¡Crecer es tan complicado!
Por eso, en este diario pondré mis pensamientos, mis emociones, el problema que se vino cuando cumplí los diecisiete y, aunque sé que será difícil ocultarlo, mis esfuerzos de hacer lo mejor para que nuestro mundo no colap...
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30 de diciembre de 2002
Al final, el campamento se hizo entre el otoño y el invierno.
Agatha decidió adelantarlo como castigo a mi "falta de respeto".
Por supuesto, en un comienzo no pudo imponerse a la palabra de padre con respecto al matrimonio forzado. La balanza se había inclinado muy en su contra y eso la llevó a tener violentas confrontaciones que me recordaron mucho a cuando era una niña.
No obstante, padre no sólo aprendió a dominar a la mujer, sino que también supo cómo apretarla para que haga su voluntad. Agatha está muy equivocada si piensa que va a olvidarse el hecho de que es la amante del padre de Greta y él tiene mucho que cobrarle antes de terminar de joderle la existencia.
Lenore fue conmigo, aunque en un comienzo le hablaba poco y nada. Pese a que intenté alejarme, se encargó de que no la apartara más de lo suficiente. Por supuesto que siempre supo que lo que ocurrió en nuestra habitación fue sin mi consentimiento y yo aún no puedo ni mirarla a los ojos sin largarme a llorar.
Michael Newman, el amigo que hizo en sus clases de dibujo, conocido de toda la vida de Miriam y, por ende, uno de los miembros más amado de nuestro grupo, fue de los tantos que intentó que lo nuestro volviera a rearmarse; pero preferí que estuviese con él y a salvo del nido de víboras en el que me he metido.
Durante los primeros días, tuve que aguantar cómo Lenore fue adaptándose a este silencioso petitorio. Jamás se lo diría en la cara, pero la situación entre ambos me daba mucha envidia.
Me puso de pésimo humor verlos abrazándose y contándose secretos como si él fuese la figura masculina de confianza que nunca tuvo hasta que padre se recuperó.
A partir de lo sucedido en la mansión, decidí tomar más materias extracurriculares de las que puedo soportar con tal de no cruzármela. Dejé de trabajar como modelo y traté de pretender que no existo.
Cuando llegaba al cuarto, siempre me encontraba con que Lenore tenía preparada la cena o hacía toda la colación de la ropa. Sé que no deseaba darme más dolores de cabeza y me dormía abrazada a ella luego de llorar durante horas.
Dios, amado diario, te juro que necesitaba estar con Lenore más que con nadie en esta estúpida vida, pero el miedo me paralizaba.
Greta y sus amenazas me dan demasiada pavura. Se me revolvía el estómago tan sólo dirigir mi mirada hacia esa mujer y me largaba a llorar desesperada con un nudo en el alma que difícilmente se deshacía.
La primera vez que tuve una crisis fue en clase de física. La profesora frenó preocupada y balbuceé que era un dolor de cabeza, muerta de vergüenza. Me derivaron urgente al gabinete psicológico para que vieran qué era lo que me ocurría. Miriam me acompañó hasta las sesiones tan sorprendida como asustada.