6 de enero, 2001
Ay, perdón por el desvarío. Como iba diciendo, amado diario, fue su cumpleaños. Luego de dejar la casa preciosa y de que la música estuviera alta para levantar el ambiente festivo, ha ocurrido un improvisto que nadie imaginó:
Todo el mundo se excusó, por lo que no vino un alma.
Primero pensamos que fue por el clima, estaba nevando y hacía un frío para morirse. Pure y Melody nos hicieron unas chocolatadas calientes para mantener el calor, además de estar todas cerca de la chimenea que se encuentra en el enorme salón de baile que casi nunca se usa.
Caían casi las seis de la tarde y ni siquiera nuestra familia la había llamado para felicitarla. De verdad creí que la tormenta de nieve había jodido todas las instalaciones y las carreteras; no sería la primera vez.
Pero, a medida que las horas transcurrían y que nadie siquiera intentaba comunicarse para explicar sus razones, fue inevitable que Lenore entendiera la verdadera razón de tanta ausencia.
Mis amigas intentaron alivianar el ambiente, mas vi la desilusión de su rostro, las ganas de llorar y su creciente frustración. Cuando nos distrajimos un poquito, desapareció de la sala. Salí del salón para buscarla y con mis propios ojos vi cómo iba quitándose las joyas, desarmaba el precioso peinado que Jazmín le había hecho y estrellaba todo contra un vidrio sin molestarse en levantarlo.
Estaba llorando sin consuelo alguno. Se me instaló un nudo enorme y continué siguiéndola hasta que subió las escaleras para encerrarse en el ático y no salir. Me quedé detrás de la puerta, esperando a que se calmase para hablar, pero sabía que no iba a ser posible. Estaba decepcionada y dolida; la despreciaron peor que Agatha. Habíamos preparado todo para que los invitados se sintieran a gusto. Lenore estaba muy ilusionada, aunque apenas lo demostrara.
Y le pagaron así.
A pesar de que ahí arriba casi no llega la calefacción, supuse que quiso llorar cuanto le permitieran su frustración y sentimientos destrozados sin que ninguno de nosotros tratase de sobreprotegerla ni mimarla hasta la asfixia.
No me fui del lugar, sólo me aparté un poco para llamar a Mandy y explicarle que lo mejor sería que dejaran que me encargara de la situación. Will, y Sammuel se llevaron a las chicas a sus casas, pese a que querían quedarse para alegrarle la noche.
Estoy tan agradecida de que sean mis amigas; no me alcanzan las palabras para decirles cuánto las amo incluso hoy en día.
Conté con Karin, quien conoce a mi hermana y sabe que se pone peor si nos ponemos muy insistentes. Así que se despidieron, me dejaron todos los regalos que le habían comprado y yo me quedé ahí para hacerle compañía en silencio.
Mandy me llamó un par de veces para avisarme que las chicas guardaron la decoración, apagaron la música, ocultaron toda la comida que habíamos preparado y la fraccionaron para congelarla.
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Los Mejores Días
Novela Juvenil¡Crecer es tan complicado! Por eso, en este diario pondré mis pensamientos, mis emociones, el problema que se vino cuando cumplí los diecisiete y, aunque sé que será difícil ocultarlo, mis esfuerzos de hacer lo mejor para que nuestro mundo no colap...