15 𝑑𝑒 𝑎𝑏𝑟𝑖𝑙, 1999 (𝑆𝑒𝑔𝑢𝑛𝑑𝑎 𝑃𝑎𝑟𝑡𝑒)

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15 de abril, 1999

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15 de abril, 1999

Ahora sí, retomaré al tema de aquella vez, cuando Lennie estaba en el hospital y yo la cuidé durante sendos días.

Rememoro que esa mañana fui a comprarle un café.

¿Recuerdas, amado diario?

Al llegar a la habitación, estaba despierta y miraba la tele. Si hago memoria, me recosté sobre el marco de la puerta, pensando en cómo me encantan sus extraños ojos.

Según la ciencia, la dominancia incompleta es una mutación que se presenta en algunos tipos de animales y muy raramente en seres humanos.

Lennie tiene heterocromía.

Su ojo izquierdo posee el azul más profundo, ese que te invita a pensar en el firmamento nocturno, y el derecho, al igual que los míos, presenta un pardo-rojizo que, dependiendo del clima, se vuelve verde. Suele remontarme a los preciosos bosques de Caronte.

Por este motivo y gracias a su furioso cabello de fuego, he sido testigo de cómo varias veces la han llamado bruja en la escuela. Cuando no era más que una niña, se largaba a llorar desdichadamente. Ahora, las cosas cambiaron, así que suele simular que les lanza una maldición.

Me causa risa que lo haga, yo me pongo de su lado y agravo la enfermedad que ha dicho en voz alta. Los pueblerinos siguen diciendo que los Rodrick provenimos de una casta de brujos satánicos, a pesar de que suelen ir a todos los sermones que mi padre ofrece en la Iglesia Luterana de Sinful Grave.

Por medio de maldiciones e improperios, nos hemos sacado de encima a todos esos idiotas que solían acosarla. Bueno, todo fue muy divertido hasta que padre se enteró y nos regañó frente a la directora de la escuela, cuando lo citaron por nuestro terrible comportamiento. Luego, a modo de felicitación, nos llevó al shopping más cercano, nos regaló el chocolate más rico, fuimos los tres al cine y vimos lo que más quisimos.

Esa salida fue... ¡UFFF, GENIAL, GENIAL, TAN GENIAL!

"Nadie avergüenza a un Rodrick y menos estos ignorantes pueblerinos", nos dijo con voz solemne mientras limpiaba chocolate de mi rostro y con la otra mano, acariciaba los bucles de Lennie.

Volviendo a aquella vez del hospital, le alcancé el café luego de darle buenos días y regalarle un beso en la coronilla. Me sonrió agradecida, se ruborizó un poco y luego, bebió entusiasmada.

Le compré unos croissants, sé que no le dan alergia porque ya lo estipulé con las enfermeras. Me hizo un espacio en la cama y me senté a su lado mientras veíamos las noticias que hablaban sobre un tifón en Alabama.

Entrelazamos nuestros dedos de forma inconsciente. Acaricié el dorso de su mano con cariño, ella se recargó contra mi hombro, me agradeció con un beso en el cuello y emitió un suspiro pensativo. No sé por qué, pero mis mejillas se recalentaron como dos manzanas poco a poco. Se rió y se burló de mi actitud, yo intenté vengarme con un golpe de su almohada.

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