagado, una botella con agua y un suéter, dudaba usarlo, pero por si acaso.
Estaba escalando una pequeña montaña -Ni tan pequeña- , con un chico llamado Valentino, me dio risa al principio ya que me recordó a un amiga. No era nada buena haciendo eso y la verdad, tampoco me daba mucha confianza.
—Valen—digo como niña, él me asesina con la mirada.
Era un hombre hetero común, no te podías dejar engañar con su nombre, tenía buena contextura y musculatura y unos ojos grises que con su cabello marrón destacaban de maravilla
—Dime princesa... Oh ¡Ya!... Dime Fibicita—rió con su voz grave.
—Calla estu...—no termine de hablar cuando caí y golpee mis rodillas, codos y estaba sangrando además de mi cabeza que no paraba de palpitar. Empece a ver todo negro y no supe más de mi.
Escuchaba voces, más siento un cansancio inmenso hasta para abrir los ojos, intentaba analizarlas pero no podía, el cansancio me vencía.
Y lastimosamente Morfeo me envolvió en sus brazos sin dejarme saber nada más.
Íbamos caminando en la playa, bastante bonita a decir verdad, tomados de la mano, se podía apreciar un amanecer o tal vez un atardecer, no sabía decirlo, pero en el sueño me sentí plena.
—Te amo Fibi, con o sin tus defectos, sin importar lo que hiciste en el pasado, cuentas conmigo siempre y para siempre—dicho esto me besó, era una sensación calida y placentera para nada molesta.
Abrí los ojos un poco asustada por el sueño y miré a mi alrededor, abrí los ojos de un tamaño casi inhumano al ver al protagonista de mi sueño, a el chico que me gustaba, a Alesandro.
—¿Qué haces tú aquí?—sonrió, se acercó y me abrazó.
Mi nariz fue invadida por la mezcla deliciosamente extraña entre su colonia y el cigarrillo mentolado.
—Me llamaron a mi para verte.
Entró un doctor, que era el encargado de mi. Su semblante serio y amargado me molestaba, ya que no inspiraban nada bueno a quien atendían.
—Tuvo suerte señorita Ducati, se golpeó en la cabeza por eso se desmayó.
Miro a Alesandro y lo detallé estaba mostrando sus tatuajes y se veía muy bien, llevaba un pantalón negro, unas botas negras militares, y una camisa blanca. Al darse cuenta de que tenía minutos mirándolo me guiñó el ojo y me sonrió «¡Qué coqueto este hombre, Dios!» pensé sonriendo.
El doctor al terminar de realizarme estudios me da de alta.
—A ver Fiorella, quisiera saber ¿por qué demonios estás tú a tres horas de Florencia sin avisar a donde ibas?, me llamaron hace más de cuatro horas una enfermera diciéndome que "Mi novia" se había caído escalando y no se sabía su estado hasta que despertara, si era que despertaba. Y yo muriendo por dentro.
—Alesandro necesitaba estar sola, no preguntes más.
No quería que me preguntara cosas que en ese momento no le sabía contestar sin explotar.
—Bueno por mi ni te preocupes, hazlo por el regaño que te llevarás de parte de Christoffer— sinceramente no me preocupaba puesto que me regañarían de una manera u otra, ¿así que que más daba que llegara un poco antes o un poco después? El regaño seguiría siendo el mismo.
—Por hoy sólo pensaré en mi y en ti ya que... Bueno tu sabes... Estás aquí —él se rió al verme tartamudear.
—Esta bien nena, pero ahora necesito que me digas ¿Dónde te estás quedando?
—En una cabaña en las montañas ¿Sabes dónde están? —él me miró con obviedad, solté una risa nerviosa y el sonrio.
Al llegar a la cabaña Alesandro me mira, y me mira, la verdad es que ya su mirada no me incomoda, no me ha hecho algo malo como para que me moleste.
—Tienes gustos diferentes, no te gusta la sociedad, te gusta la tranquilidad y el frío excesivo—dijo mientras miraba la cabaña con cierta curiosidad.
—Pues así es, no me gusta la sociedad, pero tampoco la soledad...—estaba insegura de lo que dije ya que creo que estaba contradiciendo mis propias palabras.
—Entonces, ¿qué haces sola aquí? Fiorella no te presiono sino que tú hermano no sabe nada de lo que te paso, y hasta llego a llamarme para preguntarme si estabas conmigo, y me preocupe y te llame como desquiciado imaginándome mil cosas— me regaño con suavidad —. Una enfermera al llegar vio en tu bolso, tu teléfono y vio que la última llamada sin contestar era mía pues me llamaron, estuviste varias horas inconsciente me preocupe, y mucho, Fiorella.
Me sentí mal, es muy egoísta de mi parte hacer eso.
—Y te digo algo y no es para ser un pájaro negro en tú vida, pero yo como hombre, y hermano, no te dejaría salir en un tiempo, y creo Christoffer que soltó algunas maldiciones en español—eso sí que era grave—, ¿por qué esa cara de tragedia? —Chris no me castigaba, era muy rebelde para eso pero me quitaba lujos, y me hacía pasar incomodidades—¿Christoffer te hará algo?
En mi mente se comenzaron a producir recuerdos de distintos problemas o malas situaciones que había tenido con Christoffer, él siempre se salía con la suya de una manera u otra, aunque en la mayoría tenía la razón.
—No bueno, no exactamente—tartamudeé —, sino que es muy capaz de quitarme lujos y hacerme pasarla mal, no me habla, me ignora y no me gusta—me daban ganas de salir corriendo sabiendo como era Chris cuando se enfadaba
Cuando me escape a una disco hace un par de años atrasy él se enteró, me fue a buscar, me metió en el auto a los golpes y me dio una cachetada que nunca olvidaría, ya que me consiguió bailando con un chico que estaba ebrio, al igual que yo en ese momento.Eso lo enfado ya que en minutos hubiera perdido mi virginidad con desconocido. Alesandro me miraba, y en sus ojos verdes había un brillo extraño que jamás había notado, como posesivo, controlador. Se acercó a donde yo estaba, me acarició la mejilla y por razón alguna no sentí miedo a su tacto.
—Eras una pícara, no se que te haría tan tímida, Fiorella, eres hermosa, te ganarías a cualquier hombre del mundo en un chasqueo de dedos, ¿sabes que me gusta de ti? —negué con las mejillas sonrojadas, pero tan sonrojadas que hasta las orejas sentía calientes —Que eres un 50, 50 —no entendía a que se refería—. No eres muy ángel, pero tampoco muy demonio. Eres un ángel que se disfraza de negro cuando le conviene y también eres un demonio que se disfraza de ángel si es necesario.
—Bueno... Debería acostarme, la verdad estoy cansada—él sólo asintió. Había sido un día muy, pero muy interesante.
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Amor Mortal ©
AksiAmar es buscar tu muerte en su forma más natural Saga "Amore Tossico": Primer libro #1 En edición...