15 𝑑𝑒 𝑒𝑛𝑒𝑟𝑜, 2001

10 5 0
                                    

15 de enero, 2001

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

15 de enero, 2001

Escribo esto ahora que están todos dormidos y que Dios ordene que me queme en el Infierno, con o sin que alguien encuentre este diario.

―¡Estoy tan feliz de que sea tu cumpleaños!

Recuerdo que su voz me arrancó de aquellos pensamientos que me llevaron a estar de nuevo juntas en la mansión Rodrick. De hecho, le sonreí con timidez que nunca en tanto su abrazo de oso me daba los buenos días.

Llevaba un vestido de color verde pino y confeccionado por el más hermoso terciopelo. Era nuevo, yo nunca se lo compré, así que supongo que lo habrá elegido Mandy o estaba entre los regalos que recibió en la escuela, a modo de disculpa por todo lo que sucedió en su aniversario.

Esta vez no fui yo la que hizo los honores de ubicar a esas lacras sino la mismísima Laura Mitchell. Según lo que Karin me chismoseó cuando estábamos merendando antes de que el resto llegara, Laura se acercó a la escuela y no sólo amenazó de esa manera pasiva-agresiva que posee, sino que los hizo sentirse la peor mierda que ha pisado la Tierra. No sé si está bien o mal lo que hizo desde un punto de vista cristiano, sólo siento que no tengo palabras para agradecerle.

Desde ese entonces, Laura sí que se ganó el corazón de Lenore. Al fin dejaron de mirarse con recelo y resentimiento. De hecho, Lenore está pegadísima a ella y la sigue como si fuera su hermana mayor.

Bueno, ironías.

Aquél día, la euforia de Lenore era tan enorme que yo apenas despertaba y ella ya se encontraba bañada y perfumada. Suele emocionarse mucho cuando es mi cumpleaños, pero esta vez pude notar más sentimientos, si esto es posible. Lenore aún no se perdona lo que hizo por lo que sonrió con lágrimas en los ojos, apenas me destapó y cubrió el escote de mi camisón.

―¿A dónde vas?

―A dónde iremos, dirás. ―la vi guiñarme un ojo. Estaba maquillada, pero apenas. Parecía más adulta de lo que ya es, incluso. Llevaba un sutil brillo en sus labios, el cual relució con fuerza bajo la luz del velador. Sus botitas resonaron por la madera antes de intentar levantarme de la cama, no sin un poco de esfuerzo ―. Vamos, holgazana, ve a bañarte que quiero que te veas espléndida. Papa nos espera, vamos...

Al salir del baño, encontré un paquete y una nota sobre la cama ya hecha. Lo abrí, mientras intentaba reacomodar mis pocas neuronas.

Me regaló un vestido hermoso de color negro con detalles en rojo. Tiene mangas acampanadas y es largo hasta el piso. A su lado, descansaba una caja de zapatos de charol que ya había visto y quería comprar para los servicios de la iglesia y alguna que otra salida. Eso sí que me puso bastante contenta.

Toda mi vida estuve escasa de calzados nuevos porque Agatha dice que es un lujo innecesario y que debemos acostumbrarnos a usar solo dos. Cuando quité el lazo y abrí la tapa, me quedé admirando los zapatos tan delicados que me daba cosa usarlas. Una vez cambiada, volé casi, hacia el espejo y admiré la imagen de esta nueva Justine Rodrick

Los Mejores DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora